El Viaje Espiritual

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Despertó empapado en sudor. Dentro de la cama, y cobijado como si recién se hubiera metido. Lo cual era raro, teniendo en cuenta que de Aren se trataba.

Sin abrir los ojos se llevó una mano a la sien. Le dolía la cabeza. Se preguntaba qué había pasado. No lograba recordar.

Sentía haber estado bajo el cuidado de un alma caritativa y amorosa, que lo llenaba de nostalgia. Sin embargo, tenía problemas para deducir de dónde venía ese sentir.

"Alba".

Una vocesita en su cabeza le habló. O más bien, le dedicó al confundido Aren esa sola palabra. Ese simple nombre. Esas cuatro letras que lo significaron todo para él.

Aren abrió los ojos de golpe. La repentina luz del sol del mediodía le lastimó los ojos. Volvió a cerrarlos de inmediato.

Lo recordó todo.

Casi como si hubiera despertado al momento de aquel sueño donde se encontraba con su difunta amada. Era eso, debía ser otro de esos malditos sueños en los que despertaba empapado lleno de un nada gratificante sudor frío. Aunque no era el caso. Se encontraba sequito como una prenda recién planchada.

Aren volvió a abrir los ojos, pero esta vez, despacio.

-¿Qué mierda es esto?- preguntó al ver en dónde había despertado.

No estaba en el hotel. Su cama, junto con él, se hallaba en una especie de prado. Una casita, o más bien, una choza construida solo con madera se encontraba a unos cuantos pasos de distancia de Aren.

El confundido muchacho podía escuchar los sonidos del silencio, junto con el canto de los pájaros. Se respiraba un aire bastante puro.

No quiso quedarse acostado en la cama esperando a que alguien le trajera las respuestas a toda esta locura. Además, se moría de ganas por equivocarse al pensar que todo fue un sueño, entrar a la choza, y ver a Alba leyendo la novela gráfica del filme "Zathura, una aventura espacial".

Puso sus pies en el césped húmedo. Se paró y a los pocos pasos de andar se dio cuenta de que estaba descalzo. Al apreciar ese detalle, la cómoda sensación de caminar por el suelo sin zapatos se hizo notar.

Al principio con pasos lentos, como si estuviera aprendiendo a caminar. Luego, mientras más se acercaba a la puerta, más aumentaba su velocidad.

Por un ligero momento imaginó cómo la choza se alejaba a medida que corría hacia ella. Afortunadamente logró llegar a su objetivo y lleno de ilusión abrió la puerta.

En lugar de encontrar a Alba leyendo en una mesita, vio una sola habitación, sin mesas, ni sillas. Solo Zinnia.

La pobre niña inocente estaba rezando descalza en un idioma que Aren desconocía, le estaba dando la espalda al joven, pero eso no evitó que al momento de entrar, la suave vocesita se desvaneciera.

Zinnia se levantó y lo miró con una mezcla de lástima y ternura.

-¿Y bien?- su voz era sumamente calma. En la habitación se escuchaba un ligero eco-. ¿Lo lograste?

En ese ambiente tan extraño, Aren se sentía profundamente conectado con la muchacha. Miró al suelo con tristeza. Notó que la luz del sol que entraba por las ventanas irradiaba gran parte del piso, pero no llegaba ni a los pies de Zinnia ni a los de Aren.

-No- admitió. Una lágrima se deslizó sobre su mejilla izquierda-. No puedo olvidarla así como así- se dispuso a acercarse-. Yo...

Zinnia levantó su mano en señal de "alto". Él, obedeció. En lugar de avanzar, Aren se derrumbó, quedando arrodillado.

Una nube bloqueó los rayos del sol, dejando a la choza en sombras. Una fresca sombra veraniega, a pesar de que estaban a un par de meses de comenzar el invierno.

Lo jovencita avanzó hacia Aren, y con suavidad, puso su mano en la barbilla del muchacho confundido.

-No puedo olvidar el recuerdo y la herida que dejó ella en mí- sollozó-. No puedo superarla, Zinnia. No puedo. Es imposible. No...

Con una mueca, ella pidió que se callara.

-Voy a mostrarte por qué te equivocas tanto...

Sin emplear fuerza alguna, Zinnia empujó hacia atrás al confundido Aren. Cayó.

Pero no sintió el choque contra el piso.

Antes de darse cuenta de qué pasaba, estaba parado en el medio de un camino. Una carretera. Vacía. Con árboles a su alrededor.

-Aren, ¿qué me has hecho?- una voz se acercaba a pasos agigantados.

Al darse vuelta vio el rostro desfigurado y lleno de sangre de su novia. No era ella. Era irreconocible. ¿Quién...?

Despertó sobresaltado en su cama, en su habitación. En el hotel. Se sentía ligero. Ido.

La pesadilla había acabado. O tal vez...

-¿Ves lo que pasa cuando te fuerzas a olvidar a un ser amado?- preguntó la voz de Alba detrás suyo.

Aren, todo tembloroso, volteó lentamente para encontrarse con Zinnia. Le faltaba el aire. Tenía miedo.

-¿Quién eres tú?- preguntó echándose para atrás, saliendo de la cama-. ¿Por qué tu voz sonó igual a la de Alba? Y sobre todo, ¿cómo sabes sobre ella?

En la voz de Aren se concentraba todo el dolor, frustración y angustia que sentía ahora mismo. Sin embargo, Zinnia se mantuvo en la misma posición, como si esperara que Aren dijera eso.

-Porque yo no soy alguien, Aren- él no entendió. Ella se acercaba pacíficamente-. No huyas, Aren. No huyas.

>>Date cuenta de todo lo que dejas atrás por tu irracional miedo a enfrentar las cosas. ¿Que no tienes una familia por la que preocuparte? Yo sé muy bien que Alba no era la única persona en el mundo.

-Sí...- los dientes de Aren carraspeaban. Tal vez aquella "niña" tuviera algo de razón. Pensó en su hermana y en Winona. Las extrañaba muchísimo. Y pesar de que fue el verdadero responsable de todo, también extrañaba un poco a Frederick. Aunque eso no significara que las cosas estuvieran bien con él.

¿Qué pensamientos debía haber tenido Suga cuando leyó la carta que le envió? Ni siquiera había tenido el valor de presentarse en el funeral a dar el pésame a su familia. Ellos tuvieron que aceptar que murió y ya, sin recibir una explicación honesta. Y él ni se dignó a hablarles. Abandonó la pandilla por medio de una carta escrita con odio y sangre...

Finalmente lo había entendido. No estaba creando una nueva vida. Estaba huyendo de la anterior.

La muerte de Alba era algo que lo perseguiría hasta el final de sus días. Algo que, habiendo sido honesto con ella, podría haber evitado. Pero escapar y dejar a todos atrás no era la solución. No era lo que él quería. Ni mucho menos lo que sus seres queridos merecían.

Se puso de pie y la miró fijamente a Zinnia.

Ella sonrió por última vez.

Acto seguido despertó.

Esta vez se sentía real. Era real. Podía sentir que era real. Y también se sentía un poco más fuerte que antes. Como si se hubiera recuperado del todo.

Había llegado la hora. Aren volvería a su ciudad, a arreglar las cosas.

AlexeiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora