Luz de Luna

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Tanto Zinnia como Aren tomaron su café mirando por la ventana, sin saber de qué hablar, o cómo empezar a hacerlo.

Realmente, Aren tenía otros planes para el día de hoy, como tirarse a dormir, llorar, dormir más, intentar hacer algo con su vida, fracasar y volver a dormir. Pero Zinnia le había cambiado los planes sin que él se diera cuenta.

Aren no podía describir bien lo que sentía por Zinnia, ni a quién le recordaba. Podría decir que era cariño, o lástima. Por lo general, era extraño que Aren haya conectado con una niña de la calle, y más aun cuando él mismo se encargaba del tráfico de estos cuando estaba en la pandilla. Aunque, Zinnia era especial, diferente. Quizá porque él se había acercado a hablarle. Quizá porque la vio como una persona, y no como un objeto.

-Este lugar se ve bastante decadente- comentó Aren, refiriéndose a la ciudad en general.

-Es así desde antes de que yo naciera- respondió la niña con expresión triste-. Mi mami, cuando aún estaba con nosotros, me dijo que antes solía ser un lugar más alegre...

En la mente de Aren existía la curiosidad de saber qué pasó con la ciudad, pero le inquietó más saber qué pasó con su madre. 

-¿Cuando aún estaba con ustedes?- repitió confundido-. ¿Qué le pasó?

Zinnia abrazó sus rodillas.

-Mi hermana mayor me contó que un día, unos hombres malos llegaron a nuestro refugio. Decían que querían llevarme a mí y a mis hermanitos menores. Mi hermana mayor nos escondió mientras mi mami se enfrentaba a los sujetos raros. Pero desde nuestro escondite escuchamos un fuerte estruendo y un grito de nuestra mamá- había comenzado a llorar. "Felicidades, Aren, hiciste llorar a una niña"-. Cuando salimos ella no se movía. Y, uno de mis hermanitos que había estado jugando en un patio, desapareció para siempre.

"No, esos no eran simples hombres malos, no- dedujo Aren-. Eran traficantes de niños. Es muy probable que los hayan vendido como esclavos a algún morboso. Sé cómo funciona ese negocio. Pobre niña".

-Lo lamento- se disculpó- no quise ponerte triste.

Acto seguido, Aren se inventó una historia más alegre protagonizada por él mismo. Zinnia se había olvidado de sus recuerdos tristes y Aren se divirtió un poco al inventar la historia. Luego de eso, se sintió culpable por estar bien, sabiendo que Alba estaba muerta.

Se paró, y fue a pagar la cuenta repentinamente. Zinnia y Aren se agradecieron mutuamente, y se fueron, cada uno por un camino distinto.

"Zinnia... esa flor significaba algo... pero no logro recordar qué- admitió frustrado, mientras miraba por la ventana de su habitación".

Tenía el recuerdo de Alba actuando como una especie de fantasma. A donde sea que mirara o en lo que sea que pensara, ahí estaba. No era justo. Ya no podía observar las flores con calma, ni las estrellas. Pegó un golpe contra la pared, haciendo que el ventilador tambalee.

"Todo es tu culpa".

Las palabras que el fantasma de Alba pronunció en aquel sueño lo habían marcado seriamente. ¿Realmente había sido su culpa? No quería pensar en ello por miedo a la respuesta.

Cuando su estómago rugió, salió del hotel y se fue a comer a un restaurante callejero. Fue y volvió corriendo para agotarse y así tener sueño cuando fuera a dormir. Antes de acostarse, le dedicó una profunda mirada a la luna, y recordó el libro que estaba leyendo su ángel: "De la Tierra a la Luna". Aren lo sabía todo de ella, sus gustos, sus miedos, sus inseguridades.

Pero Alba... Aren siempre se esforzó porque ella no supiera tanto de su vida como pandillero. En otras palabras, mentirle...

"¡Cometí un error! ¡Cometí un error, ¿sí?!- dijo para sus adentros-. Alba... ¡Si hubiera sido honesto contigo desde cero...! ¡Si te hubiera explicado lo que sentí al verte atrapada en el fuego cruzado...!- otro golpe a la pared. Había dejado una pequeña abolladura esta vez. Sus nudillos sangraban, otra vez-. Alba...".

Se fue a dormir llorando. Fue una noche difícil, la almohada terminó empapada. El ruido de una ligera lluvia lo desconcentraba.

A la mañana siguiente, el sol radiante lo despertó. Se acercó a la ventana a ver mejor cómo brillaba.

Y, sin saber por qué, se sentía más fuerte. Más... recargado.

Tenía ganas de sonreír otra vez.

AlexeiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora