La venganza.

136 16 3
                                    


Una vez en la ciudad de Eel, colocaron el orbe en un sitio seguro. Seria custodiado y vigilado constantemente por guardias de allí, bajo la supervisión de Naur.

Las cosas volvían nuevamente a la normalidad, o eso pensaban. Miiko envió una nota a tres jóvenes de la guardia, en ella estaba escrito lo siguiente.

<< Preséntate cuanto antes en la entrada del C.G, te necesitamos para una misión secreta>>

Meiling, Halane y Ran fueron las convocadas para esa reunión secreta con Miiko.

Sorprendidas al verse las caras, todas se preguntaron que estaba ocurriendo. Bajo los arcos que decoraban la entrada del C.G, las tres jóvenes de repente se sorprendieron, algo les había caído encima. Gritaron asustadas, aquella cosa gelatinosa recorría por la piel de las tres, llenándolas completamente de...

—¿¡Qué cojones es esto!?— Halane gritó como nunca antes había gritado.

—¡Mierda!— Mei empezó a correr en círculos.— ¡Quitármelo! ¡Quitármelo!—

Ran intentó limpiarse pero la sustancia era tan pegajosa que parecía que se quedaba aún más incrustada en la piel. Cuando alzó la vista vio a alguien familiar acercándose a ellas, con un cubo en la mano.

—Ya sois mías. — Tanya, sonriendo de manera perversa lanzó el contenido del cubo sobre las tres.

Millones de plumas salieron por los aires, cayendo sobre ellas.

—¿¡Te has vuelto loca!?— Ran, enfurecida se acercó a ella. Nunca antes se había enfadado tanto.

—Alto ahí, elfita.— Tanya alzó la mano, haciendo señal de stop sobre la cara de Ran.— Vosotras tenéis la culpa... vosotras dos.—Señaló a Halane y Mei.— Me dejasteis atada en aquel lugar. Y tu...—Señaló a Ran, —Me amordazaste como si fuera un cochinillo a la brasa.—

—¿Así que fuiste tú quien le tapó la boca?— Halane se volvió hacia la elfa.—Vaya, vaya... Nada mal.—

—¡Callarse! Ahora viene la parte divertida. Cuanto más tiempo pase, más difícil será quitarse esa sustancia pegajosa.— Se giró dando la espalda a las emplumadas mientras terminaba su frase victoriosa.— Y esto acaba de empezar.—

Se marcharon corriendo hacia las duchas, como predijo, aquello no se iba, ni siquiera las plumas parecían quitarse salvo que se las arrancaran.

—La mataré, lo juro, le haré trocitos pequeños, los freiré y se lo daré de comer al familiar de Nevra.— Murmuraba entre dientes mientras que Halane se frotaba su piel.

—Deja al familiar de Nevra tranquilo, ¿Qué quieres? ¿Que muera intoxicado el pobre animal?— Respondió Ran.

—Qué asco... Esto no se quita y va a peor... Ahora parecemos pollos mojados—

—¿De dónde habrá sacado tanta pluma? Parecen que son plumas de...— Ran se quedó pensativa.

—¡Plumobec!— Respondieron las tres y se miraron aterrorizadas.

—No creeréis que...— Mei intentó hacer la pregunta que todas tenían en mente.

—No es tan mala, ¿verdad?— La elfa intentó no pensar en que sería capaz de algo tan atroz.

—No, no he sido capaz, pedazo de idiotas.— Apareciendo en la entrada de las duchas, Tanya sonrió al ver como se les resistía la sustancia pegajosa.— Toda pluma que encontraba la fui recaudando una a una. Mi venganza llevaba tiempo, pero ha merecido la pena.—

—Tu eres tonta.— Añadió Halane.

En ese momento unas jóvenes de otra guardia entraron, al verlas no pudieron evitar reírse. No podían hacer nada, esa cosa no se iba a ir con agua.

Para ello necesitarían algún tónico especial, o una poción, la sala de alquimia era la solución más convincente.

—¡Joder! ¡Que susto!— Ezarel el cual se encontraba allí, se quedó mirándolas. —Intuyo que debajo de esas plumas y sustancia viscosa estará mi asistenta, la cual debería de estar en su puesto de trabajo hace dos horas.—

—Ezarel, ayúdanos.— Ran se acercó hasta su jefe, pero él retrocedió.

—Quieta ahí. Te prohíbo que te acerques a mí en ese estado. Iros allí.— Señaló con el dedo en un rincón de la sala.

Una vez las tres colocadas donde él había indicado. Le explicaron la situación al elfo.

—¿Por qué no podéis estaros quietas? Yo no pienso ayudaros, sois de mi guardia y deberíais saber perfectamente como quitaros eso.—

Las chicas, con dificultad empezaron a rebuscar por la sala bajo la atenta mirada del elfo, divertido por la situación no podía evitar soltar una sonrisa al verlas en ese estado.

—Voy a tener que pedirle a Tanya unos cuantos consejos sobre bromas.—Tras decir eso, las tres fulminaron al elfo con la mirada.— En vez de mirarme, yo me preocuparía, si eso es lo que creo que es, al final ese pringue se convertirá en algo más duro que una piedra.—

Asustadas por la nueva información, siguieron buscando. Conforme pasaban los minutos más se le dificultaba el movimiento.

—Tiene que ser este.— Dijo Ran mientras sostenía un frasco de color rosa.— Tenemos que mezclarlo con esto.— Se apoyó como pudo contra la mesa.

Hicieron la mezcla, y probaron suerte. Se iba. Respiraron aliviadas y procedieron a quitarse todo aquello.

Una vez terminada aquella pesadilla, las tres salieron hacia el mercado. Tenían que pensar algo para devolvérsela. En ese momento escucharon detrás de ellas unos golpes de un cristal.

Al mirar atrás se dieron cuenta que Genet estaba en la tienda saludándolas desde dentro.

—Me acabo de enterar de lo vuestro.—

—¿Cómo lo sabes?— Preguntó curiosa Mei.

—Me lo han dicho los arboles.— Sonrió Genet.

—¿Eh?— Las tres se quedaron anonadadas, Genet era una Dríade un tanto especial, pero no sabían cuales eran sus poderes.— ¿Enserio?—

—No, no me lo han dicho los árboles, os tomo el pelo. Realmente escuche a Tanya hablándolo con otra persona sobre lo que os había pasado.—

—Es maldita... ¿No tendrás algo en la tienda para devolvérsela?— Preguntó Halane.

—Lo único más potente que tengo es esa roca de allí.— Señalando hacia el final de la tienda, a una enorme roca de color dorado.

—¿Y qué hace?— Preguntó esta vez Mei.

—Realmente, no mucho. Dar suerte, pero se la podéis lanzar, así al menos dejara de meterse con vosotras.—

—Genet...— Ran alzó los ojos.— Es tentador, pero... A ser posible con algo que no nos expulsen de aquí.—

—Veamos.— La Dríade se puso en modo pensativo, callada mirando hacia los lados, pensando que podía ofrecer.—¡Ah! — Chasqueó los dedos emocionada.— Ha llegado algo que no he probado aun, pero podríais aprovecharlo vosotras y me contáis.—

—¿No sabes lo que hace?— Dijo Halane mientras miraba objetos de la tienda.— Creía que aquí solo se vendían piedras para el amor, dinero, y todas esas chorradas.—

—En principio sí, pero siempre traen mercancía variada de proveedores que desconozco...—

Genet se dispuso a entrar en el almacén de la tienda. Unos minutos más tarde salió con algo en la mano.

—¡Aquí esta!— Un pequeño frasco dorado se posaba en sus manos.— Tenéis que hacer que se lo beba. Con una pequeña cantidad bastará, así que aprovecharlo bien.—

Las chicas se marcharon, haciendo mil y una conjetura de lo que podría hacer eso. Genet sonrió de forma traviesa cuando salieron de la tienda.

Del odio al amor... y viceversaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora