Amor a la vista. Parte 2.

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Al día siguiente, nuestra elfa ya podía volver a sus tareas siempre y cuando no se esforzara. Y eso implicaba el subir árboles, correr, o cualquier tipo de actividad donde se requiera esfuerzos.

—¿Por qué tengo que rellenar todo esto?—Se quejaba mientras que estaba sentada en el escritorio con un centenar de papeles a su lado.

—Por qué no puedes hacer esfuerzos y tengo que mantenerte entretenida. No eres mi asistente por gusto, si no por castigo.—Respondió Ezarel.

—Está bien...—Refunfuñando volvió a su trabajo.

Ezarel tuvo que salir de la sala de alquimia un rato. Se quedó sola o eso creía ella.

—Así que... enamorada de Leiftan.—

Ran se giró y vio Ashkore.

—¿Cuándo has entrado? No importa, no quiero saberlo.—

—¿Quién iba a imaginar que Tanya sería capaz de algo así? Pero...¿te has preguntado por qué?—

—No, ¿debería?—

—Has sido la única afectada. Parece ser que solo tu medicación fue la que cambiaron, pero dijeron que los demás también para que nadie sospechara.—

—Esa Tanya... ¿En qué piensa para hacer esas cosas? Un momento, ¿la única? Pero si Leiftan me dijo que sabían de lo ocurrido por otra persona que sufrió los efectos.—

—Eso es lo que Miiko le dijo a Leiftan que dijera.—Hizo una pausa, viendo como Ran parecía pensar a mucha velocidad, y después siguió hablando.—Parece que todos se divierte contigo, bueno, a tu costa... Quizá debería hacerlo también.—Ashkore se acercó a la elfa y agarró su barbilla con la mano.

—Tengo un libro de alquimia a mi lado, con más de cinco mil páginas, de tapa dura y no dudaré en usarlo si sigues así.—Entonó seriamente.

Ashkore se quedó quieto para estallar después en una carcajada que rápidamente intentó disimular.

—Sabía que las elfas tenían mucho orgullo, pero no que dieran miedo.—

—Ezarel está a punto de llegar. Te verá si no te marchas.—

—No creo que se diera cuenta de mi presencia, así estuviera delante de él.—

Ash se marchó del lugar. Poco seguido apareció el elfo como si nada.

Trabajaron sin hablar, pues cuando Ezarel trabajaba el silencio reinaba, y la elfa estaba en modo pensativa.

Llegada la hora de la comida, las chicas se reunieron en el comedor.

—Tenemos que pensar la manera de hacer que se las tomen.—Halane aún seguía pensando en cómo enamorar el elfo.

—¿Todavía las tenéis?—Preguntó la elfa.

—¿Tener el que?—Sin saber de qué hablaban, Yachi apareció de la nada.

Dejando a una Kira pálida. Pero tuvieron que contarle lo sucedido, quizá una opinión de alguien más, experta en dar consejos les era de utilidad.

—En otras circunstancias, os diría que sí, pero sabéis que no está bien intentar hacer que se enamoren de vosotras. Deberíais pensar en los sentimientos de ellos.—

—¿Quién dijo sentimientos? Una noche loca de pasión y luego cada uno con su vida.—Dijo Halane.

—No, eres consciente de todo. Creerme. Lo sé.—

—Pobre Ran, se ha enamorado de Leif.— Rió Mei.

—Lo peor que aún queda para que se pase el efecto.—

—Al menos no te lo has cruzado.—Comentó Yachi.

—Volviendo al tema. ¿Cómo le doy la pastilla a Ezarel?—

—¿No has escuchado lo que he dicho, Halane?—

—Yachi... Ese elfo tiene que ser mío. Sí o SÍ.—Se dirigió a Ran para hablarle a ella.—¿En qué momento Ezarel es más vulnerable?—

—Creo que... ni dormido es vulnerable.—Respondió.

—Ya pensaré en algo...—

Terminando de decir eso, Halane vio como el jefe de su guardia entraba. Dirigiéndose hasta su mesa para comenzar a comer. Entonces fue cuando se le ocurrió algo.

—Elfa, tienes que hacerme un favor.—

—¿Yo? ¿Por qué?—

—Eres la única que puede estar medianamente cerca del jefe. Necesito que lo distraigas.—

—Está bien... Pero sigo pensando que una idea de locos.—

Ran fue poco a poco hasta donde se encontraba Ezarel. Le habló para que Halane aprovechase el momento. Con el elfo distraído, no prestaba atención a que aquella señorita dejase caer la píldora en su bebida. No tomó mucho tiempo para que esta se disolviera en el vaso.

Ahora solo faltaba que Ezarel mirase Halane. Así que esperó a que el elfo bebiera su bebida, mirando atentamente aquella mano como sostenía el vaso, como se lo acercaba a los labios y bebía.

—¡Ey! Ezarel. Te estaba buscando—

Un jefe de otra guardia apareció justo en el momento, colocándose delante de Halane. Ni más ni menos que el jefe de la guardia sombra. Nevra.

Todas las chicas se quedaron en ese momento consternadas. No podía ser posible. ¿Habría hecho ya efecto sobre Ez?

—Decirme que esto no está pasando...—Halane casi se cae al suelo del disgusto.

Ran que estaba a su lado palideció. Sabía que se la cargaría si el elfo se enteraba que ella estaba metida en eso. Pero no sabía cómo Ezarel iba a responder.

—Nevra...—Los labios del elfo pronunciaron aquel nombre en forma de suspiro.

—¿Estas bien?— El vampiro se acercó a Ezarel.

Pero el elfo se levantó rápidamente, tapándose la boca avergonzado. Miro a las chicas, una a una, terminando por su asistenta, el cual lo miraba preocupada. ¿Se había enamorado de Nevra?

Rápidamente salió de allí. Desconsolada, Halane se sentó junto a las chicas.

—Mi oportunidad, se ha ido... Mataré a ese vampiro, os lo juro. Lo trocearé, lo torturaré y después de eso lo envenenaré...—

—Vaya panda de patéticas. No hacéis una derecha.—Tanya pasaba por ahí y justo se paró delante de la mesa de las chicas.

—Todo es tu culpa, maldita loca.— Halane se levantó, quería ir a por Tanya, pero las chicas la sujetaron.

—¿Mi culpa? Os he puesto en bandeja la opción de conquistar a alguien y me lo agradecéis así... —

—¿De dónde sacaste esas pastillas?—Preguntó curiosa Nifer.

—Del único lugar en el C.G que venden ese tipo de cosas.—

—¿De la tienda donde está muchas veces Genet trabajando?—Respondió Ran.

—No eres tan tonta como creía, elfita.—Tras responder, Tanya se alejó.

—Tenemos que conseguir más.—Halane estaba dispuesta a todo.

Algunas de las chicas fueron, Lia, Meiling y Halane encabezaron la marcha.

—Lo siento, pero no quedaban más. Las últimas las compro Tanya y solo eran unas de prueba. Han dicho que han tenido que retirarlas porque no eran muy eficaces a la hora de "conseguir" que la persona adecuada se enamorase.—Comentó Genet.

Las chicas, desilusionadas estaba a punto de marcharse de la tienda. Ahora, ya solo quedaban dos píldoras sin usar. Una elfa enamorada de Leiftan, Ezarel enamorado de Nevra, y Halane maldiciendo al vampiro y su mala suerte.

Del odio al amor... y viceversaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora