Otabek es un alfa con un problema que no puede ignorar, una mordida que no debería estar ahí. Para resolver el problema tendrá que encontrar al omega que lo ocasionó, Yuri Plisetsky. Pero Yuri ha escapado y nadie conoce su paradero. Mientras lo b...
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Otabek arribó al mundo humano exactamente a la misma hora que había desaparecido de su propio mundo, de madrugada. Al mirar a su alrededor no le pareció que fuera demasiado diferente. Podía identificar fácilmente lo que eran los negocios, las casas, las tiendas de comida. Todo era similar. La única diferencia era que el mundo de los humanos olía diferente. No había feromonas en el aire, de ninguna clase, además era como si hubieran descuidado los aromas del ambiente. El olor a humo y a basura le llegó y lo hizo torcer la nariz con disgusto.
Echó a andar hacia donde podía ver más luces y pronto llegó a un lugar bastante concurrido. Por el nombre y las luces de neón asumió que era un club o una disco. Se acomodó la mochila a la espalda, necesitaba un lugar donde terminar de pasar la noche donde no fueran a robarle las pocas pertenencias que llevaba. Asumía que sería igual que en su mundo, un recién llegado perdido de madrugada era la presa más fácil para robar.
Se dirigió al club, pero el hombre parado a la entrada le echó un vistazo y de inmediato le cortó el paso. Maldijo su suerte en esos momentos, pero no protestó, tan solo se alejó un poco. Al menos el área estaba iluminada. Se acomodó en una banqueta y se recostó de su mochila para esperar la luz del día mientras veía a la gente entrar y salir de aquel lugar.
A eso de las tres de la mañana un joven salió del club, saludando amigablemente al vigilante de la entrada y al parecer dándole algunas instrucciones que el hombre escuchó atentamente. Se notaba que tenía una disposición alegre y por un momento Otabek pensó que tal vez estaría algo tomado como para estar sonriendo a esa hora de la madrugada.
La brisa nocturna soplaba en contra del hombre revolviendo sus cabellos negros. Llevaba un paso bastante animado y al acercarse a donde él se encontraba el joven le sonrió.
—Buenas noches —le dijo llevándose dos dedos a la sien y saludando como si fuera un militar. Otabek devolvió el saludo por cortesía, incapaz de negarse a corresponder tanto buen ánimo. Entonces el hombre pasó de largo y la brisa nocturna le trajo su perfume. Cerró los ojos por instinto, de pronto el olor se le hacía familiar, se puso en pie de sin dudarlo y aceleró sus pasos hasta alcanzarlo, sujetándolo por un brazo. Unos ojos grises lo miraron con curiosidad dejándole saber que estaba actuando de manera extraña. Lo dejó ir con rapidez y se inclinó para disculparse.
—¡Lo siento mucho! Pensé... pensé que era alguien conocido —esperó a que el hombre aceptara sus disculpas, pero en lugar de eso lo escuchó reír.
—Pues, tal vez me conoces, soy bastante famoso por estos lugares. ¿Cómo te llamas? —Otabek se enderezó con lentitud. Se golpeó mentalmente al recordar que los humanos no reaccionaban ante los acercamientos repentinos de la misma forma que un alfa o un omega.
—Beka —decidió guardarse su verdadero nombre en el caso de que alguien que conociera pudiera alertar a Yuri de que estaba allí. No quería que el rubio se escondiera al saber que lo buscaban, ya sería difícil sin estar sobre aviso.