Partida de Poker

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-¿Estás seguro de esto?- preguntó Frederick, sentado en una de las dos sillas.

-No es que este sea un día importante para mí- respondió Aren-, pero soy un hombre de costumbres.

Una pequeña mesa redonda lo distanciaba de Frederick. La pequeña habitación solo estaba iluminada por una luz de techo que alumbraba poco.

Aren procedió a retirar las cartas de la caja, y se las pasó a Frederick.

-Entonces no lo posterguemos más- procedió a decir Frederick, mirando su reloj, y recibiendo el mazo con su otra mano.

-Tienes razón- concedió el otro.

-Y quiero que repitas: "Mi cumpleaños es un día importante".

Aren masculló algo inentendible.

-Repítelo.

-Solo si me ganas- apostó con una sonrisa de oreja a oreja.

-Es un día especial, Aren- le pasó el maso para que continuara mezclando.

-No para mí.

Una vez que terminó de repartir, ambos miraron las cartas. Aren depositó en el centro de la mesa tres fichas verdes, con un valor de veinticinco dólares cada una. Frederick, más audaz, deslizó dos fichas negras, las cuales valían cien dólares cada una.

-Ah, me desafías- repuso Aren, con confianza. Al parecer, sus cartas eran buenas-. Pues, o bajas tú, o te bajo yo- apoyó dos fichas negras en la zona de apuestas.

-Deberías mejorar tus amenazas, chicuelo- tres fichas más por parte de Frederick.

-¿Chicuelo?- repitió él, arqueando una ceja-. Como sea...-puso dos fichas negras más.

Ambos demostraban confianza con las cartas que tenían, sin saber realmente qué era lo que el otro pensaba. El engaño era la clave, y Aren era un experto en eso. Pero Frederick conocía de punta a punta la habilidades engañosas de Aren, así que también estaría listo ante cualquiera de sus trampas.

Una vez que terminaron con su potente apuesta inicial, Aren puso las tres primeras cartas sobre la mesa.

-Pues lamento que hayas perdido tan rápido- se mofó Aren de manera infantil.

-Ya quisieras... Voy a apostar cincuenta, vamos a volar bajito por ahora.

-Buena idea, colega. Igualo tu apuesta.

Los dos dejaron la cantidad propuesta sobre la mesa, y se miraron a los ojos. Aren con su típica expresión mezcla entre frialdad y alta confianza, y Frederick con su imbatible cara de poker.

-Conozco esa expresión. ¿Nervioso?

-No. Tengo otras cosas por las que estarlo...

-¿Qué tal tu viaje por el exterior?

-Aburrido. No había mucho que ver. Y la gente no era interesante- "Al menos la gente real"-. ¿Tú?

-Meh, aquí andamos. Desbaraté todo el plan conspiranoico de un ex-miembro que quería asesinarnos a todos. Nada del otro mundo.

-Genial...

Aren destapó la cuarta carta, poniéndola en conjunto con las otras. Tras otra ligera apuesta, Aren procedió a develar la quinta y última carta.

-¿Preparado para la apuesta final, Aren?

-Nunca me sentí tan listo.

Antes de haber empezado la partida, Frederick había "obligado" a Aren a arremangarse, pero ni eso le aseguraba la tranquilidad de saber qué tenía entre las manos, y qué tanto le servían las cartas en mesa.

-¿Y bien, Frederick? ¿Qué tienes, hombre?

-Pues... ¿Qué tal ves un Poker?

Aren hizo una mueca, y fingió dolor.

-Parece que es un muy buen Poker, ni mi Escalera Real podría ganarle- bufoneó con sarcasmo.

Oficialmente, Aren había ganado.

Sin embargo, se mantuvieron jugando ocho partidos más, por la bonita costumbre de jugar y apostar. Eso, debido a que prácticamente estaban vetados de todos los casinos de la ciudad. La idea en sí surgió cuando Frederick, seis años más joven, descubrió lo sombríos que eran los cumpleaños de Aren, y desde el interior, buscó una forma para hacer que fueran especiales, o disfrutables, al menos. Esa idea se convirtió en una tradición que respetaban fielmente todos los años.

-Uf, estoy agotado de tanto mentir- anunció Aren.

-Sí, yo también.

Aren retomó su seria expresión.

-Bueno, me voy.

Estaba abriendo la puerta, a un paso de subir las escaleras e irse a la calle.

-¡Espera!

Aren volteó. No tenía más deseos de estar con Frederick. No antes de aclarar la situación. Pero ya tendría tiempo para eso. De momento, se acercó a él.

-Dime.

-No quería que te fueras sin nada en tu día especial- le entregó un alfajor con una velita clavada, en un plato pequeño-. Feliz cumpleaños, amigo.

-¿No te molesta que lo coma en el camino?- preguntó tratando de sonar lo más agradecido posible.

-Para nada- respondió haciendo una mueca.

Se despidieron con un abrazo.

Unas llaves desbloquearon la cerradura de la puerta. Aren entró a su casa agotado. Seguía siendo su cumpleaños y no quería saber más nada de eso. Si tan solo fuera posible desaparecer durante todo un día y reaparecer al siguiente...

Cerró la puerta de su habitación.

En una pared, se hallaba pegada una fotografía de un chico de aproximadamente siete años de edad, sosteniendo una pistola de juguete, como si fuera un policía. Al lado suyo, un hombre adulto, vestido de policía, sosteniendo un arma de la misma forma que lo hacía el chico.

Fue uno de los poquísimos momentos lindos que Aren pasó junto con su padre, y uno de los últimos. Un tiempo después, la madre de Aren, Vitoria, quedó embarazada, y a los nueve meses nació Suga. Tras eso, Aren pasó a ser una especie de sirviente ignorado por sus padres. Aunque no la culpaba a Suga por eso, secretamente deseaba haber sentido el amor paternal una vez más.

Esa foto estaba repleta de cuchillos clavados todos en la cara de su padre. Y uno en la frente del joven Aren. Era su recordatorio de que nada volvería a ser como antes.

Se sorprendió un poco cuando vio una caja sellada en su cama.

-"Para Aren. De Suga. Feliz cumpleaños- leyó la dedicatoria".

Suspiró y abrió la caja.

Una remera y dos sweaters bien doblados se hallaban en ella. La remera mostraba un diseño bastante fluido y bonito con una cuantas remarcadas de pincel improvisadas. El primer sweater traía una inscripción que rezaba: "HERMANO DE SUGA", y el segundo, un dibujo chibi de Aren persiguiendo a un braquiosaurio, con una inscripción arriba que decía: "I ♡ DINOS".

Por último, una notita abajo de todo escrita por Suga.

"Recuerda, Aren. Este es más que un simple día más".

Él abrazó los regalos con fuerza y afecto.

"Tal vez tengas razón, hermanita- repuso-. Tal vez tengas razón".

AlexeiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora