Violet soltó un suspiro. Se encontraba sentada sobre el edredón de su cama, con las piernas cruzadas, aún en sujetador, cabizbaja.

   Se aclaró la garganta.

   Estaba intentando retrasar lo que sea que me estuviera por decir.

—Violet —pedí.

—¿Estás seguro de que no quieres...? —preguntó, haciendo referencia a lo que estábamos haciendo antes.

—Violet —repetí, esta vez en un tono más severo.

—Okey.

   Infló sus pulmones de oxígeno y exhaló sus palabras.

—Yo... Me forjé una reputación, a propósito —enfatizó—. Cualquiera que viera a Violet Gold vería a una niña rica malcriada, cruel, controladora y sin corazón.

   Fruncí el entrecejo, sabiendo lo que quería decir. O adónde quería ir a parar.

—¿Acaso me estás diciendo que tú...?

   Violet me miró expectante, con sus brillantes ojos grises.

—¿Que yo qué, Max? ¿Que en realidad no soy lo que aparento ser? Bueno, llevas la razón; ¿estás contento?

   Distinguía repulsión y algo de decepción en sí misma en su tono de voz. Todavía trataba de averiguar el por qué.

—Pero, Violet... Tú eres...

—¿Una rompecorazones? No. ¿Una chica como las otras? Totalmente.

—No comprendo. ¿Por qué...?

   Ella se quedó en silencio, pidiendo con la mirada que lo dedujera pronto y la evitara mucho más esfuerzo.

   Accedí a ello, entendiendo:

—¿Quién te lastimó?

   Se mordió el labio inferior.

—Su nombre no importa ya. Sólo puedo decir que es una persona que no tiene compasión o cariño por los seres humanos. Nunca le importó mis sentimientos, o si tenía alguno.

—Esta persona... ¿Era algo tuyo?

   Asintió con la cabeza.

—Así que creé mi imagen personal de mí misma. Me costó años, pero lo logré. Bueno, al menos hasta que llegaste tú. Y henos aquí.

   Procesé la información reciente en mi mente: Violet había sido herida emocionalmente por alguien que tenía la misma fachada que ella tiene ahora.

   Y encerró su corazón en una caja bajo siete llaves, convirtiéndolo en hielo en el procedimiento, para mantenerlo fuera de cualquiera que quisiera conseguirlo.

—Lo siento —murmuré.

—De lo único que eres culpable es de ser curioso, Max. De no ser por eso, tú y yo no estaríamos teniendo esta conversación ahora.

—No pensé... Que sería algo como eso, Violet. Quería saber qué ocultabas, o por qué fingías ser alguien que claramente no eres, pero no me imaginé lo doloroso que debía resultar para ti. Fue egoísta de mi parte, y lo siento.

   Sonrió de costado.

—Está bien —repuso—. De todos modos, no siempre soy así.

—Lo sé. Lo he visto.

—Raven sabe sólo una parte de la verdad —afirmó, confirmando mis pensamientos—. La protejo de las matonas como Sheila o Karen, porque es mi hermana. Y aunque crea que no lo hago, la quiero.

Silver and GoldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora