Capítulo Treinta y tres

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Capítulo Treinta y tres

Viterbo, Italia

22 de octubre, 2003

Se despertó abrumada y con el corazón desbocado, el sueño no había comenzado para nada mal, pero luego... el dolor comenzó a volverse cada vez más insistente, más insoportable y más... más aterrorizante. No quería que eso siguiera del mismo modo, no podía estar soñando todos los días con temor, al final terminaría optando por ni siquiera cerrar los ojos para que la imagen de una muerte, que estaba segura no había presenciado, se siguiera repitiendo.

Terminó por levantarse, eran las cuatro de la madrugada, seguramente todos estaban durmiendo o como era recurrente haciendo negocios poco factibles para la luz del día. Ni siquiera se preocupó por cambiarse de ropa o ponerse algo para el caso, con su lencería, cortesía de la Señora Fiore salió de su habitación muy dispuesta a escabullirse al cuarto de su querido amante... Oh Biago...

Desde que habían comenzado ese juego no se habían detenido encontrándose a escondidas casi todos los días, los besos a cada minuto subían de tono, pero lamentablemente las ropas siempre se interponían, no podían llegar a más, lamentablemente, y eso había sido un acuerdo mutuo. Rubí no recordaba si es que había tenido sexo en alguna otra oportunidad de su pasado, pero estaba segura que no sería su primera vez, aunque sabiendo eso no aminoraba el deseo ni las ganas de estar con ese hombre.

Caminó con calma por el corredor pasando desde su habitación hacia las escaleras. Estuvo a punto de pasar la puerta de la biblioteca para ir a las habitaciones familiares cuando escuchó ajetreo en el primer piso. Había algunos pasos y una voz lejana, sintió curiosidad, y vamos, estamos hablando de Rubí, jamás se quedaría con las ganas de comprobar qué ocurría. Sabía de antemano que no había peligro, incluso yendo desarmada, sabía que no podría haber alguien contra quien luchar puesto que se había cerciorado de todo antes de ir a acostarse y tener esa estúpida pesadilla.

Bajó cuatro escalones, pero no pudo seguir, Flavio estaba caminando por el costado izquierdo del primer piso con el celular en su mano mirando hacia el frente con un enojo evidente, decidió sentarse a escuchar la conversación algo que no estaba bien visto, pero no era como si fuera a discutir valores éticos a esas alturas de la noche.

—Mi amor, mi amor, escucha, por favor, relájate, lo haremos bien, ¿de acuerdo? Solo tienes que estar tranquila, me encargaré de ello... —intentó calmar a la otra persona desde el otro lado del teléfono, pero al parecer no lo estaba logrando, puesto que, quien fuera, lo había vuelto a interrumpir teniendo que mantenerse callado.

Podría ser Dane, claramente podría estar hablando con su prometida, pero teniendo en cuenta que ella estaba ahí seguramente en una de las habitaciones, no tenía ni un poco de sentido que la estuviera llamando.

—Bien, de acuerdo, lo haré, lo comprobaré, no te preocupes, mi amor... ¿Dane? No, está durmiendo... No, todos están durmiendo, mi amor... Oh, claro... —sonrió. —Iré de inmediato, nos vemos ahí, te amo, preciosa.

Cortó la llamada y soltó un suspiro forzado, caminó a un lado del pasillo tomando algo y desapareció por la puerta principal de la casona yendo a quien sabe dónde. Rubí suspiró, podría ir detrás de él y averiguar quién rayos era su amante, sería divertido tenerle un secreto a Flavio con el cual tranzar una tregua, porque siendo sinceros se odiaban a más no poder y cada que se encontraban, palabras bonitas nunca habían. Pero por otro lado no había nada interesante en saber aquello y comparándolo con ir junto a Biago bajo las sábanas, claramente no había donde perder.

No lo pensó más, se levantó de la escalera y corrió hasta la habitación del sottocapo encontrándolo con su pecho desnudo y las sabanas cubriendo su virtud en la parte baja. Suspiró aunque aquello realmente podría confundirse con un gemido, Biago tenía los ojos cerrados, pero parecía que estuviera mirando el cielo de su habitación, seguramente se habría quedado dormido con mil pensamientos en su cabeza, ese hombre no tenía un interrumpor para apagar su cerebro, pero incluso así le encantaba.

Rubí // Killer I: La Joya.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora