Capítulo Treinta y uno
Tarquinia, Italia
19 de Septiembre, 2003
Se despertó por el sonido de unos pasos continuos, iban y venían de un lado a otro en alguna parte afuera de su habitación, era bastante molesto, pero sabía que de todas formas debía levantarse para comenzar con sus funciones como caporegime muy temprano, comenzó a tantear a su lado en busca de Rubí quien desde el día anterior se había empecinado en dormir en su cama apelando de que había sido él mismo quien se lo había puesto como condición. Ni siquiera entendía por qué ella había decidido quedarse, pero de todas formas no se estaba quejando.
Se reincorporó bruscamente cuando notó que estaba solo en la habitación y que seguramente la persona que estaba caminando de un lado a otro no era más ni menos que Rubí, se preocupó al instante, ya se podía esperar cualquier cosa de esa muchacha, pero cuando abrió la puerta la verdad es que no se sintió para nada acorde a la escena. Pensó que Rubí estaría hablando sola, quizás con contradicciones en su cabeza o haciendo ruido en función de despertarlo, incluso hasta podría estar entrenando o revisando las habitaciones del corredor, pero a comparación de ello estaba hablando por teléfono, ida y vuelta mientras escuchaba con atención y luego respondía en un italiano fluido.
—De acuerdo, sigue informándome al respecto —dijo de pronto cortando la llamada y deteniéndose en la baranda del segundo piso que definía la escalera y el pasillo de las habitaciones.
Se comenzó a acercar para comprender lo que estaba haciendo y solo a unos cuantos pasos notó que Rubí tenía una libreta en sus manos en que anotaba efusivamente algunas cosas que parecía enumerar. Intentó hablar, o aunque fuera saludar, pero de inmediato Rubí alzó un dedo en señal de espera y marcó nuevamente su teléfono llevándolo a su oreja hasta que al parecer alguien contestó desde el otro lado.
—Informe de Tuscania —demandó y al segundo volvió a retomar su caminata de un lado a otro en el pasillo.
Esperó en silencio mientras ella parecía escuchar atentamente, no tenía ni la menor idea de lo que estaba haciendo, pero por alguna razón le pareció bastante interesante el observarla con detención. Se veía seria, incluso podría apostar que estaba siendo madura y profesional ante un trabajo que Rubén desconocía, pero aquello no le quitaba lo hermosa... Se sacudió a si mismo cuando ella volvió a verlo cortando la llamada, debía contenerse, no podía ser tan estúpido como para convertirse en alguien débil ante una mujer, debía aprender a lidiar con ello hasta que por lo menos pudiera saber cómo detener toda esa absurda obsesión que estaba comenzando a tener por Rubí.
—¿Qué es lo que se supone haces? —cuestionó con los brazos cruzados.
—Trabajo —respondió Rubí con simplicidad agitando la libreta. —Estoy haciendo mis rondas matutinas, necesito estar al tanto de todas las guardias que hago para saber que está todo en orden.
—¿Siquiera eso tiene sentido? —contrapuso asombrado.
—¿Por qué no lo tendría?
—Los asesinos, sicarios o numerale, como quieras llamarlos, no trabajan en la seguridad de casa, eso lo hacen los soldados, no eres la jefa de seguridad de los Felivene, Rubí.
—¿Qué ocurre si lo fuera? ¿Mi rango cambiaría?
—No estoy seguro de que puedas ser algo más que un numerale —se encogió de hombros dándose la vuelta para volver a su habitación, era demasiado temprano para comenzar con todo el trabajo y no se daría el gusto de acortar sus horas de sueño. —Vuelve a la cama, Rubí, necesitas descansar.
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Rubí // Killer I: La Joya.
ActionEn un mundo en el que no se puede confiar en nadie, ella llega sin armas ni memoria para defender al sottocapo de una familia mafiosa en Italia. En un mundo en el que en realidad nadie la dejará participar, tendrá que demostrar con sangre y sudor, q...