Especial #4

403 44 7
                                    

[Especial: Una semana en Roma]

Roma, Italia

19 de abril, 2004

Hacía una semana y media que le habían informado la desaparición de Rubí, y lamentablemente no era parte de los planes de su padre, habían decidido que esta semana sería en la que Rubí partiría a Calabria; No antes ni después. Ellos se encargarían de simular el viaje de Rubí como una desaparición, pero no contaron con que ella misma partiría antes de lo previsto para dejarlos a todos con la angustia de no saber su paradero.

La verdad es que lo últimos meses Rubí se había comportado muy diferente a lo acostumbrado, estaba callada y muchas veces mostraba sonrisas tenebrosas que no auguraban nada bueno. Había tenido la mala suerte de no poder estar con ella en ese tiempo por los malditos trámites del matrimonio, pero le había encargado explícitamente a Roger que la cuidara, las pocas veces que logró verla ni siquiera tres palabras pudieron cruzarse, entre el hecho de que estaba ocupado y además de que Rubí no parecía para nada dispuesta a hablar con él.

La comprendía, de cierta forma entendía el dolor por el que estaba pasando, él mismo había sufrido de esa forma años atrás con la pérdida de Alessia, él mismo había cambiado por completo su actitud ante la vida, pero lo que no le calzaba era el hecho de que Rubí siendo una asesina pudiera afectarle tan exageradamente, quizás la quería juzgar de otra forma, quería verlo de tal manera en que no le volvieran unos celos estúpidos sobre un muerto, pero ya el tiempo estaba pasando y tendría que aceptarlo, al parecer Rubén había significado más que un simple compañero de trabajo para Rubí y por más que no lo quisiera aceptar ella había sido afectada a tal forma que no volvería a comportarse como lo hacía antes. No estaba seguro si es que extrañaría a esa Rubí tierna y animada que siempre quería saberlo todo o que insistía en ir a su lado, no estaba seguro si realmente desearía que volviera a ser esa chica impertinente que luchaba por tener un lugar en la familia, pero de lo único que estaba seguro es que incluso si es que Rubén no hubiera muerto, muchas cosas cambiarían tras su matrimonio con Agata.

Suspiró, todo era realmente un problema en ese momento, habían tantos conflictos dentro de su casa entre la especulación de un posible atentado a su familia, como su propia amenaza de muerte a cuestas, que no podía comprender aún cómo es que su padre creía que el casamiento sería la única solución, pero incluso consciente de que era una estupidez ya estaban demasiado complicados como para que se las diera de hijo rebelde y comenzara a estar en contra de los mandatos del Don, así que de mala gana ahí estaba, abriendo la puerta de su habitación en el hotel consciente de que al día siguiente comenzaría la cuenta regresiva, era la etapa en que las invitaciones oficiales eran entregadas, solo para tener constancia de cuántas personas realmente debían ir a la ceremonia, una formalidad sin sentido puesto que desde que el compromiso había comenzado ya estaban todos enterados, pero nuevamente no reclamaría, puesto que sabía que eso solo sería un escape, un respiro de por lo menos una semana para prepararse mentalmente al encierro voluntario en la casona.

—Que tenga un buen descanso, Señor —le deseó Roger una vez abrió la puerta. Vio cómo su Mano Derecha partía hacia su propia habitación permitiéndole adentrarse por su cuenta.

Ni siquiera tuvo el deseo de encender las luces, tiró su maleta a un lado y caminando con lentitud se quitó la chaqueta y los zapatos para llegar hasta la cama y descansar de una vez. Cuando encontró su objetivo se lanzó literalmente haciendo que esta se balanceara un tanto, cerró los ojos dispuesto a dormir justo cuando sintió unos suaves pasos acercándose. Abrió un solo ojo para encontrar al culpable de su interrupción, pero tuvo que incorporarse completamente para aceptar que lo que veía no era una alucinación.

—¿Quieres una copa?

Rubí estaba detenida en el marco que separaba la habitación con la sala de descanso, tenía dos copas de whisky en sus manos y una sonrisa de satisfacción muy diferente a lo que había visto los últimos meses, creyó que estaba soñando, seguramente ya se había quedado dormido y había caído fácilmente en un sueño profundo, pero cuando esa mujer comenzó a caminar, enfundada solo en su lencería negra, para luego recargarse sobre la cama con su rodilla y quedar a un solo centímetro de su rostro, no pudo evitar suspirar sintiendo su cercanía, su olor y su calor a su lado.

Rubí // Killer I: La Joya.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora