Sobrecargado

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"Oh, no. No, no, no, no. Maldición. Este es el peor momento para perder la visión por completo".

Ciego, con los músculos temblándole a más no poder y con la doctora Liza como rehén de Ronin. Iba a tener mucha suerte si salía de esta.

-Bueno, fue bonito mientras duró- observó Ronin, entre risas lentas-. Pero ya va siendo hora de que cedas ante la señora Muerte, tal como yo tuve que ceder cuando se llevó a mi querida hija.

-Aún me queda mucho que hacer antes de morirme- contestó Frederick con falsa confianza-. Todavía puedo ver bien -mintió-, y siempre presumí mi buena puntería. Tú lo sabes.

"Ya no puedo ver, estoy apuntando ubicándome a través de su voz, pero aún con esas es muy arriesgado jalar el gatillo. Le podría dar a Liza accidentalmente. Sin mencionar que no sé si está armado o no. Al tener a Liza de escudo me parecería raro que esté armado, pero nunca se sabe".

-Doc, ¿cómo te gustaría que asesinara a tu perro?- preguntó con malicia, susurrándole al oído-. ¿Lo hago explotar como era el plan al principio, o lo mato con mis propias manos antes de acabar contigo también?- a pesar de estar dirigiéndose a la doctora Liza, sus ojos estaban centrados en el potencial peligro de Frederick-. Pequeña traidora...

Tras un osado grito, Liza pisó con la punta del tacón el pie de Ronin. El dolor y la sorpresa hicieron que bajara la guardia, oportunidad que aprovechó Liza para salirse de encima de Ronin.

-¡AHORA, FREDDY!- gritó ella agachada mientras Ronin intentaba recomponerse.

Frederick no desperdició la oportunidad y vació el cargador en donde escuchó el grito de dolor de Ronin. Acto seguido, se lanzó a una esquina, por las dudas. Al no poder ver, cabía la posibilidad de que no hubiera acertado ningún tiro.

-Está bien, Freddy- llamó Liza, con voz temblorosa-. Está muerto- declaró, luego, se acercó a Frederick.

-Bien- celebró él- porque yo ya estoy ciego.

Una fuerte tos salió de su boca potentemente. Escupió un poco de sangre y vomitó, solo para después caer desmayado.

-FREDERICK- aulló la doctora con desesperación.

Era evidente. Frederick estaba a tan solo unos pocos pasos de la muerte. Y si Liza quería evitarlo, debía actuar inmediatamente.

-Ah... cómo me duele la cabeza...- protestó un recién despertado Frederick.

-¡Oh! ¡Estás bien!- celebró Liza, abrazándolo con fuerza-. ¡Funcionó! ¡La cura funcionó!- gritó al cielo.

-¿De qué me estás hablando?- preguntó Fredrerick, confundido, mientras se frotaba la cabeza y se levantaba. La cabeza le daba vueltas.

-Bueno... fue toda una aventura- comentó la chica riéndo levemente-. Primero me tuve que encargar de la otra doctora y del científico. Fue algo difícil pero soy tan genial que pude con los dos yo solita- se notaba aún bastante exitada por lo que sea que hubiera hecho.

-Espera, espera. ¿Tú qué? ¿Te encargaste de dos personas? ¿Potencialmente peligrosas? ¿Sola?

-Ajá. Solo para enterarme- prosiguió-, de que no existía tal cura (Ronin terminó siendo un mentiroso). Y entonces...- hizo una pausa larga- ... y entonces tuve que fabricar yo una cura. Menos mal que tuve los elementos a manos. Usé un componente de dio...

-Liza- frenó él-, escucha, sé que estás muy emocionada y exitada por todo lo que acaba de pasar. Pero necesitas calmarte. Ahora, vamos. Tengo que avisar a mi hermano que estoy bien.

-No.

-¿Eh?

-Prometiste primero salvar a mi perro.

-¿Cuándo lo hice?- protestó-. Está bien, vamos con tu perro primero- se apresuró a decir antes de recibir respuesta alguna.

Se dirigieron a buscar al pobre animal con la bomba incrustada en el estómago.

-Por cierto- dijo Frederick-, gracias.


-¡Oye, dame eso!- gritó Alexei, que estaba persiguiendo a Suga.

-¡Ja, ja, ja! Nop- ella había robado el "Libro de Estrategias" de Alexei, y estaba dispuesta a verlo.

-¡Te agarré!- gritó él al tomarle la mano con la que tenía el libro.

Sin embargo, Suga, con un movimiento astuto y veloz, lanzó el libro a su otra mano libre, y de un pisotón, se liberó de Alexei.

-¿Qué tiene tan personal que no lo puedo leer, Álex?- preguntó alejándose de su persecutor.

-Pero te dije que en un futuro te lo mostraré.

-Falta mucho para "un futuro". Anda, dímelo.

-¡No! Es un secreto, duh.

Esta vez logró agarrarla por atrás, de las dos manos. Las levantó en forma de "V" para que no intentara hacer nada. Ya no podía abrir el libro.

-Ja, ja, ja- Alexei reía ahora-. ¿Quién es el...?

La frase quedó incompleta. Una puerta abriéndose interrumpió la burla que el joven Alexei estaba por hacer. Y entonces recordó que en los últimos minutos, debido a que Suga tomó el "Libro de Estrategias" sin permiso, dejó de vigilar las cámaras.

"No, dios, no- pensó fugazmente, mientras se ponía delante de Suga para recibir el posible daño por ella-. No puedo dejar que vuelva a pasar. ¡No!".

Quedó cara a cara con el asesino a sueldo que había logrado entrar.

Solo que... no era ningún asesino a sueldo. Era Frederick. Se hermano. Y estaba vivo.

A Alexei casi se le cae el alma a los pies.

-Frederick...

-Alexei...

Frederick no estaba solo. Junto a él había una joven mujer, de aspecto algo desprolijo, con una bata de laboratorio y con unas gafas negras. Una total desconocida para Alexei y Suga.

Al ver que no había peligro la tensión se disipó completamente de la atmósfera. Frederick y Alexei dieron unos pasos hacia el encuentro. Liza y Suga se quedaron en la misma posición. No se conocían, pero tenían la misma idea, no interrumpir a los dos hermanos reencontrados.

Al verse a los ojos, Alexei no pudo evitar (a pesar de haberlo intentado) que sus ojos se llenaran de lágrimas. Había odiado tanto a su hermano desde lo que pasó con Alba, que incluso tuvo que mudarse, para no vivir en el mismo techo que él. Pero tras las tensión y la idea de perderlo para siempre... se dio cuenta de que aunque fuese la peor persona del mundo, él lo seguía amando.

El llanto silencioso de Alexei fue contagioso, al menos para Frederick, que también estaba derramando algunas lágrimas. Él había sufrido mucho por el rechazo de Alexei tras lo que pasó. Y más le dolía pensar que su hermano lo había abandonado. Pero ahora, Frederick estaba sintiendo todo lo contrario.

-Hermano...- Alexei llegó a susurrar con la voz temblorosa pero con una sonrisa en el rostro-... qué bueno que estés vivo.

Las lágrimas en las mejillas de ambos se deslizaban como si estuvieran en toboganes.

Frederick abrazó con fuerza y cariño a su hermano y, casi inmediatamente, Alexei devolvió el abrazo.

-Yo también te quiero hermanito- confesó el mayor-. Yo también te quiero.

AlexeiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora