Otabek es un alfa con un problema que no puede ignorar, una mordida que no debería estar ahí. Para resolver el problema tendrá que encontrar al omega que lo ocasionó, Yuri Plisetsky. Pero Yuri ha escapado y nadie conoce su paradero. Mientras lo b...
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A la mañana siguiente Jean volvió a despertar con el aroma del desayuno en la casa. Esta vez Otabek había preparado crepas y extrañamente también olía a fresas.
—¿Preparaste crepas con fresas? —el moreno asintió y le entregó un plato lleno de crepas a las que les dejó caer un chorrito de sirope de chocolate por encima. Jean tenía un vago recuerdo de haber llenado la despensa con todo tipo de antojo, pero a él nunca le daba mucho tiempo para cocinar.
—Beka... ¿dónde aprendiste a hacer esto?
—Me enseñó mi mamá, ella es una omega muy talentosa —Jean le dio una mirada extrañada y Otabek se dio cuenta de lo que había dicho. —Quiero decir, un ama de casa muy talentosa... —los ojos grises de Jean captaron la leve tensión que se había formado en el cuello del joven, pero al cabo de un rato en silencio y luego de probar una de las crepas, decidió guardar la información para más tarde.
—¿Quieres que te muestre la ciudad? —preguntó entusiasmado.
—¿Y tu trabajo?
—Pedí la noche libre —Otabek se sirvió un plato de crepas y se sentó al lado de Jean, tomando un buen bocado y dando un agradable suspiro. Bajó las crepas con un poco de café.
—¿Te ausentas así nada más?
—Digamos que... tengo privilegios —Otabek se le quedó viendo, esperando que le explicara y Jean le dio una sonrisa algo pedante. —Soy dueño del club. Solo le pediré a uno de los gerentes que me cubra por esta noche —le pareció que Beka estaba impresionado y eso lo animó un poco más mientras recordaba que la noche anterior lo había besado.
—¿Iremos en tu moto? —preguntó el alfa con un brillo en sus ojos y Jean asintió.
—Puedo enseñarte a conducirla si quieres.
—Eso me gustaría mucho.
Desayunaron y Jean se puso sus mejores trapos, como solía decirle a su ropa de diario, una camiseta oscura, unos vaqueros desgastados, botas y una chaqueta de imitación de cuero con una corona bordada en la parte de atrás. Usualmente, cuando iba al club, se vestía un poco más llamativo. También tenía unos guantes que dejaban sus dedos al descubierto y que le prestó a Otabek cuando fue su turno de aprender a manejarla. Jean los había llevado al estacionamiento del club que era amplio y estaba vacío a esas horas.
Otabek cayó un par de veces al asfalto con todo y motocicleta, por suerte recibiendo solo un par de buenos machucones. Jean se apresuraba a llegar a su lado para quitarle la moto de encima y ayudarlo a ponerse en pie. Finalmente, luego de un par de horas, Otabek pudo dar una pequeña vuelta en la moto a baja velocidad. Se detuvo al llegar al lado de Jean y se quitó el casco.
En ese momento el hombre de ojos grises pudo apreciar la más brillante sonrisa que jamás le había visto al otro. Tenía un toque de sensualidad y hacía que se le marcaran levemente las mejillas. Deseó poder tomarlo por la nuca y besarlo allí mismo.