Ahogando penas.

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Una noche larga en la taberna. Tres jóvenes "enamoradas" cada una a su manera de alguien, tres desesperadas que no sabían cómo llamar la atención de aquella persona que querían.

—Voto por deshacernos del beriflor— Ahogando sus penas, Mei ya iba por la sexta ronda.

—Voto por que dejes de beber.— Ran le quitó el vaso e indicó que era hora de irse ya.

Una vez fuera Halane y Ran llevaban a rastras a Meiling.

—¿Cómo puede comportarse de esta manera por un tio?—

—¿En serio, Halane?—

—¿Qué? Yo no me emborracho por Ezarel.—

—Es lo único que te faltaba...—

—¿Qué insinúas?— De repente soltó a Mei, lo que hizo que Ran se ocupase de todo el peso de su amiga, esforzándose para que no se cayera al suelo.

—No insinuó nada, solo que cada dos por tres haces locuras por él, dando resultado cero.—

—¿Eso crees? Al menos a mí no me manipula para hacer tareas absurdas y tontas, si estuviera en tu puesto aprovecharía mejor la oportunidad para meterme en su cama.—

—¡Yo no me quiero meter en la cama de Ez!— Un descuido de la elfa hizo que Meiling terminase completamente en el suelo tirada.

—Tu boca dice una cosa, pero seguro que "eso" no piensa igual— Halane señalo la parte intima de Ran.

—Eres una cerda.—

—Seré cerda, pero sincera.— Se cruzó de brazos, con los ojos cerrados esperando una contestación de Ran.

Al no escuchar nada los abrió y vio como la elfa se estaba alejando de ella.

—Será...¡Oye! ¡Tienes que ayudarme con esta petarda!— Miró al suelo y vio como su amiga estaba durmiendo en mitad de la calle a pierna suelta. —Pues yo sola no puedo contigo... Ni de coña, ahí te quedas.—

Cuando estaba a punto de irse vio nuevamente a Ran.

—¿Te has acordado de que tienes una amiga tirada en el sue....— Antes de terminar de hablar vio como la elfa no venía sola.

—Fui a pedirle a Nevra que nos ayudara.—

—Sí, esta... Un poco traspuesta.— Sonrió el vampiro.

Como si de una princesa se tratase Nevra la agarro en brazos.

—Eso son soluciones con buen resultado.— Susurró Ran hacia Halane.

—Tienes tu punto, pero, lo triste es que no se acordará de este momento. Esta roncando.—

—Eso no quita que realmente él haya venido y estamos de testigo.—

—Veras cuando se lo contemos... —

Al día siguiente el alcalde reunió a los jefes de la guardia, tenía que comunicar algo importante.

—Jóvenes, hemos pensado que nuestro orbe estaría más seguro fuera de la ciudad, al menos durante un tiempo y dado que Eweleïn me lo sugirió lo más sensato es que os lo llevéis a la ciudad de Eel.—

—Pero usted dijo que solo alguien que controlase el fuego podía llevarlo consigo.—

—Así es, amigo Ezarel. Por eso uno de nuestros aldeanos irá con vosotros, el controla el fuego y confió en que podrá también defender el orbe estando allí.—

Pasando los días la ciudad volvía a la normalidad, algunos miembros se quedaría para custodiarla por si acaso volvían atacar, el resto volvería al C.G con un integrante nuevo.

En la salida a punto de partir todos estaban preparándose para volver. Ran estaba al lado de Ezarel ayudándole con el equipaje.

—Supongo que me tocará ir a pie de vuelta a casa.—

—Supones bien.— Maliciosamente sonrió en dirección a la elfa.

—Ven conmigo, los dos podemos ir juntos.— La mano amiga de Naur se posó delante de Ran.

Dudosa miró por un segundo a Ezarel, el cual desvió la mirada y emprendió el viaje. Por otra parte, la elfa se agarró a la mano de Naur y este la impulso hasta el animal el cual estaba montado.

De esta forma todos partieron de camino a la ciudad de Eel. A mitad de camino Ran giró su cabeza hacia las chicas.

—¿Vosotras sabéis donde esta Tanya? Acabo de darme cuenta de que no va con nosotros.—

Halane y Meiling se miraron como si acabasen de acordarse de algo.

—No lo digáis.— Dijo Ran alzando los ojos.— Aun sigue maniatada.—

—Completamente.— Respondieron a la vez.

—Bueno, al menos nuestro camino va a ser más calmado.— Suspiró la elfa.

—Si... calmado.— Meiling se acercó a Ran con su montura para susurrarle algo.—Las miradas de algunas y algunos parecen fusilaros a ambos.— Señaló hacia donde estaba Ewe y Ez.

Los cuales miraban a la elfa y a Naur. Mientras tanto, Tanya, aun se encontraba en la ciudad de los elfos de fuego.

Gritando, pero sin ser entendibles sus palabras, se esforzaba por quitarse de la boca un objeto que alguien anteriormente y sin ser visto le había puesto en la boca. Como aún quedaban algunos de la ciudad de Eel por allí, una de ellas la vio.

—¿Tanya? ¿Qué haces aun así?— Viana fue a quitarle la mordaza de la boca.

—La loca de Halane y Meiling me ataron y esa mosquita muerta me tapo la boca.— Moviéndose espasmódicamente intentaba soltarse de sus amarres, siendo imposible su esfuerzo. —¡Suéltame!—

—¿Mosquita muerta?— Confundida la miró.

—Si... Tu maldita prima, me tapó la boca cuando estábamos solas, como si estuviera preparándome para asarme como a un cerdo. ¡Me las van a pagar!—

—Entiendo...— Durante unos segundos se quedó pensativa, aun con la mordaza en la mano.— Si mi prima te cerró el pico, tuvo que ser un buen motivo. No seré yo quien le prive de algo así.— Tras decir eso, le volvió a tapar la boca. — Por cierto, más te vale buscar la manera de recoger tus cosas, mañana nos vamos.—

Viana se marchó dejando a una Tanya sola, pues la mayoría de heridos ya estaban curados y la misión de las enfermeras había concluido.

Del odio al amor... y viceversaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora