En la Morgue

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Aún no amanecía y Frederick ya había salido del auto, en dirección al Hospital St. Jones, para saquear el cuerpo de su ex-compañero muerto. Para no comprometer el desempeño de su misión, suprimió toda posible emoción. ¿Quién sabía cuántas emociones se desatarían al entrar por primera vez a un depósito de cadáveres?

Estacionó cuidadosamente su vehículo a unas cuadras del hospital. Al llegar allí, usó su vista de halcón para captar a algún enfermero que lo pudiera "ayudar". Un joven rubio, de contextura similar a la de Frederick estaba por entrar dentro del establecimiento. Llevaba puesto el uniforme de enfermero color verde esmeralda.

Rápidamente, a fin de evitar que el enfermero entrara, Frederick cruzó por el medio de la calle, gritando como un loco y fingiendo actitud desesperada. Afortunadamente, no fue atropellado por ningún auto pues, a estas horas no pasaba ninguno.

-¡AYÚDENME! ¡AYÚDENME!- aulló él corriendo hacia el enfermero. Al llegar a su lado se detuvo y fingió estar exhausto-. Mi hermano...-jadeó-... Mi hermano...

El joven enfermero, tal vez por la codicia de realizar un servicio tan bueno como para ser ascendido, se acercó a Frederick, y puso una mano en su hombro. Él podía notar cómo el enfermero quería alejarlo a Frederick de cualquier otro colega o doctor así se quedaba con todo el crédito.

-Respira, calma. Respira.

Frederick tomó al enfermero por los hombros, su rostro se veía lleno de desesperación y dolor.

-Tuvimos un choque... en la avenida que está por allí- señaló al norte-. Necesito ayuda. Por favor...

-Muy bien- aceptó el enfermero ingenuamente-. Entonces no perdamos tiempo y vayamos allá.

Frederick agradeció y lo guió corriendo hasta la "avenida". Para ahorrar tiempo, fueron por un callejón, tal cual estaba planeado. Unos metros antes de salir a la calle, Frederick se detuvo jadeando. Se apoyó contra una pared y cayó de rodillas al piso.

El enfermero acompañante frenó repentinamente y observó a su guía respirar mal. Se acercó a él.

-¿Te encuentras bien?- le tendió la mano para que se pudiera levantar. Frederick la tomó, y se levantó.

Sin embargo, no la soltó. Su expresión demostraba rudeza ahora. El enfermero extrañado no pudo hacer nada ante el ataque sorpresa de Frederick.

Cayó inconsciente. Frederick reemplazó sus ropas por el uniforme del enfermero de nombre desconocido y entró al hospital con total tranquilidad.

Disimuladamente, observó un mapa que indicaba que el depósito de cadáveres se encontraba en el tercer subsuelo. Revisó su reloj. Eran las 5:45 de la mañana. Todavía tenía tiempo hasta el amanecer.

Estaba a punto de tomar el elevador hacia el tercer subsuelo cuando una enfermera preocupada se acercó a pedirle ayuda.

-¿Es usted Brog?- preguntó en voz alta.

-...Em... sí.

-Lo necesitamos para la operación que está a punto de empezar en el piso cinco. Apúrese.

"Genial, lo que faltaba- concluyó fastidiado el supuesto enfermero".

-Em... enseguida voy- confirmó-. Es que el cabecera de la operación me pidió que buscara unas herramientas de repuesto en...-miró fugazmente el mapa-... el depósito del segundo subsuelo.

Se despidió acaloradamente de la mujer y tomó el elevador.

Una vez en el tercer subsuelo, se encontró con un pasillo prácticamente vacío. Deprimente, lúgubre, y con una energía que por algún motivo Frederick podía describir como oscura. No salía humo de las paredes. No era como en las películas. Pero sí había un ambiente depresivo el cual solo personas con gran firmeza emocional podían pasar sin problemas.

Subconscientemente, recordó a Alba. En concreto, las reacción violenta de Aren. Nunca lo había visto así.

"Maldición. Espero que a ese tonto no lo hayan matado".

Entró a la sala donde residían los cuerpos sin vida. Hacía frío.

Para no perder mucho tiempo, buscó rápidamente con la mirada los nombres que pertenecieron a los antes vivos.

"Ronin Berkrevich".

Lotería. Lo había encontrado.

Con delicadeza, en honor al compañero caído, tomó su cuerpo sin vida y lo reposó en una camilla. Se tomó unos momentos para contemplar a su amigo y rezar mentalmente unas palabras en su honor. Luego, lo tapó y salió de allí.

Tomó un elevador que lo dirigiera a los estacionamientos y dejó al cuerpo en la parte trasera de una ambulancia. Por suerte, para evitar demoras en casos de urgencias, las ambulancias venían con las llaves ya puestas, así que fue pan comido apropiarse de una.

Frederick inició el motor. Un poco antes de salir del estacionamiento encendió la potente sirena, pisando el acelerador todo lo posible. Condujo con la sirena puesta hasta llegar a donde estacionó su auto originalmente.

"¡Bien!- celebró mentalmente, al ver que aún no amanecía-. Todo salió de acuerdo al plan".

Tras asegurarse de que no había nadie en la calle, trasladó el cuerpo de Ronin a su auto, dejando la ambulancia bien estacionada pero sin cerrar con llave, por si alguien más la requería.

Una vez en el auto, con el cuerpo escondido no en el baúl, sino debajo de los asientos traseros, aprovechó para ir llamando a un contacto que podría serle de utilidad.

-¿Hola? ¿Frederick?- saludó una voz femenina.

-¿Cómo va, Liza?

-Te he dicho mil veces que no me abrevies el nombre, Frederick- replicó con molestia-. ¿Qué es lo que ha pasado esta vez?

-Pues...

-Sin rodeos. Solo dime, que estaba por acostarme a dormir.

-¿Acostarse a las 6:10 de la mañana?

-Encontré una serie muy adictiva. ¿Algún problema?

Del otro lado del teléfono se escuchó un potente bostezo. Frederick concluyó que lo mejor sería no hacerla esperar, y menos con ese humor.

-Doc, tengo algo que me gustaría que analices- informó a medias-. Y si fuera posible, me gustaría que cancelaras tu cita con la almohada. Es urgente.

AlexeiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora