Capítulo Tres

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Nota: Las palabras en cursica dentro de un diálogo representa que están hablando en italiano.

Capítulo tres

Camino a Viterbo, Italia.

17 de marzo del 2003.

Había logrado salir del despacho de su padre sin que ninguno de sus hombres lo matara, había arrastrado a Rubí desde el brazo por toda la mansión intentando alejarla lo más posible de Don Basilio Felivene hasta llegar a su habitación. Era un acto de niño pequeño, pero estaba consciente que aquel lugar era el único que lo podía salvar de los ojos de su padre, cerró la puerta sin importar el hecho de que Roger quedara afuera y con una fuerza desmedida tiró a Rubí sobre la cama para empezar a caminar de lado a lado en la habitación.

No podía creerlo, había desafiado a su padre por una muchacha que literalmente no conocía ni su nombre, lo más sorprendente era que su padre no había tomado cartas en el asunto, pero era probable que su venganza se manifestara mañana en la pelea con Rubén, para su familia ningún insulto de esa magnitud podía quedar impune, por lo que seguramente lo que esperaría a Rubí mañana no sería nada grato.

—¿Qué es lo que te preocupa tanto? —preguntó la mujer haciéndole recordar su presencia.

Estaba sentada en la orilla de la cama sin nada más que su lencería negra, su vestido y zapatos estaban tirados a un costado, mostrando todos los rastros de cicatrices y nuevas heridas mientras sus pies sangraban, la miró de pies a cabeza y aún no comprendía qué de ella lo había hecho confiar, era una minúscula mujer, no podía significar mucho precio, podría venderla como prostituta o incluso dentro de los tráficos de asiáticas, claro que sacaría buen dinero, pero por otro lado aquella mujer había matado a tres hombres en una noche, hombres que en parte sí eran unos ineptos se defendían bastante cuando se debía pelear en los subterráneos.

—¿No me dirás? —volvió a cuestionar la muchacha moviendo sus pies hacia adelante y hacia atrás en un vaivén.

Se volteó en busca de un botiquín, si seguía de ese modo ella terminaría manchando toda la alfombra con sangre, pero lo que más le llamaba la atención era que ella no parecía expresar ni un gesto de dolor ante lo malograda que estaba.

Se volteó reencontrándose con su mirada sobre él, sus ojos negros de cisne parecían brillar cuando se encontraban con los suyos. Bajó su vista para no centrarse demasiado en ella dejando en el suelo el botiquín.

—¿Qué edad tienes, Rubí? —preguntó Biago dejando una rodilla contra el suelo y la otra doblada para inclinarse y comenzar a limpiar las heridas de sus pies.

Ella lo observó atentamente mientras pasaba algodón con alguna clase de agua oxigenada por sus heridas, ardía, pero era tolerable.

—No tengo ni idea —respondió al cabo de unos segundos.

—Pareces joven —susurró demasiado concentrado en su trabajo. —¿Tendrás unos 20 años?

—Tal vez.

Biago alzó su mirada encontrando sus ojos otra vez, ella realmente no recordaba nada o definitivamente era una muy buena mentirosa. No podía confiar en alguien así, se lo habían enseñado desde un principio, no podía creer que en lo que llevaba del día ya había quebrantado más de 10 mandatos de su organización y solo por una mujer de labios rojos.

No, trató de convencerse, no lo hacía por ella lo hacía por él mismo, él era el que importaba en aquel lugar, él y su vida. Si hacía todo eso era porque necesitaba de una vez por todas poder caminar tranquilo sin que tuviera que preocuparse porque alguien pudiera apuñalarlo por la espalda, pero entonces entraba la duda; ¿Esa pequeña mujer sería realmente la respuesta a sus problemas?

Rubí // Killer I: La Joya.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora