Primera Condición...

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-¿Me llamaste, Aren?- preguntó Frederick, mitad tenso, mitad molesto por el llamado de su ex compañero a última hora.

-Así es- comunicó el joven, sentado en una silla.

Se levantó de ella y la tiró al suelo con un movimiento brusco de mano.

Hubo un momento de silencio.

-¿Para qué?

-Porque tú no querías que me fuera de los Dragones, y francamente, siento que debo volver entrar.

A Frederick se le iluminó el rostro.

-¡Eso es fantástico, Aren!- festejó Frederick entusiasmado-. Será genial. Igual que en los viejos tiempos...

-Nada de viejos tiempos, Frederick- contradijo molestó-. Para que yo vuelva a los Dragones de Berlín debe haber cambios y condiciones.

-¿Cómo dices?

-¡Primera condición! Lo que pasó con Alba no puede volver a repetirse. Tú no vas a atacar ni mandar a matar a ningún ser querido mío, ni a ninguna pareja (en caso de que haya otra).

-...¿Qué pasa si no acepto?- Frederick no tenía problemas con esta condición, después de lo que pasó, pero quería estar preparado.

-Pierdes toda oportunidad de que yo vuelva a la pandilla, y también mi amistad.

-En resumen...

-... es un Ultimatum- completó Aren-. Lo tomas, o me voy.

Frederick lo meditó, y recordó sus acciones respecto a Alba. Aceptó la primera condición.

-La segunda condición, es que Suga no puede estar en la pandilla. Para nada. A lo sumo solo para recibir las entregas de droga, pero debe estar acompañada siempre de mí o de ti. ¿Entendido?

-Suena lógico, a pesar de que casi nunca trabajó con nosotros. Y supongo que quieres que te lo consulte antes de hablar con ella, ¿verdad?

-Exacto- afirmó-. La tercera condición es que si tocas a uno solo de los perros, te mato. Si quieres matar a alguien a través de ellos, me informas a mí primero.

Cada condición inmovilizaba aún más a Frederick, pero no tenía otra opción. Era eso o perderlo a Aren para siempre. Y no quería dejar que eso pasara, no otra vez.

-De acuerdo- aceptó.

-¡Cuarta condición!...

-¡Ey! ¡Un minuto! ¿Cuántas condiciones son?

-...Esta era la última... Como decía, la última condición es...¡Servicio Comunitario!

-¿Cómo dices?- Fred casi se cae.

-Una vez al mes, no importa cuándo, irás a hacer servicio comunitario. No importa qué, realmente. Lo importante es que sea caridad completa, pura y desinteresada.

"Maldición".

"Servicio comunitario" eran las dos palabras que Frederick odiaba más. Nada peor que ayudar a alguien y no recibir nada a cambio. Es decir, económicamente era una pérdida, y a Frederick le sacarían mucho tiempo esas cosas.

-Vamos- insistió Aren-. Es solo una vez al mes, no todos los días. Podrías ayudar en las perreras de la ciudad, o en las veterinarias.

-¿Cu-c-cuánto tiempo?- tartamudeó el pobre y obligado Frederick, que a este paso ya deseaba decir que no.

-Indefinido- sonrió él.

"Ese canalla...- pensó, apretando los dientes".

-De...acuerdo... Acepto- cedió con fuerza.

Aren le ofreció la mano a su compañero. Frederick la estrujó con gusto y, acto seguido, lo impulsó hacia él y le dio un abrazo de oso.

-¡Amigos otra vez!- lloriqueó el más grande.

-Sí...- afirmó Aren-. Supongo que sí.

-¡A festejar!


-¡Por un nuevo día!- brindaron gritando al unísono Aren, Alexei, Frederick y Suga.

Tras haber aceptado los "términos del contrato" de Aren, ambos quedaron en que podían (y debían) juntarse a celebrarlo con los demás. Habían ido a la casa de Frederick y Alexei a festejar el evento en cuestión.

Aren les explicó a Alexei y a Suga la razón por la cual celebraban, pero a Suga lo único que le importaba era que volvía a tener a su hermano con ella (lo cual le provocaba algo de celos a Alexei). Mientras que Alexei, ya se sentía contento con ver a su hermano y a Suga felices.

Aunque con Aren nunca tuvo una relación realmente, pensaba que podrían llevarse bien según las actitudes que tuviera con Suga de ahora en adelante.

-Así que entonces es oficial. ¿Vuelves a la pandilla, Aren?- preguntó Alexei, con el vaso cargado de jugo de manzana en la mano.

-Ajá- afirmó con la cabeza-. Y estoy seguro que desde que me fui la pandilla decayó mucho.

-Ni te imaginas cuánto- concedió Frederick.

-Ja, ja, ja- rió Suga-. Todo esto está muy bien, ¿no? Pero no entiendo cómo te puede gustar el jugo de manzana- cambió de tema dirigiéndose a Alexei, que parecía ser quien más tomaba.

-¿Cómo que "te puede gustar"? A todo el mundo le gusta el jugo de manzana- explicó Alexei preocupado por Suga.

-Pues no a todos...

-Oh, oh- lamentó Frederick.

-Ya empezamos- replicó Aren, que ya estaba acostumbrado a estas cosas.

-Para empezar, la manzana puede ser muy ácida de vez en cuando. Y ni te menciono el hecho de que se oxida con facilidad...

-Oye, Suga, calma...- intentó tranquilizar Alexei, pero al parecer, solo dio el efecto contrario.

-¡¿Acaso no me ves calmada?!- gritó estando de todo, menos calmada.

-Muy bien, muy bien- cedió él-. Tienes razón, ¿sí? Tienes razón. Perdóname.

Suga sonrió de oreja a oreja.

"Esta chica...- suspiró Alexei".

-Y eso no es nada, Alexei- dijo Aren, apoyando el vaso con jugo en la mesa-. A ella tampoco le gusta la pizz...

DING-DONG.

Aren no pudo terminar su frase. El sonido del timbre fue inesperado para todos. Un tenso silencio acompañado de un clima oscuro creó un ambiente algo incómodo.

De una fuerte patada, la puerta de la casa de Frederick voló hacia adentro. Los cuatro que estaban en la cocina inmediatamente se pararon. Alexei, con reflejos de hierro, se colocó por delante de Suga en caso de que algo malo pasara.

"Qué veloz...- reconoció Aren, sorprendido por la destreza de Alexei al ponerse delante de su hermana".

-No puedo ver nada- susurró Frederick.

A causa del polvo que generó la patada a la puerta, la identidad del sujeto que la golpeó era un misterio. Lo único que se podía ver de ese individuo era un cuerpo corpulento.

En un par de segundos, cuando el polvo se disipó, Aren y Frederick entraron en pánico.

-¡No puede ser...!- exclamó Fred.

-¡¿Que?! ¡¿Quién es?!- preguntó Suga, curiosa, intentando ver por encima de Alexei.

-¡Ese sujeto es...!- trató de explicar Aren, mientras él entraba por la puerta.

-¡...el Gran Jefe!

AlexeiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora