Otabek es un alfa con un problema que no puede ignorar, una mordida que no debería estar ahí. Para resolver el problema tendrá que encontrar al omega que lo ocasionó, Yuri Plisetsky. Pero Yuri ha escapado y nadie conoce su paradero. Mientras lo b...
Bien... no adelanto mucho la trama aquí, pero se los debía, lols. Ermh... otayuri con todas las de la ley. La espera oficialmente ha terminado.
Media: Halo by Beyonce, cover by Danny Ntarlas
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Yuri no sabía qué hacer ni qué decir y eso de por sí, era raro. Tampoco se atrevía a levantar la vista demasiado, no quería arriesgarse a toparse con los ojos oscuros de su alfa.
No estaba enojado con él, todo lo contrario, sentía que apenas podía contenerse para subírsele encima y calmar la creciente molestia en su entrepierna. Eso lo hizo encoger el cuello y sintió la cara arderle.
—¿Yuri? Estás en otro mundo —exclamó Jean al verlo en la mañana luego que bajaran a desayunar.
—¿Qué?
—Pregunté que si dormiste bien. Te ves algo afiebrado —Jean venía caminando al lado de ellos con Seung tomado de la mano. El joven omega llevaba un abrigo demasiado grande para su talla por lo que era fácil adivinar que pertenecía al moreno de ojos claros.
—Dormí bien. No me estés molestando tan temprano —gruñó sin mucho veneno. Claro que había dormido bien y había pasado la maldita mejor velada de toda su vida, pero ahora se sentía tan extraño. Sintió la mano de Otabek en su espalda y el contacto lo hizo estremecerse. ¿Cómo demonios iba a soportarlo toda la mañana? Su cuerpo estaba demasiado sensitivo, cada toque, cada roce de Otabek ardía en su piel como si se estuviera quemando.
Pero adoraba esa sensación.
Era como si le hubieran puesto un hechizo que lo hacía reaccionar a todos y cada uno de los movimientos del moreno.
Cuando en vez de subir a la habitación la noche anterior, su alfa* preguntó por las llaves del auto, realmente pensó que lo harían allí mismo, pero Otabek lo dejó en el asiento del copiloto y no tardó mucho en sacar el auto del estacionamiento.
—¿A dónde vamos? —le había preguntado, pero Otabek no quiso decirle. No fue hasta veinte minutos más tarde que Yuri divisó lo que parecía era la costa. Así que lo estaba llevando a la playa. Otabek buscó un lugar alejado de los visitantes y allí estacionó el auto. Toda aquella zona era privada y parte del hotel por lo que no había demasiada gente. Apenas bajar del auto lo tomó de la mano.
—Dijiste que no podíamos hacerlo, ¿era por Seung? —Yuri asintió.
—Tenía miedo de que con sus feromonas como estaban su ansiedad empeorara y fuera más agresivo con nosotros.
—Pues ya ves que eso no sucedió. Solo necesitaba un poco de reconocimiento —caminaron tranquilamente hasta que se vieron en la necesidad de quitarse los zapatos a causa de la arena. El lugar era paradisiaco y relajante. La brisa marina mecía las hojas de las palmeras y los almendros que sobrevivían cerca de la playa. Los arbustos de hoja ancha, las llamadas uvas marinas creaban una especie de intimidad a escasos metros del agua, creando un camino de arena surcado de vegetación a un lado y de las olas al otro.