Del odio al amor... y viceversa

Ciudad maldita.

<<Viana: Una elfa tranquila y tímida, prima de Ran. Es una chica que habla poco pero es de confianza y sabe escuchar cuando tienes un problema.>>

Pasados los tres días y noches, por fin llegaron a su destino, una ciudad, con un pasado oscuro y turbio. Los habitantes de allí no se parecían en nada a los que frecuentaban el C.G. Las pieles de todos ellos eran blancas, el sol apenas salía por allí porque las nubes siempre lo cubrían y la niebla era más frecuente de lo normal.

—Este sitio da mucho miedo.— Yachi se agarró a lo primero que pilló sin darse cuenta que era el brazo de su querido Valkyon. Se sonrojó y se alejó de él, por su parte, el muro indestructible sólo sonrió ligeramente.

—¿Por qué estamos aquí realmente?— Mei preguntó esperando que alguien respondiera.

—Debemos buscar un libro.— Respondió el elfo.

—¿Tanta gente para un libro?— Volvió a preguntar.

—No es un libro que esté en una librería, se dice que está en las mazmorras de aquel lugar.— Ezarel señaló dirección a un templo más alejado situado encima de una pequeña colina que lindaba con el pueblo. El elfo miró a Ran y sonrió de una forma traviesa.

—Por eso hemos traído tantos cebos.— Abrió los brazos con una sonrisa que cubría toda su cara.

—Serás...— La elfa lo miró de mala gana.

Estaba claro que se estaba refiriendo a ellas. Mientras que los jefes hablaban con el señor que regentaba el lugar donde iban a hospedarse, las chicas se instalaban en sus habitaciones.

—Este lugar es muy siniestro.— Dijo Yachi la cual miraba por de la ventana.

—Este lugar es perfecto para contar historias de terror.— Bromeó Mei que intentaba asustar a Yachi.

—Sigo pensando que somos demasiados para buscar un libro en el templo.— Comentó Ran mientras que se sentaba en una cama.

—¿Y si el libro tiene una maldición? Quizá hay fantasmas en el templo...—

Las chicas miraron a Shiro cuando dijo aquello, pensaron que quizá no estaba del todo equivocada, pero eso no lo descubrirían hasta que se adentren en el templo.

Esa misma noche, Valkyon decidió ir a explorar por el exterior del templo junto a Nevra. Ezarel, desde un lugar más apartado vigilaba el lugar.

—¿Puedes repetirme el "por qué" estoy aquí?—

—Eres mi asistenta, debes permanecer donde yo diga.—

—¿No será que tienes miedo? Además, hace frío. —

—Pues te aguantas, ya te advertí que tenías que estar preparada, no me has hecho caso.—

Al cabo de una hora los chicos seguían sin regresar, la mente privilegiada del elfo, ofreció la idea de acercarse más para comprobar que los chicos estuvieran bien.

—Que raro...— Ezarel miró hacia los lados sin encontrar rastro de los chicos.—No deberían irse muy lejos.—

—¿Crees que han entrado?—

Se quedó mirando las puertas del templo, pensativo, ¿Dentro? ¿Sin avisar? No sería propio de ellos sabiendo que esta misión podría ser peligrosa. De repente escucharon unos ruidos que venían de ese lugar lúgubre y sombrío. Rápidamente abrieron las puertas del templo y se adentraron, el lugar estaba algo oscuro, sólo iluminado por unas antorchas que había en la pared.

—Ezarel...—La elfa señaló a algo que había visto en el suelo.

—Es la bufanda de Nevra. Entonces, han entrado... Serán idiotas, ¿Por qué han entrado sin avisar?—

—¿Qué hacemos?— Ran cogió la bufanda y se quedó con ella en las manos, preocupada miró al elfo.

—Tenemos que ir a buscarlos, no sabemos que les ha podido pasar, pero tenemos que ir preparados. —

De repente volvieron a escuchar unos ruidos, no eran voces, más bien parecían rugidos de algo grande, muy grande y pesado.

—Vámonos...— Temblorosa se colocó detrás del elfo.

—Si quieres volver, hazlo pero yo voy a buscarlos.— Se adentró por un pasillo oscuro, no sin antes agarrar una de las antorchas para iluminar su camino.

Ran lo miró alejarse durante unos segundos, dudando en si ir con él o volver donde estaban las chicas, ninguna opción parecía segura, así que lo siguió.

—Estúpido elfo... ¿Por qué tienes que hacerte ahora el valiente?— Murmuró para sí misma mientras que aligeraba el paso hasta él.