El Informante

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Frederick contuvo la respiración. Respiró hondo e intentó relajar los músculos. Evidentemente, desquitarse con la pared no era un buen método para calmarse.

¿Cómo podía ser su hermano tan terco? Una cosa era que estuviera enojado con él por razones propias. Pero estando en una situación de peligro como la de ahora, y sin el Gran Jefe cerca, Alexei debía dejar ese orgullo atrás.

Ya había muerto Ronin, desaparecido Dämmerung, y era imposible localizar a Aren, así que perfectamente podrían haberlo eliminado a él también. Era solo cuestión de tiempo para que alguien fuera a meterse con Frederick, y debía estar bien preparado.

Pero antes, se puso en contacto con un informante de la policía. Era crucial obtener el cadáver de Ronin.


Alrededor de las 4:30 A.M. fue con los perros a un callejón cerrado, a encontrarse con un contacto que le diría dónde estaba depositado el cuerpo sin vida del ex-compañero.

-Pues bien, Fred- un sujeto todo tapado salió desde las sombras del callejón-. Veo que como siempre, llegas tarde.

-¿Así que sabes en dónde está el cuerpo de mi amigo?- preguntó seriamente, mientras pasaba las dos correas a su otra mano. Esta vez, solo Valkiria y Zeus habían acompañado a Fred. Winona se quedó en la guarida debido a su ineficiencia en las últimas misiones.

-Tal vez lo sepa, tal vez no- tanteó el informante, sin revelar su rostro. Lo poco que sabía Frederick de él era que trabajaba en la policía, pero nunca le reveló el puesto específico.

Grave error.

Frederick soltó las correas de los perros y estos se acercaron al informante, acorralándolo, al mismo tiempo que sacaba un revólver y ponía al soplón en la mira. Por otra parte, el acorralado también sacó un arma. Su mano temblaba.

-¡Piensa otra vez!- advirtió furioso al informante-. Me disparas a mí, los perros te atacan. Disparas a uno de los perros, yo y el que sobre atacamos. Estás en desventaja, amigo.

El soplón de la policía lanzó su arma a los pies de Frederick e hizo un gesto de protesta.

-Bien, está bien. Maldición- accedió. Luego, guardó silencio.

-¡Empieza ahora!- gritó Frederick furioso. Sin embargo, iba a tener que bajar la voz. Mucho ruido a estas horas de la noche podrían llamar la atención.

-Me enteré de la noticia de la muerte de tu amigo...

-Compañero- corrigió.

-Compañero, da igual- el informante hubiera jurado que escuchó "amigo" de la boca de Frederick, pero no quería volver a provocarlo-. Seguí un poco el rastro de cuál sería su paradero y, teniendo en cuenta que no tiene familiares, qué pasaría con el cuerpo. Pues bien, resulta que se hará una autopsia en menos de veinticuatro horas. Se analizarán la fecha, la causa de muerte, y sus órganos, para donarlos en caso de que estén sanos.

-¿Pero dónde carajos está?- Frederick comenzó a perder la paciencia.

-A eso voy, dios. Si mi información es certera, el cuerpo debe estar siendo transportado en estos momentos a la morgue del hospital St. Jones. Mi recomendación es que vayas en dos o tres horas, o antes del amanecer.

-No me digas qué hacer.

Llamó a los perros y se dispuso a volver al auto.

-Espera un momento- llamó el informante, insatisfecho-. ¿No me vas a pagar?

-¿Pagar por qué?- preguntó el otro, arqueando una ceja.

-Pues por mis servicios. ¿Por qué más si no?

-Deberías agradecer que te dejé vivo.

Siguió su rumbo. Luego frenó, y suspiró.

-Está bien- cedió ante el informante. Le lanzó una tarjetita que rezaba: "Vale por una bolsita de droga a elección"-. Puedes elegir la que quieras. Si encuentras a un miembro de nuestra pandilla, le muestras el vale y listo.

Esa tarjetita le provocaba vergüenza ajena a ambos. Pero ninguno quería decirlo. Era la forma de Frederick de deshacerse de esas tarjetas que imprimió Aren hacía un tiempo. Esta era la última de ellas.

-¡Yo no me drogo!

-No es mi problema- respondió mientras caminaba hacia el auto, levantando su mano en señal de despedida.

Pasó por la guarida a dejar a los perros, no sin antes felicitarlos por su labor. Revisó su reloj y concluyó que lo mejor sería salir rápidamente hacia el hospital St. Jones. No se percató en ningún momento de que Maxwell lo observaba salir de la guarida.

Una vez dentro del auto, antes de arrancar, comenzó a visualizar las diferentes opciones que tenía, cómo podría robar un cadáver de un hospital, y cuál era el porcentaje de riesgo en cada posible plan.

Por suerte, antes de llegar, se le había ocurrido una perfecta idea, y aún no amanecía.

AlexeiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora