Discusión.

135 13 0
                                    


Acorralada, miraba aquellos ojos verdes, incluso con la luz tenue del lugar, brillaban. Ran quería huir, estar entre los brazos del elfo no era algo que le apasionaba en ese momento.

Sabía que lo había hecho enfadar. Y no había vuelta atrás.

—Más te vale no meterte en asuntos que no te conciernen. Si no quieres que tu vida en el C.G sea un infierno.— Entonó seriamente.

—¿Más aun?— Preguntó un poco temblorosa.

Ezarel hizo una mueca de fastidio antes de responder.

—Mucho más...—

Aun sin apartarse el uno del otro, ambos escucharon unas voces que los llamaban.

—¡Elfa miaaaaaaa! ¡Querido Ezareeeel! ¿Dónde estáis? ¡Como estéis haciendo cosas indebidas sin mí, me las pagaréis!—

La voz resonaba un poco alejada, pero parecía que se acercaba.

—¿Halane?— Confusa la elfa apartó suavemente a Ezarel de su lado, poniendo sus mano en su torso liberándose de su encerrona.

—Dios... precisamente esa loca tuvo que venir a buscarnos...— Ez paso su mano por su nuca.—Preferiría seguir perdido antes de que ella nos encuentre.—

—¿No me digas que le tienes miedo?— Sonrió encontrando divertida la expresión de Ez.

—Te gusta jugar con fuego, ¿verdad? Parece que siempre haces cosas para que me enfade contigo.—

Ran se encogió de hombros y miró hacia un lado, por el momento, evitar el contacto visual era la mejor opción.

Pudo ver como Meiling y Halane se acercaban. Al fin podían salir de allí. Una vez a salvo en la posada donde se estaban quedando.

Pero nuestra elfa decidió quedase fuera, quería tomar aire, estar tanto tiempo dentro de ese templo le había agobiado. Paseó por el pueblo y aun que no era nada acogedor siempre era mejor que estar junto al elfo.

Cerca de un callejón volvió a escuchar que la llamaban, de nuevo, el hombre de la armadura negra estaba allí.

—Tú...—

—...—

Fue directa hacia él. Pero el hizo un gesto con su mano para que se detuviera.

—¿Por qué estás aquí? ¿Y quién eres?—

—No importa quien sea, pero... Me parece divertido ver en los líos que te metes.—

—¿Líos?—

—Quedarse fuera del C.G en plena noche, ser la esclava de ese elfo por querer gastarle una broma, subirse desnuda el cerezo centenario, perderse en el templo...—

Antes de que siguiera hablando se dibujó una cara de pánico en la cara de Ran.

—¿De-desnuda? Espera. No me digas...—

—Como para no verte haciendo el mono, intentando recuperar tu ropa. Sin duda no me aburriré si te vigilo.—

Avergonzada y roja como un tomate estaba dispuesta a irse cuando el señor misterioso le ofreció un trato.

—Sé que estáis aquí por ese libro. Te ofrezco algo a cambio de él.—

Instintivamente se giró para mirarlo.

—¿Tienes el libro?— El hombre lo sacó y lo tiró en el suelo

—Te dejaré cogerlo si aceptas mi propuesta.—

—¿Qué propuesta?—

—Una, la cual no podrás rechazar.—

Incluso así estuviera completamente cubierto con esa armadura, notaba como si debajo de esa mascara estuviera sonriendo de una forma maliciosa.

Después del trato misterioso que había aceptado y con libro entre las manos, fue hacia la posada. Una vez dentro, se dirigió hacia la mesa donde el elfo estaba sentado y dejo caer el libro. El cual hizo un gran ruido.

El elfo se levantó rápidamente sorprendido por la acción y por ver el libro que tanto buscaban.

—Ahí lo tienes. Ahora vámonos al C.G— Intentó irse pero el elfo la agarró del brazo.

—¿Cómo lo has conseguido?—

—Volví al templo, y lo encontré en un altar. Lo cogí y lo he traído nuevamente.—

Sorprendido y confundido vio como la elfa se alejaba. La misión estaba completa, ya tenían el libro. Ahora quedaba saber por qué lo querían.

Antes de marcharse de allí, con todo el equipaje preparado. Una persona entro en escena. Abriendo la puerta de la posada de un golpe, y con aspecto cansado.

—¡Al fin llegué!—Dijo Tanya mientras dejaba sus maletas en el suelo.—¿Qué hay que hacer? ¿Y esas maletas? ¿Os vais ya?—

Todas se quedaron asombradas, miraron a Tanya pero pasaron por su lado. Querían volver al C.G. Todas salieron y solo Ezarel y Ran se quedaron dentro recogiendo las ultimas cosas.

—Ez. ¿Qué ocurre?— Tanya se pegó cual lapa contra el elfo.

—Ya hemos acabado la misión.—

—¿Enserio? Y yo que he venido como refuerzo... Estoy agotada.—

—Puedes quedarte, si quieres. La habitaciones están pagadas hasta pasados dos días.—

—¿Quedarme aquí? ¿Sola? Prefiero hacer el camino de vuelta a tu lado.—

—Haz lo que quieras, pero no a mi lado.—

El elfo salió de la posada para emprender el viaje. Tanya miró a Ran, esta intentaba aguantar la risa.

—¿De qué te ríes?—

—¿Has hecho todo el camino para ver a ese elfo?—

—He hecho todo el camino para que tú y ese elfo no estuvieran juntos y solos en este lugar.—

La elfa suspiró divertida. Pero después de eso también abandonó la posada para unirse a las demás.

—¡Ey! ¡Esperarme! No quiero hacer el camino de vuelta sola.—

Fue detrás de ellos y pusieron nuevamente rumbo a casa.

Del odio al amor... y viceversaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora