La vida parecía más extraña y careciente de algo cada día que transcurría.

   Y yo sabía perfectamente el por qué.

   Me levanté de la cama, pensando nuevamente en qué objetivos cumpliría hoy, pero no llegué a nada concluso más que lo de siempre: intentarlo otra vez.

   Tomé el celular de la mesita de luz. Lo desconecté del cargador y entré a la aplicación de mensajes.

   Sólo tenía uno de Fiona, que avisaba que luego de la jornada escolar de hoy irían todos al parque. No contesté a ese porque estaba más centrado en otra cosa.

   Deslicé el dedo por la pantalla hasta que encontré la conversación con Violet. Su estado era el mismo: sin foto de perfil, y con un solo tilde al último texto que le había enviado.

   Tragué saliva, pero aun así seguí la rutina diaria.

   Recién despierto. Sea donde sea que te encuentras, ¿has despertado ya? O quizás es de noche donde estás, no puedo garantizarlo. Lo único que quiero saber es si estás bien, aunque ambos podemos responder a aquella pregunta estúpida. Ahora la vida no parece la misma.

   Envié el mensaje. Y sólo apareció una tilde.



   Maggie había preparado café, como el primer día de clases.

—Buenos días, Max —saludó mientras lo servía en una taza y me la daba.

   La tomé, sin responder.

   Ella suspiró.

—¿Aún nada?

   Sacudí la cabeza, bebiendo la infusión.

—No te precipites —sugirió—. Sólo ha pasado casi un mes. Aún es temprano.

—¿Temprano para qué? ¿Para darme por vencido? Eso no sucederá jamás.

—No era lo que quería decir —replicó.

   Inspiré profundo.

—Lo sé. Lo siento.

—Hey —ella murmuró, poniendo una mano en mi hombro—. Sé que lo lograrás. Sé que la encontrarás, tengo fe en ello. Dos personas así, como ustedes, no están destinadas a permanecer separadas.

   Le brindé una sonrisa ínfima.

   Después de lo que había sucedido en la mansión Gold, Maggie había adoptado una postura completamente opuesta en cuanto a su admiración. Ahora se había convertido en repulsión, y lástima por sus dos hijas.

   Por lo cual había podido contarle algunas pocas cosas sobre la vida de Violet. Sobre cómo había tenido que envolverse en capas y capas para que nadie fuera capaz de atravesarlas.

   Con esa escasa información compartida, me sentía más ligero. El peso de los secretos que guardaba aún permanecía, pero saber que había alguien más con quien podía contar para no derrumbarme totalmente me confortaba.

   No le había dicho todo lo que Violet me había confiado porque aún no me correspondía hacerlo. Todo lo que sabía de ella se quedaría en mi mente; excepto el motivo principal de todo: su padre.

—¿Pero qué es lo que le ha hecho? —me había preguntado Maggie en su momento.

—No puedo decírtelo —había dicho yo—. Ella aún confía en mí, esté donde esté.

—Comprendo.

   Y luego de eso, Maggie no había insistido en saber mucho más que lo que yo le contaba.

Silver and GoldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora