Prisión.

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Sentada en el frio suelo de la jaula, rodeando sus brazos en sus rodillas, con la cabeza entre las piernas, nuestra elfa estaba en el peor momento de su vida.

—Has sido una chica mala.—

Al escuchar aquella voz, sobresaltada se levantó.

—¡Ha sido tu culpa! Envenenaste la comida.—

—Cuanta agresividad. No me digas que se ha pasado el efecto de esa pastilla. Que decepción...—

—Maldito bastardo...—

—Nadie te dijo que la comida estaba envenenada, aun que, no pensaba que ibas a saltar tan literalmente sobre la mesa para impedir algo así. Sin duda, me divertí mucho.—

—Estás loco.—

—Debiste traducir lo que te pedí.—

Unos pasos se escuchaban desde las escaleras que llevan a la prisión. Ash, rápidamente se largó de allí.

Una Miiko enfadada se colocó delante de la elfa. Acompañada por Ezarel y Jamón.

—Bien, dame una explicación de por qué hiciste eso.—

—Pensaba que...— La elfa miró a los dos, decir realmente lo que pasó no era buena idea. Pensarían que trabajaría para Ashkore. —No lo sé. Creo que intentaban hacerle algo malo a Huang Hua.—

Miiko le pidió que siguiera hablando, pero esta se limitó a quedarse en silencio. Hasta que, la gran jefa tomó una decisión.

—Ezarel, sé que le otorgaste el título de asistenta, por eso te pedí que vinieras. Así que, te dejo que tú le asignes un castigo, si veo que ese castigo no es lo suficiente, tú pagarás el castigo que yo diga. ¿Entendido?—

El elfo asintió mientras que miraba a su asistenta. Después de que Jamón abriera la puerta de aquella jaula y tanto el cómo Miiko se marcharan, el elfo se quedó mirándola.

Pero no le dijo nada, el también comenzó a subir los escalones para llegar al piso superior.

Siguió al elfo sin decir nada más. Una vez arriba él se detuvo, al no darse cuenta, Ran chocó contra su espalda. Al girarse, la joven se sentía muy pequeña a su lado.

—¿Que castigo me darás?— Preguntó temerosa.

—Aun no lo sé, debo pensarlo.— Miró lo desaliñada que estaba y suspiró.—Ve primero a cambiarte.—

Después de ducharse y cambiarse de ropa. Marchó a su cuarto, pero en la puerta de su habitación había una nota pegada:

"Reúnete conmigo a las afueras del C.G. Ya he decidido el castigo."

Suspiró, su cara de amargura se reflejó al instante. Con pocas ganas de llegar a las afueras del C.G, llegó hasta la colina. Allí veía a Ezarel, como el viento mecía su cabello.

Se fijó que en el suelo habían dos mochilas, parecían que contenían bastantes cosas. El elfo le tendió una.

—Sígueme.—

Atravesaron el bosque, un lugar más allá del que todos conocían. No sabía a donde se dirigía el elfo, pero tampoco se atrevía a preguntar. Llegaron a una zona un tanto lúgubre, sonidos de familiares se escuchaban por todos lados.

—Recojamos esto.— Señaló unas plantas en el suelo que parecían iluminarse en la oscuridad.

—De acuerdo.—

Del odio al amor... y viceversaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora