Capítulo Treinta
Viterbo, Italia
15 de septiembre, 2003
—¡Muévanse, cabrones, que si ni siquiera soportan esto entonces no tienen nada que estar haciendo aquí! —gritó Rubí obligando a que el grupo de soldados que estaba midiendo continuaran con el ejercicio físico, en ese momento estaban haciendo lo más fácil según sus expectativas que era correr.
—¿No crees que eres un poco dura? —la voz de Rubén la hizo voltear de inmediato con una sonrisa real en sus labios.
—¡Volviste! —exclamó tirándose a sus brazos haciéndolo reír de inmediato.
—Creo que me extrañaste —comentó el francés dejando un beso en su frente y bajándola a sus pies.
—Un poco.
Ambos se voltearon para ver al grupo que seguía corriendo, debía ser una hora ya, pero Rubí quería que superaran sus límites por lo que a pesar de que la hora había terminado hace dos minutos no les anunció que se detuvieran. Claramente ya habían algunos que solo estaban caminando por el sector, otros que parecían querer arrastrarse en el pasto y solo unos pocos que aun mantenían su ritmo de trote.
—Creo que los de allá tienen futuro —indicó a tres que aun podían soportar.
—Los quiero —aceptó Rubén sacándole una carcajada a Rubí.
—¿Crees que esto es una feria de compras? Estos son los hombres de Franco, lo siento, ya están apartados.
—Bien, deja de hacer sufrir a los pobres y dame un poco de tu tiempo.
—De acuerdo.
Tomó el silbato que traía en su cuello y lo hizo sonar indicando a los hombres que por fin podían descansar a lo que de inmediato los más cansados se botaron en el pasto y los que aun parecían poder soportar avanzaron con tranquilidad hacia las duchas.
Una vez lista Rubí se volteó para caminar junto a Rubén hacia la casona, la verdad era que sí lo había extrañado bastante, esas semanas él había tenido que comenzar a acomodarse como caporegime en la locación que se le había asignado así como también lo estaban haciendo los demás. También había tenido que reacomodar a sus soldados y conocer a los pocos que habían sobrevivido al desastre de los anteriores, Rubí estaba segura que Rubén lo estaba llevando bastante bien en su nuevo cargo, de hecho había escuchado el comentario de una de las cocineras que había ido a su nuevo hogar, decían que él había nacido para ese cargo. Por alguna estúpida razón ella se sentía orgullosa y más que satisfecha con todo lo que estaba logrando su amigo.
—¿Qué es lo que te falta entonces? —preguntó mientras Rubén le contaba todas las cosas que ella ya sabía.
Claramente no le diría que había estado al pendiente de todos sus movimientos, eso se lo llevaría a la tumba, por lo que había dejado que él se explayara con todos los detalles que al parecer lo tenían bastante feliz.
—Supongo que buscar una esposa que me apoye en los negocios —se detuvo quedando unos metros detrás de Rubí quien no quería reparar en sus palabras más allá de lo que significaban.
—Eso suena bien —comentó dándose la vuelta y caminando de espaldas para que él continuara. —Seguro si le dices a Basilio él te enviara alguna buena chica —sonrió, pero por algún motivo no sintió que fuera real.
—No lo entiendes, ¿verdad? —murmuró dando grandes zancadas hasta llegar junto a ella.
Estaba a punto de decir algo mientras sus manos iban a su rostro cuando Rubí sintió los pasos de alguien más por detrás, Rubén elevó la mirada detrás de ella frunciendo el ceño de inmediato por lo que de mala gana tuvo que voltearse, para encontrar a ese guapo hombre que tenía un aire de superioridad que la hacía reír sarcásticamente, él definitivamente tenía que aprender muchas cosas para su gusto.
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Rubí // Killer I: La Joya.
AçãoEn un mundo en el que no se puede confiar en nadie, ella llega sin armas ni memoria para defender al sottocapo de una familia mafiosa en Italia. En un mundo en el que en realidad nadie la dejará participar, tendrá que demostrar con sangre y sudor, q...