Capítulo Cincuenta y cinco

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Capítulo Cincuenta y cinco

Viterbo, Italia

20 de febrero, 2008

Reposicionar a la gente en Viterbo sería una larga travesía, recordaba antaño haber evaluado a todas las personas posibles de la organización, pero aun así hubieron muchos que la traicionaron y prefirieron irse donde el dinero sonara más.

Se preguntó entonces la forma en que las personas fueran más leales de lo que podría decir, pero hacía falta mucho más para que esa palabra no se quebrantara como era debido, estuvo toda la tarde y noche pensando en lo mismo, ya se estaba tardando demasiado en probar a la gente que Franco había colocado como caporegime y aún más a los nuevos reclutas que habían comenzado a llegar, pero no encontraba la forma en que aquella lealtad que decían tanto tener, perdurara en el tiempo.

—¿Qué crees que sea? —preguntó a Roger después de un largo silencio en que veían a los nuevos soldados disparar.

—Que tal vez sean unos inútiles y esta organización se caerá a pedazos —se burló Roger viendo como algunos soldados ni siquiera sabían tomar un arma.

—No, me refiero a lo que hace que te quedes y seas leal como un perro. ¿Cómo se logra que la gente sea parte y no se sienta aparte?

—¿Qué mierda con tu pregunta rara, Rubí? ¿Qué fumaste? —rió largamente, mientras Rubí lo observaba con detención.

Roger, Rubén en su momento, la gente de San Luca, Idara, incluso ella misma, habían sido perros alguna vez, pero que lentamente por voluntad propia habían decidido quedarse, estaba segura que había algo que los determinaba a quedarse y ser tan leales como si fueran realmente importantes en un lugar en el que parecieran no encajar. Estaba segura que ninguna de las personas que tenía en mente sería capaz de traicionar, porque estaba en su sistema y sus valores, pero ¿qué? ¿Qué era exactamente lo que hacía que eso no se quebrantara?

—Ser parte —escuchó de pronto a Roger.

—¿Ah?

—Sentirte parte de algo lo hace más importante que el solo hecho de cumplir órdenes —suspiró sacando un cigarro de sus bolsillos. —Si nos quedamos y somos leales es porque nos sentimos parte de esto. Mírate a ti misma, ¿no sientes acaso que encajas a la perfección con este mundo? Lo mismo sucede con todos aquellos perros que son leales y logran quedarse con nosotros cumpliendo órdenes y a la vez siendo fieles a la familia.

—Pero el cumplir órdenes y sentirse parte puede darse en cualquier familia que te dé dinero —reprochó Rubí quitándole el cigarro y rompiéndolo.

—Mh —Roger hizo una mueca y luego devolvió sus manos a sus bolsillos. —Es cierto, pero de nuevo, mírate tú, ¿qué es lo que te hizo quedarte en esta familia y no en otra? Y eso que has tenido la oportunidad de quedarte en San Luca con los calabreses, ¿por qué aquí Rubí?

—¿Por Biago?

—No —negó con cuidado y volvió a suspirar. —Se le llama pertenencia, ser miembro, afiliación, vinculo. Si todos estos imbéciles de aquí —señaló a los nuevos soldados aun en un intento por disparar—... tuviera al menos una cosa que los ligara a la familia, en donde dijeran esta es mi familia y son tan importante para mí como la madre que me parió, entonces se quedarían. Ser parte no es solo tener una meta en común, sino tener intereses, sentimientos, ideales y sensaciones que te dicen: es aquí y no hay nada que me pueda mover.

—Pero eso es muy complicado —rechistó Rubí.

—Es por eso que no se logra la lealtad por completo y solo con algunos pocos. Imagina la cantidad de soldados que tendríamos que atender más allá del dinero, no hay tiempo, ni espacio, ni interés de hacerlo.

Rubí // Killer I: La Joya.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora