Epílogo

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Seis meses después


   El lugar estaba atestado de gente. Y estaba bastante seguro de que allí había gente que nadie había invitado.

—Max, ¿de qué te preocupas?

   Miré a mi tía.

   Quizá que me conociera tanto no era tan buena idea después de todo.

—Será un evento de magnitud nacional. ¿Ves allá? Son reporteros.

—Deja de preocuparte, mierda.

   Puse los ojos como platos.

   Maggie jamás maldecía.

—Es tu día —prosiguió—. No voy a dejar que te lo arruinen unos estúpidos periodistas.

—¿Qué harás? ¿Golpearlos con tu bolso hasta que dejen de molestar?

—Es una posibilidad, sí.

   Proferí una risita.

—Okey. Me voy. Aparca el coche en la vuelta de la esquina, estoy bastante seguro de que todos los sitios del estacionamiento están ocupados.

—Tomaré en cuenta la sugerencia. Ahora vete, llegas tarde.

—Cierto. Te quiero, nos vemos más tarde.

   Le di un beso en la mejilla y bajé del vehículo.

—¡Eh, espera! —exclamó Maggie desde el asiento del conductor.

—¿Qué? —me incliné sobre la ventanilla del copiloto.

—Creo que olvidas algo —tomó el objeto y lo agitó entre sus manos.

—Ya. Lo siento —tomé el birrete y me lo coloqué en la cabeza—. Ahora sí, adiós.

   Corrí hasta el interior del edificio.

   Los estudiantes estaban todos vestidos de la misma manera, abrazándose, sacándose fotografías, riendo, llorando y recordando todos los momentos de la secundaria.

   Llegué hasta lo que fue mi casillero todo el año escolar.

   Y encontré a Violet en el suyo, el 017, que estaba separado del mío por tres taquillas.

   En cuanto me vio, alzó una de sus cejas pelirrojas.

—¿Qué tanto me miras, Nuevo?

   Enarqué las cejas.

   Decidí seguir su juego.

—Nada —respondí—. Sólo pensaba...

—Ah, ¿los idiotas piensan? Creí que era una capacidad con la que no contaban.

—Pensaba... —dije, ignorando su comentario, acercándome hasta ella— Que eres demasiado enigmática incluso para mí. ¿Sabes qué planeo?

—En cuanto intentes algo, te juro que colocaré una orden de alejamiento contra ti —irrumpió, mirándome desde la altura que los tacones le proporcionaban. Sin embargo, no eran lo suficientemente altos como para que quedáramos al mismo nivel.

—Advertencias vacías —me burlé—. Como decía, planeo algo: descubrir cada uno de tus secretos, escarbar hasta encontrar tu verdadero tú, y de paso, decir feliz cumpleaños.

   Cerró sus ojos y sonrió.

   Sacudió su cabeza de lado a lado, haciendo que su melena color fuego danzara a sus costados en grandes rizos.

Silver and GoldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora