La cena no duró mucho más desde eso. La primera en abandonar su sitio fue la mismísima Ivonne, dejando su servilleta en la mesa y poniéndose de pie sin decir palabra alguna.

   Desapareció tras el umbral silenciosamente.

—Lamento mucho el comportamiento penoso de mi hija —Thomas Gold también se levantó. Maggie lo miró, esta vez de forma diferente a como solía—. Y lamento tener que abandonar la mesa, pero debo hablar estrictamente con ella.

   Maggie asintió sólo una vez.

   Una vez que Thomas Gold también se marchó, Raven apresuró a levantarse.

—Bueno, aprovecharé la ocasión para encerrarme en mi cuarto y no salir hasta que cumpla sesenta años.

   Maggie tampoco replicó nada.

   El silencio que se generó de manera automática, fue algo aterrador. Maggie parecía como si estuviera asimilando todo lo que había ocurrido.

—Maggie, ¿estás...?

—Quizás, uh... —balbuceó— Quizás todos deberíamos dormir un poco. Fue un día de locos.

   Se levantó y sin decir nada más, se dirigió a las escaleras.

   Me quedé solo, en el enorme comedor, sentado en la larga mesa para veinte personas o tal vez más.

   Zoe apareció desde la cocina apenas mi tía desapareció.

—Bueno, eso fue incluso más entretenido que las novelas que Anna mira.

—¿Ah?

   Tomó los platos a medio terminar.

—¿Qué? ¿Crees que no estuve observando todo? Mi tarea es cocinar, sí, pero eso no significa que no sea capaz de echar una miradita de vez en cuando...

   Anna salió desde la cocina, siguiendo el camino que su ahijada había hecho, y recogió las copas.

—Esto es malo. Muy, muy malo —decía.

—¿Por qué? —Quiso saber Zoe— ¿Por qué es malo que Violet haya tenido los ovarios para enfrentarse de una vez al idiota que tiene como padre?

—¡Sh! —la chilló Anna— ¿Qué te he dicho sobre opinar en voz alta?

—¿Qué, aplicarás la "regla Ivonne" en mí ahora? —Zoe arqueó una ceja.

—No es eso, y lo sabes —espetó su tía—. Es que te podrían echar.

   Zoe puso los ojos en blanco mientras volvía a la cocina con los platos sucios.

—¿Por qué es malo, Anna? —cuestioné.

—Tú más que nadie deberías saberlo —susurró—. Todo lo que le ha hecho Thomas, directa o indirectamente, y lo que continúa haciendo. Si es que lleva a Violet a su despacho, puede que lo único que consiga sean consecuencias.

   No quería imaginarme un peor escenario.

   Si a Raven la había castigado, encerrándola en la mansión, por simplemente creer que la ayudaba en Literatura, no quería saber qué es lo que haría con Violet cuando ella lo había contradicho en público.

—Tú no crees que él... —murmuré.

   Anna me miró, con sus ojos cristalizados.

   Mierda.

   No.

   Arrastré la silla hacia atrás y salí disparado a las escaleras. Subí los peldaños de dos en dos, corriendo hasta la habitación de Violet.

Silver and GoldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora