Capítulo Cuarenta y uno

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Capítulo Cuarenta y uno

Palermo, Italia

20 de enero, 2005

Había sido mandada a llamar hacía dos días, pero no había podido acudir con la rapidez que su padre le pidió, tenía trabajo mucho más importante que hacer, por lo que le pareció inaudito que su padre conociendo todo lo que debía hacer la interrumpiera en el apogeo de su esfuerzo. Solo tenía que ver como estaban funcionando las cosas en la casona Felivene para notar que estaba pronto a obtener todo lo que quería, solo un poco más, solo necesitaba unos días más y entonces obtendría sin mucho esfuerzo el control completo de aquel lugar.

Biago se había convertido en Don como ya había esperado en un comienzo, pero su inexperiencia le jugaría en contra y ya tenía todos los detalles preparados para ser ella quien lo haría caer, sería un sufrimiento lento, casi imperceptible, pero que lo agotaría de tal forma que en menos de seis meses ya podría sacarlo del mapa sin que nadie lo notara. No habría mucho trabajo después de eso, claramente Flavio tendría que tomar el control de la familia y de la mano iría ella a obtenerlo todo, y a comparación de Agata ella sí tendría poder, puesto que el trato que había hecho con Flavio al descubrir su homosexualidad había sido más que beneficiosa para sí misma.

Se sentía regocijada cada vez que pensaba en aquel día, estaba orgullosa de sí misma y esperaba que su padre también lo estuviera cuando se enterara de todas sus buenas decisiones. Caminó con confianza por el pasillo con alfombra roja que la llevaba hasta la oficina central de su padre en la casona Vitelo ignorando por completo a todos los guardias que se inclinaban a saludarla con respeto, era lo menos que esperaba de aquellos hombres. Pero cuando abrió la puerta de la oficina la mirada de su padre no vaticinaba nada bueno.

—Ya estoy aquí, padre —anunció con cuidado notando que Gioto no levantó su mirada de unos papeles sobre el escritorio.

El jefe de los Vitelo se levantó de su silla y caminó hasta la zona de licores, en silencio se sirvió una copa de ron añejo con una tranquilidad medida, mientras Dane se quedaba detenida en la puerta esperando a recibir la orden de avanzar. No la obtuvo, incluso cuando su padre se volteó dando un largo trago a su copa no obtuvo ninguna palabra de él, la observó con cuidado afirmándose en su escritorio a una corta distancia de ella que parecía inamovible en su lugar.

—Puedo saber... —intentó, pero de inmediato se sobresaltó cuando la copa que tenía su padre fue lanzada y estrellada al lado de su cabeza, se rompió en mil pedazos, donde algunos se alojaron en su mejilla haciéndole sentir como comenzaba a arder, mientras que los restos se desparramaron en la alfombra.

Cerró los ojos sabiendo con demasiada certeza lo que seguiría. Su padre en dos pasos llegó hasta ella dándole una cachetada en la misma mejilla con los pedazos de vidrio, la golpeó nuevamente hasta hacerla caer al piso afirmándose en los restos de la copa y luego la tomó del pelo hasta arrastrarla hacia su escritorio. Solo ahí la soltó yendo a sentarse nuevamente.

—Observa esto, Dane —le indicó con calma en su voz, pero con evidente agitación tras los golpes a su hija. —¡Te dije que observaras esto! —gritó cuando Dane no parecía dispuesta a abrir sus ojos.

Temblando se arrodilló en el suelo recargando sus manos con sangre sobre el escritorio, se intentó reincorporar lo que más pudo abriendo sus ojos con lágrimas en ellos lo que le impedía ver con claridad a lo que su padre se referiría.

—¿Me puedes decir lo que significa esto, Dane? —exigió Gioto Vitelo dando golpes sobre los papeles que la obligaron a encogerse en su lugar.

—Papá... —susurró, pero de inmediato Gioto se levantó para ir hasta ella.

La tomó de un brazo alzándola hasta colocarla de pie y soltarla para atrapar su cuello con la misma mano, presionó con furia haciendo que sus ojos se volvieran a empañar.

Rubí // Killer I: La Joya.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora