Castigo

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Bajo la mirada de su jefe confesó lo sucedido, no podía dejar que las demás sufrieran dicho castigo.Los ojos de Ezarel estaba a punto de desarrollar el poder de lanzar rayos láser, su mirada infundaba pavor.

—Bien.— Dijo el elfo mientras cruzaba los brazos.—Dado que te gustan mucho las duchas y encargarte de mi ropa. Vas a ser perfecta para mí.— Sonrió maliciosamente

—¿Co-cómo?— Lo miró con la boca abierta, aquellas palabras la confundieron durante unos segundos.

—Vas a ser mi "asistente personal". Es decir, una esclava. Harás todo lo que yo diga, cuando yo quiera y en el momento que lo ordene.—

Horrorizada por lo que se le venía encima, le empezaron a temblar las piernas. El elfo no tiene fama de ser alguien comprensivo, amable y menos aún sabiendo que era ella la causante de su desnudo exclusivo.


-FlashBack-

La cosa no había acabado tan mal para Ezarel después de lo sucedido en las duchas. Su amigo Nevra también había escuchado los gritos. El vampiro tenía la esperanza de encontrarse a alguna jovencita en apuros, pero nada más lejos de la realidad se encontró a dos jóvenes salir corriendo de allí a una velocidad inimaginable.

Dentro pudo comprobar a su amigo sin nada para cubrirse.

Estalló en una carcajada al verlo así.

—Idiota. No tiene gracia.—

—¿Así que las chicas han salido corriendo porque se asustaron al ver tu "monumento"?—

La risa de Nevra era tan escandalosa que el elfo ni siquiera podía hablar. Minutos después este le consiguió ropa y le pidió una explicación.

—Ni idea. De repente salí y no estaba mi ropa, ni toallas ni nada en los casilleros. Luego esas dos entran y luego echan a correr.—

—¿Crees que han sido ellas? Por cierto, ¿quiénes son?—

—Quizá, han venido muy rápidamente, no creo que fuera casualidad. —Dijo molesto mientras terminaba de colocarse la ropa.— Y sobre quienes son... Una es Meiling, está en mi guardia. La otra de cabello negro no tengo ni idea de quién puede ser.—

—¿Nueva?—

—Puede. Solo sé que como hayan sido ellas...lo pagaran el resto de su vida.—

-Fin FlashBack-


Cuando nuestra elfa se reunió con sus compañeras, estas no sabían si reír o sentir pena, pero seguro que lo segundo, nunca.

—No tienes suerte.— Rio Mei

—Lo que daría yo por ser su esclava—

—Si no te hubieras quedado, no hubiéramos tenido que ir Mei y yo a por ti.—

—No voy a ser tan tonta como para quedarme a que me pille. Pero os diré que pude contemplar perfectamente cualquier detalle de su cuerpo con estos ojitos. La forma, el tamaño...Color...— Se sentó al lado de Ran mientras seguía babeando por aquel momento.— Si quieres le digo que la idea fue mía y me encargo yo de hacer esas tareas para el jefazo.—

—No creo que sean las mismas tareas que tienes en mente.— Añadió Meiling.

Justo como dijo Mei, las tareas no iban a ser precisamente algo agradable. El elfo podía ser una persona realmente odiosa y malvada.

Cuando alzaron la mirada vieron como Kira y Lia se acercaban a ellas. Ellas que tan curiosas eran, venían por que existía un rumor de que un miembro de la guardia iba hacer de asistente personal de Ezarel.

—¿Quién de vosotras es la desafortunada?—Preguntó Lia.

—¿Por qué piensas que somos alguna de nosotras?—Dijo Halane.

Liadan miró a Kira, con una sonrisa cómplice.

—De una manera u otras siempre sois vosotras las que estáis planeando algo.— Esta vez habló Kira.

—Yo.— Respondió Ran.

Se echaron a reír. A pesar de todo este grupo se llevaba bien, pero disfrutaban mucho burlándose entre ellas. Amigas, menos mal.

—Esto se merece una celebración.— Dijo Lia con entusiasmo.

—Tú aprovechas cada cosa para celebrarlo.— Añadió Mei.

—Cierto. Hay que aprovechar cada oportunidad. Así que... ¿Qué preferís? ¿Habitación de alguna o nos vamos a los jardines?—

Después de la propuesta de Lia, decidieron que lo mejor sería ir a los jardines. Beberían y festejarían algo que no es digno de festejar, pero una fiesta, es una fiesta.

Así que el grupo de amigas avisaron a las demás. La noche prometía. El único problema es que estando el toque de queda sería algo complicado que no las pillaran en el acto.

Del odio al amor... y viceversaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora