El hombre misterioso.

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La elfa se había quedado sola, no encontraba a Ezarel, no sabía qué camino tomar para alcanzarlo. Escucho una voz que la llamó.

—Oye, elfa.— Un hombre con armadura negra y aspecto de dragón le señaló con el dedo en una dirección.

—¿Qui-quién eres?—

—Nadie importante, nos volveremos a ver. Tenlo seguro, solo un consejo; ten cuidado de los miembros de tu guardia.—

El hombre se marchó, pero justo cuando Ran le iba a seguir cruzando la esquina, desapareció.

—¿Se hizo invisible?—

Realmente no sabía si hacer caso a las indicaciones de un desconocido, pero era eso o quedarse ahí sola, sin hacer nada.

Al cabo de unos minutos vio al elfo, fue corriendo hacia él. Le llamó y este se giró confuso.

—¿Qué haces?—

—¿Eh? Te había perdido, llevaba un rato sola.—

—¿Enserio? Ya decía yo que era muy raro este silencio.—

—¿No te habías dado cuenta?—

—No. Pero ya estás aquí. Sigamos.—

Volviendo al grupo de las chicas, estas avanzaron juntas. Caminaron durante un buen rato. La diferencia, que ellas si iban preparadas. Hasta que milagrosamente encontraron a los jefes de la guardia. Ambos sepultados bajo unas rocas. El templo sufría de constante temblores y no sabían el motivo.

—¿Estáis bien?— Yachi se acercó a los jefes.

Casi inconscientes apenas podían completar una frase con sentido. Las guardianas comenzaron a mover algunas rocas, no era una tarea sencilla, pero entre todas consiguieron liberar a Valkyon. El jefe de la guardia obsidiana había podido salir de aquellas rocas que le aplastaban el cuerpo. Poco a poco fue recuperando el conocimiento, mientras que era atendido por Yachi y Shiro.

Aún quedaba Nevra, él estaba en peores condiciones, pues había más rocas hasta llegar a él. Si no actuaban rápido, podría morir.

Valkyon, colaboró a pesar de estar herido. Cuando consiguieron sacar al vampiro, preocupados aun por el estado de salud de ambos decidieron regresar.

—¿Dónde están Ran y Ezarel?— Preguntó Meiling.

—No están con ellos, quizá estén más adentro del templo...—Viana miró hacia un pasillo que no estaba iluminado.—¿Qué hacemos?—

—Si están en peligro deberíamos ir a buscarlos. Dividámonos. Que unas se encarguen de llevar a esos dos, y otras sigamos buscando.— Yachi ordenó nuevamente a las chicas.

Ella junto a Shiro y Viana acompañarían a los jefes de la guardia. Con ayuda podían caminar hasta la salida. Meiling y Halane seguirían buscando por la zona, y esperarían el regreso de Shiro y Yachi. Ya que, Viana era quien tenía conocimientos médicos y podría tratar a los jefes una vez en sus respectivas habitaciones.

Volviendo al grupo de los elfos perdidos.

—Te digo que no es por ahí.— Dijo el elfo molesto.

—Juraría que ya hemos pasado por este pasillo, están pinturas ya las he visto antes.—

—Todas las pinturas de los pasillos son iguales, idiota.—

—No son iguales. En el otro esta figura no estaba.—

—¿Segura?— La miró consternado, cansado de dar vueltas y pasos de ciego.

Acabo por sentarse en el suelo.

—Descansemos, quizá y con suerte nos encuentran mientras tanto.—

—¿Quién nos va a encontrar? No hemos avisado a nadie. ¿Y si piensan que nos hemos escapado?—

—Jajaja. Nadie en su sano juicio pensaría que me he ido contigo a escondidas.—

—Es verdad, para eso ya está Ewe.— Cuando lo dijo rápidamente se tapó la boca.

Supuestamente eso nadie tenía que saberlo, ni siquiera ella. Ezarel la fulminó con la mirada. Se levantó rápidamente hasta donde estaba ella y la acorraló contra la pared, extendiendo sus brazos en cada lado. Miró los ojos de la pequeña elfa, que en ese momento se sentía como un ratón que había sido atrapado por un gato. 

Del odio al amor... y viceversaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora