Al momento de la cena, Thomas Gold decidió que sus "invitados especiales" se presentaran en el comedor.

   No sabía de qué iba todo el rollo.

   Apenas entré al salón, junto a Maggie, visualicé a Zoe colocando las copas sobre la mesa. Subió su mirada café y me brindó una sonrisa de complicidad.

   También le devolví el gesto.

   Anna entró también, saliendo desde la cocina.

—Ah, ya están aquí, perfecto —musitó—. Pueden tomar lugar en donde gusten, pero el señor Gold tiene preferencias respecto a la cabecera.

—Así que ni se les ocurra ocupar el sitio a no ser que quieran ser arrojados al calabozo —argumentó Zoe.

   Anna soltó un graznido.

   Zoe reprimió una carcajada, cosa que también hice yo.

—Y usualmente la señora Gold se sienta junto a él, del lado izquierdo —continuó Anna, mirando de forma reprobatoria a su ahijada—. Tal vez, al ser la primera vez, quieran...

   Pero Maggie se adelantó, sacudiendo la cabeza con emoción.

—Está bien, muchas gracias señorita Anna.

   La mujer se quedó petrificada en su sitio. Lo comprendía, por lo que me había contado en los jardines, ella nunca había obtenido la misma cantidad de respeto en su vida que el que obtenía la familia en cuestión. Que la llamaran "señorita", como ella llamaba a Violet, debía ser algo radical.

   Zoe también notó aquello y sonrió de costado.

   Fue mi tía la que rompió aquel momento, dirigiéndose a la silla del lado derecho de la cabecera de la extensa mesa de madera pulida. Se acomodó en la silla y se enderezó.

   Yo, soltando un suspiro, ocupé el asiento contiguo al de ella.

   No fue demasiado tiempo el que nos quedamos allí, a la espera, para cuando distinguimos la familiaridad del rostro de Violet aparecer por el umbral.

—Buenas noches —saludó, sentándose frente a mí.

—Hola —también dije, intentando buscar en su mirada o en su comportamiento corporal algo que me confirmara que se encontraba bien.

   Pero no vi nada. Era como si se hubiera encerrado en sí misma una vez más, sin permitirme avanzar más allá de lo que ella mostraba a la comunidad.

   Raven e Ivonne aparecieron segundos después. Raven se sentó junto a su hermana, en diagonal a mí, e Ivonne tomó asiento —como había dicho Anna— junto a la cabecera.

—Hey, ¿qué onda, Max? —acotó Raven.

—¿Raven? Modales —su madre la reprimió.

   Fruncí el ceño.

   Raven tomó una inhalación.

—Buenas noches, Max. ¿Cómo te has encontrado en tu estadía? —se corrigió la niña. Y quise soltar una risotada.

   Decidí jugar al juego también.

—Me he encontrado sumamente cómodo, señorita Raven. Daré mis buenas recomendaciones a los habitantes de la ciudad, puedo garantizar que se lo tomarán con calma y gratitud.

   Violet soltó una risotada y automáticamente se cubrió la boca.

   Raven se encontraba mordiéndose el labio inferior para evitar reírse también. Y cuando fijé la vista en Ivonne, encontré la reacción esperada: furia.

Silver and GoldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora