Había decidido no tomarme las molestias de llegar a casa tan rápido como solía cuando terminó la jornada escolar de ese día. Necesitaba momentos a solas con mi mente, para pensar en lo que había sucedido.

   Me coloqué los auriculares, sólo para darle un poco de tranquilidad a mi mente y pensar estando cuerdo.

   Una canción tras otra me llevaba siempre al quid de la cuestión: Violet. La pelea con Jane, Fiona y Wally de hoy había ocurrido por ella. Ellos creían que malgastaba mi tiempo con ella, creían que seguía jugando.

   Pero la única verdad era que no estaba jugando más. Ya no me importaba desenmascarar a Violet Gold frente a la multitud, porque veía las cosas claras.

   Mi plan original había tenido tantas complicaciones y variantes que ya no era un plan astuto. Ahora hasta parecía patético.

   Y también estaban las historias de mis amigos. A Wally lo había avergonzado incontables veces frente a toda la comunidad escolar. A Fiona prácticamente la había tachado de monja inexperimentada y ningún chico se le acercaba. Y a Jane...

   Aún me era imposible de creer lo de Jane.

   Violet me había dicho que había hecho cosas demasiado crueles con muchas personas. Me lo había advertido, me había dicho que todo aquello le costó su moral para llegar a su objetivo: tener una horrible reputación.

   Pero nunca me había imaginado algo tan despiadado como lo de Jane.

   Ahora no sabía exactamente qué hacer. ¿Seguir con Violet? No quería darle la espalda cuando era yo la única persona que podía comprenderla, que podía escucharla si la estaba pasando mal, que podía estar allí si quería un hombro donde llorar o un pecho que golpear.

   Pero no quería perder a los pocos amigos que había conseguido aquí. Porque si en algo llevaba razón Jane, era que ellos nunca me habían abandonado. Habían estado allí, esperando a que recapacitara, teniendo esperanza sobre mis decisiones.

   Y yo les había fallado.

   Musité un insulto en voz alta por ello. Fui una persona horrible.

   Giré en la esquina que daba a mi calle, y lo que vi me sobresaltó. Arranqué los audífonos de mis oídos de un tirón brusco mientras ponía los ojos como platos.

   Mi casa estaba atestada de reporteros y fotógrafos.

   No parecieron darse cuenta de mi presencia por unos momentos.

   Momentos que utilicé para considerar mis opciones. ¿Me daba media vuelta y huía? No podía hacer eso, Maggie estaba allí dentro. Y de todos modos, ¿adónde iba? El colegio ya estaba cerrando.

   Pero entonces me di cuenta que mis minutos de ventaja habían terminado. Una mano se puso sobre mi hombro e intenté correr antes de que fuera demasiado tarde...

—Tranquilo, chico.

   Reconocí la voz. Me volteé y vi a Joel frente a mí.

—¿Joel?

—Será mejor que vengas conmigo, antes de que te vean —murmuró.

—Pero mi tía...

—La sacaremos de la casa antes de que estos idiotas la invadan por la fuerza. Tranquilo.

   Asentí lentamente. No entendía qué demonios estaba pasando, pero me di cuenta de que Joel era la única cara conocida que veía. Y eso servía de algo, más o menos, así que confié en él.

Silver and GoldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora