Capítulo Diez.
Roger observó los documentos que tenía en su mano y esperó con bastante paciencia que Biago saliera de la oficina de su padre. Por primera vez no lo habían dejado entrar ahí, como siempre que cuidaba del sottocapo, por primera vez los hombres más importantes de la familia se encerraron mientras ningún otro soldado o capo los acompañaba. Esperó lo suficiente sin hablar, estando tranquilo y en una posición de descanso que había aprendido años atrás en las fuerzas especiales, a su lado derecho un soldado estaba esperando también, pero a los minutos cuando Donato Greco se acercó, la tranquilidad desapareció. Roger y el otro soldado se acercaron a la puerta cerrándole el paso.
—¿Qué hacen, par de imbéciles? —exclamó Donato, le encantaba hacer enojar a ese hombre, sacarlo de sus casillas, pero esto no era parte de la inmadurez.
—El Don no quiere que nadie entre mientras habla con el Sottocapo —dijo el soldado a su lado, claramente Donato no se quedaría tranquilo, ese hombre se creía incluso más importante que Biago, algún día alguien le haría ver su lugar.
—Yo no soy cualquiera, bastardos, muévanse.
—Lo sentimos, señor —el soldado se inclinó y volvió a su posición mirando hacia el frente sin quitarse del camino.
Roger sonrió, ni siquiera había sido su idea, era realmente una orden y claramente la respetaría al cien por ciento si eso lograba hacer enojar al consejero del Don. No estaba seguro cuando había empezado a odiarlo, tal vez fue aquella vez que intentó que traicionara a su jefe o tal vez cuando vio como hacia cosas a espalda de la familia Felivene, no estaba seguro, pero sabía que no podía hacer mucho más que conservar su posición y vigilarlo de cerca.
—¿Qué tienes ahí? —nueva táctica al parecer, Roger solo bajó la mirada a sus manos con la carpeta con la información que estaba organizada y lista para ser mostrada al Sottocapo algo que claramente no tendría que importarle a un simple consejero.
Se mantuvo en silencio, lo suficiente como para reír a la próxima rabieta que haría el dichoso Consigliere cuando se le acabara la paciencia, pero lamentablemente la función tenía que detenerse, la puerta se abrió mostrando a Biago con un semblante serio como siempre que salía de hablar con su padre, seguramente con un montón de cosas en las que pensar.
Entonces los soldados se movieron a un lado dejando pasar al Sottocapo, ni siquiera se preocuparon por la presencia de Donato, ambos, Roger y Biago salieron por el pasillo alejándose de los relinches del Consigliere. Cuando por fin hubo una distancia prudente Roger se permitió reír, como le hubiese encantado quedarse un poco más para regocijarse con la cara de enojo del imbécil.
—¿Qué te ocurre? —preguntó Biago caminando a su lado.
—Lo siento, Señor —se recompuso y le entregó la carpeta mientras caminaban por la mansión. —Ahí están todos los documentos sobre el embarco, también el itinerario, en un mes estará en Taiwán siendo repartido, las cajas caerán a sus dueños y tendremos que viajar a algunos lugares para la transacción final. También envié una copia a los Sottocapos de Camorra. Exceptuando a la familia Misso, todos están dentro.
—Bien, ¿Organizaste las salidas?
—Está todo dentro de la carpeta, señor.
—¿Crees que Rubí esté lista dentro de un mes?
—¿Pretende llevarla? —Biago se encogió de un hombro, como si realmente aquello no le importara, pero desde que había llegado aquella muchacha, Roger había visto los cambios, a Biago le importaba incluso más que su propia vida aquella mujer, solo que aún no lo había descubierto. —Es probable que lo esté, Señor.
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Rubí // Killer I: La Joya.
AçãoEn un mundo en el que no se puede confiar en nadie, ella llega sin armas ni memoria para defender al sottocapo de una familia mafiosa en Italia. En un mundo en el que en realidad nadie la dejará participar, tendrá que demostrar con sangre y sudor, q...