Las primeras semanas de clases transcurrieron normal. A estas alturas, ese término había sido adaptado por mí: lo normal era entrar al colegio, encontrarme con Fiona y su novia —y a veces Austin se aparecía—, entrar a clases, dirigirme miradas fulminantes con Violet, almorzar, y seguir con las clases. Fuera del horario escolar, me dedicaba a hacer las tareas y averiguar más sobre la vida de aquella chica. No podía entender la razón del por qué me intrigaba, y mucho menos explicar lo que estaba haciendo.

   La tía Maggie me observó los últimos días, y decía que se alegraba de que me mantuviera ocupado. A diferencia mía, ella se encontraba todo el día en casa; limpiando o haciendo las compras. Yo pensaba que no estaba preparada para salir al mundo real y afrontar lo que pasó con mis padres, algo que parecía probable dado cómo reaccionaba cuando intentaba hablar del tema.

   Así que lo dejé estar. Dejé que incluso las cosas con Violet fluyeran, esperando con paciencia, recaudando toda la información que podía para llegar a tenerla en la palma de la mano. Y sí, soy un maldito acosador; increíble a lo que ha llegado mi vida.

   Hasta que la oportunidad de hacer otro pasatiempo llegó, y con él, una ayuda extra.

   El deporte que practicaban en el colegio era el voleibol, y el entrenador notó que Nuevo —el equipo me había puesto ese apodo, son muy considerados— tenía las características físicas necesarias para jugar en el equipo. De lo que no me había dado cuenta hasta horas más tardes es que Violet era capitana del equipo femenino.

   Así que, en la clase posterior a Gimnasia, me senté detrás de ella a propósito.

—Así que también eres atlética —murmuré, inclinándome sobre los codos para estar cerca de ella.

   Funcionó, porque segundos después se volteó hacia mí.

—¿Tu pasatiempo ahora es acosarme? Porque pareces ir a todos lados donde yo, ¿quieres acompañarme al baño también? No contestes —respondió.

—Ya quisieras, Gold. Pero no, resulta que el entrenador me quiere en el equipo —dije—. Así que rompecorazones, "zorra" y deportista, no me lo veía venir.

—¿En la otra escuela había zorras animadoras solamente? —Arqueó una ceja— Tan típico.

—¿Siendo honesto? Sí, las había. Pero tú pareces ir en contra de todo lo que creo.

—¿Por eso me acosas? Sabes que puedo presentar una denuncia contra ti, ¿cierto?

—Pero no lo harás —susurré.

—¿Por qué diablos piensas que no?

—Porque sé que tienes límites. Sé que no eres lo que dices ser, así que no te tengo miedo. Has lo que quieras, pero yo no me detendré ni por un segundo.

   Violet iba a responder, pero en eso el profesor apareció y comenzó a dar la clase. Me quedé sumido en mis pensamientos mientras resolvía los ejercicios de la pizarra, pensando qué se me estaba escapando. Había obtenido bastantes datos de Violet Gold en los últimos días: tenía una hermana adoptiva, sus calificaciones eran excelentes —algo que ella negaba verbalmente—, y tenía un trabajo de medio tiempo tres días a la semana; de los cuales dos eran después de la escuela. No tenía claro cuál era, pero pensaba averiguarlo hoy mismo.

   Evadí a Violet durante el resto del día. En cambio, estuve con Fiona, Jane y Austin; e incluso me encontré a Wally en la cafetería. Almorzamos todos juntos y en cuanto las clases terminaron, tomé una decisión.

   Violet no se iba en coche hoy, pude verlo cuando salió rápidamente del colegio y observó a su alrededor para ver si nadie la seguía. Es decir, yo debía ser cuidadoso si lo hacía.

   Esperé a que cruzara la calle y caminara unos metros para poder hacer lo mismo. Caminé detrás de ella a una distancia razonable, en silencio y mirándola en todo momento. No podía perderla. La tía Maggie, si me viera en esta situación, diría que estoy enfermo, y seguramente tendría razón, pero si alguien me desafiaba, incluyendo a Violet, tenía que responder.

   Ella dobló a su izquierda y yo corrí hasta la esquina para mirar hacia dónde iba. Por suerte, se detuvo frente a un local y entró. Automáticamente me encaminé hacia allá, y cuando leí el cartel, me quedé totalmente asombrado.


VETERINARIA GATTERS

Rescate animal, cuidados necesarios, esterilizaciones y adopciones


   No creía lo que mis ojos veían, así que seguí caminando hasta que me detuve en una de sus ventanas. Allí estaba ella, con su pelo en llamas suelto y sus ojos grises, sosteniendo a un pequeño can entre sus brazos y acariciando su cabeza; con una sonrisa en la cara. Violet Gold era voluntaria en el rescate animal de la calle y lo escondía de su vida por alguna razón.



   Apenas entré a la casa, la tía Maggie corrió hacia mí.

—Nos han invitado al evento de Gold Business esta noche —exclamó, ansiosa—. Tienes un buen esmoquin, ¿verdad?

—Sabes que sí —suspiré. El único que tenía lo había utilizado en el funeral de mis padres—. ¿Por qué estás tan entusiasmada? Es una fiesta aburrida, con personas sofisticadas aburridas.

—Y nosotros somos nuevos en la ciudad, por lo que vamos a ir para conocer más sobre este lugar —terminó Maggie, con una mirada seria.

   De hecho, no me quejaba en absoluto de ir a la fiesta. No quería soportar a la gente, pero si eran los Gold quienes realizaban el evento, entonces Violet andaría cerca y eso sería algo bueno para mi pasatiempo de encontrar cada uno de sus secretos.

   Y dicho de esa manera, parecía un asqueroso acosador como ella me creía. Mierda.



   No hice mucho durante la tarde, por lo cual cuando la noche llegó comencé a prepararme antes de tiempo. Maggie había dicho que una de sus nuevas vecinas pasaría a buscarnos en coche, así que no tendríamos que tomar el bus o algo por el estilo; no tuve objeciones en cuanto a ello.

   Me duché y me puse el esmoquin negro con la camisa blanca y la pajarita muy a pesar de mis recuerdos en el cementerio vistiendo este traje. Lo último que quería pensar era en ello, pero Maggie no me había dado mucha elección cuando dijo que nos presentaríamos allá.

   Media hora más tarde, ya estábamos ambos listos: Maggie había elegido un vestido simple de color negro y yo no tenía mucho que decir; generalmente, mamá se encargaba de que ella luciera fantástica en esta clase de eventos allá en casa.

—Te ves bien —me dijo ella cuando me vio en la sala de estar, sentado en el sofá.

—Tú también.

—Oh, no te molestes en mentir. Los dos sabemos que Ginna lo hubiera hecho mejor, yo... Yo no sé lo que estoy haciendo.

   Tomé una respiración profunda. Si era cauteloso ahora, podría terminar haciendo que Maggie aceptara la realidad.

—Maggie... A mí también me duele, ¿sabes? Ella era mi mamá. Ninguno de los dos estaba preparado para recibir esa noticia, quiero decir, ¿qué chico adolescente está listo para perder a sus dos padres? Y tú, a tu hermana. No es justo, sigue sin serlo; pero tenemos que...

   Y antes de que pudiera siquiera finalizar la frase para llegar a ella, el timbre sonó en mis tímpanos como si fuera la cuenta regresiva que había quedado en el último dígito de una bomba por estallar.

—Ah, esa debe ser Cecile —interrumpió Maggie, dirigiéndose a la puerta.

   Y la bomba estalló.

Silver and GoldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora