En la sala de espera, había por lo menos treinta hombres. Todos dispuestos a retar al Gran Jefe. Todos con una motivación diferente. Cada quien en su propio pensamiento sabiendo, que a partir de ahora, solo tenían dos salidas: o lograr vencer al actual jefe de la pandilla, o la muerte.
Las puertas de entrada ya se habían cerrado. Aquel que se haya arrepentido ahora estaba perdido. Al mismo tiempo, la puerta principal se había abierto. Esta conducía por un pequeño pasillo a la arena de batalla, donde el Gran Jefe esperaba.
La pregunta de todos en aquella sala era quién sería el primero. Lo supieron en cuanto el Gran Jefe lanzó el nombre del primero.
Asustado, el candidato tragó saliva y se dirigió a la arena.
-En ese baúl tienes una serie de armas. Puedes elegir solo una- señaló el Gran Jefe al cajón que se hallaba justo al lado-. Pero ten cuidado, yo elegiré la misma.
El retador respiró hondo y tranquilizó sus músculos. Tomó una pistola del baúl. El Gran Jefe hizo lo mismo. Los dos se pusieron en posición.
Gran Jefe disparó primero, atinando a la cabeza del retador. Había perdido y era turno del siguiente.
Alexei le tapó los ojos a Suga justo antes de que este disparara.
-¡Oye! ¡Quería ver eso!- protestó ella, enfadada.
-No creo que realmente quisieras...
Suga se alejó de Alexei y le propinó una fuerte patada en la ingle. El pobre muchacho cayó al suelo, poniendo las manos en donde recibió el impacto.
-¡AHHH!- aulló mientras se retorcía- ¡MIS HIJOS!
-No soy una niña- refunfuñó.
"Está más cerca de ser una homicida, en realidad- concluyó Aren, entretenido observando el espectáculo".
-Aquí Rojo, aquí Rojo- llamó ella desde el Walkie Talkie que Alexei tenía enganchado en el pantalón-. ¿Cómo están las cosas por allí dentro? Repito, ¿cómo están las cosas por allí dentro?
-...todo en orden por aquí...- gimió Alexei, aún adolorido por la patada.
-¿Te ocurrió algo, muchacho?- preguntó Rojo, desde fuera.
-¡Le patearon su orgullo!- explicó Aren de un grito, para que se escuchara.
-Oh, entiendo. Por aquí fuera no está pasando nada interesante, cambio. Todo está muy tranquilo, cambio.
-Avísame cuando pase algo, ¿sí?
Alexei intentó levantarse.
-¡Afirmativo!- obedeció Rojo-. Si pasa algo te lo informaré, cambio y fuera.
Alexei logró sentarse.
-Ay, cómo duele- lloró en un susurro.
En la sala de espera quedaban mas o menos diez hombres, entre ellos Frederick y Maxwell. Los otros habían intentado luchar contra el Gran Jefe pero habían fracasado terriblemente, perdiendo sus vidas en el intento. Hubo un par de pandilleros que estaban tan asustados que suplicaron que les dejara ir. Sin embargo, el Gran Jefe no tuvo piedad ni con ellos. Demostró así que la "Sucesión de Reyes" no era ningún juego.
Los diez que quedaban en la sala se miraban con recelo en uno a otro, haciendo cuentas para ver en qué momento convenía más que los llamaran. Si te llamaban último tenías más posibilidades de que el Gran Jefe estuviera más cansado. Pero entre tanto si alguien lo destronaba perdías la oportunidad.
El único que no se hallaba pensando eso era Frederick, quien se hallaba bastante tranquilo meditando y controlando su respiración.
Se había dejado crecer la barba desde que su hermano entró oficialmente a los Dragones de Berlín. Esa barba representaba la promesa que le hizo a sus amigos. No de vencer al jefe, sino de sobrevivir. Tal vez se la rasure tras vencerlo.
Tras la derrota de un par de hombres más, quedaban solo cinco en la sala cuando llamaron a Frederick. Había llegado la hora.
Al pararse, escuchó cómo Maxwell respiró brusca y entrecortadamente. Le dirigió una rápida mirada antes de entrar al pasillo. Sus ojos parecían cargar con una tensión nerviosa increíble.
Llegó a la arena principal y fue ovacionado por la mayoría de los pandilleros viendo el espectáculo. Evidentemente se había ganado un lugar en el corazón de la pandilla en estos últimos meses.
-Rojo- llamó Alexei desde el Walkie Talkie-. Es el turno de Frederick, te informo. ¿Cómo está todo allí fuera?
-Aquí Rojo. Perfecto, estaba esperando que me lo dijeras, cambio. Aquí fuera no pasó nada de momento, cambió.
-Genial entonces.
-Ah, y mantenme informada.
-Por supuesto.
Guardó el Walkie Talkie.
"¡Suerte, hermano!".
No podía permitirse tener miedo en este momento. Tenía que ser fuerte por Frederick. El Gran Jefe se había agotado bastante durante las más de veinticinco batallas que tuvo. Su hermano no podía perder.
-¡¿Qué arma vas a elegir, FREDERICK?!- le gritó el Gran Jefe. Él había estado esperando este momento en particular. Era según él mismo el desafiante más fuerte y preparado de todos.
-Hmm- pensó con calma. No se sentía para nada nervioso. Examinó el cajón con una alta gama de revólveres y armas negras. También había un par de armas blancas. Tomó una de ellas. Más precisamente un sable corvo-. Creo que nadie hasta ahora testeó tus habilidades con la espada, ¿verdad?
-Así es- respondió cortante.
-Entonces permíteme ser el primero- se puso en posición de lucha.
-Cuando quieras- hizo lo mismo.
Frederick se lanzó apenas el Gran Jefe se puso en posición. Atacó.
Los reflejos de su oponente eran brillantes. Parecía haber predicho la dirección en la que apuntaría con el sable. Al sentir el roce las espadas Frederick retrocedió, haciendo uso de su nueva y mejorada velocidad.
El Gran Jefe aprovechó el instante en el que Fred frenó y para atacar por arriba. Él se defendió poniendo su espada sobre su cabeza. Inconforme, el Gran Jefe atacó por la derecha, apuntando al cuello, pero Frederick logró frenar el golpe con su espada también.
Había comenzado una serie de ataques más rápidos que potentes. Frederick no parecía tener problemas para esquivarlos. Cuando su oponente pegó mal, aprovechó su turno y empezó a atacar.
El Gran Jefe tampoco tenía problemas para defenderse con la espada, pero sí parecía más lento que Frederick. Tal vez las otras peleas habían dejado algo cansado al "Rey" de la pandilla.
Tras una serie continua de ataques y defensas, ambos se alejaron, posicionándose en los extremos del área. Frederick clavó la espada en el suelo.
-¡Creo que será mejor que peleemos como hombres!- de una patada, partió en dos el sable que había tomado al principio de la batalla.
-¡¿Qué está haciendo?!- exclamó Suga desde arriba-. ¿Y si el mastodonte ese no hace lo mismo?
-Tranquila- dijo su hermano-. Él sabe lo que hace.
"Frederick- llamó mentalmente Alexei".
-Me gusta tu idea- confesó el Gran Jefe. Hizo lo mismo con su espada. Tronó los dedos.
Frederick versus el Gran Jefe.
Mano a mano.
Empezaba la verdadera batalla.
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Alexei
Teen FictionLa vida de Alexei no fue muy plena, ni muy alegre. Con una depresión severa desde la trágica muerte de su hermana de pequeño, Alexei vivió prácticamente toda su vida en una burbuja, en la que solamente se comunicaba con su hermano mayor, Frederick. ...