Crisis alimenticia

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Una pequeña introducción y una merienda improvisada bastaron para que Los Dragones de Berlín del Sur entraran en confianza con los nuevos miembros del norte.

Ellos, o más bien Rojo, habían dicho que se irían tras la Sucesión de Reyes. Después de todo, solo estaban aquí para presentar una especie de seguridad durante el evento, ya que miembros de otras pandillas podrían aprovechar la oportunidad para intentar derrocar a la pandilla.

No era tiempo para preocuparse por ello igualmente. Todavía faltaban dos semanas para el evento. Y Aren, en un gesto de buena voluntad, consiguió piso para cada uno de los cinco "nuevos" miembros.

-¡Hermano!- llamó Frederick desde la puerta de su habitación-. ¿Hoy vamos a entrenar a la tarde al parque?

-Perdona- se disculpó Alexei-. Pero hoy tenía pensado visitar a Suga. Quiero darle una sorpresita, ja, ja.

-Oh, de acuerdo- aceptó Fred, sumamente decepcionado-. No pasa nada, hermanito- sonrió.

"Hace mucho que no la veo a Suga- reconoció Frederick para sus adentros".

Dementia no había aparecido en la espalda de Alexei hoy. Ni hoy ni desde hacía un buen tiempo. En realidad, sí apareció, pero en sus sueños, y era todavía más extraño ahí, ya que en ellos, Dementia tomaba la forma del cuerpo de Alexei, y lo reemplazaba totalmente. Nadie se daba cuenta de ello y Alexei pasaba a ser no más que una simple sombra de su sombra oscura.

Despertaba gritando y lleno de sudor frío. Y no era una pesadilla que tenía una vez por mes. Cada día era más recurrente. Le daba miedo pensar en que evolucione.

Intentó ignorar eso mientras salía a la casa de Suga. Ya iba a caer por sorpresa en su viejo hogar y no era buena idea hacerlo de mal humor. No la veía desde lo que pasó al salir del cine. La extrañaba mucho. Después de todo, ella le había dado el pie para aprender a disfrutar de su vida tras lo que pasó con Kat.

Llegó a su casa con una bolsa llena de chupetines de frutilla. Tocó el timbre. Esperó. Nadie abrió. Volvió a intentarlo y obtuvo el mismo resultado.

"¿Dónde habíamos dejado la llave de emergencias?- cuando Alexei vivía con Suga, decidieron mandar a hacer una segunda llave. Todo gracias a los dos asesinos de Ronin-. ¡Ah, ya me acordé!".

Buscó en uno de los arbustos más cercanos al patio de trasero, donde encontró la dichosa llave. Abrió la puerta.

-¡Hey, Suga!- llamó-. ¡Soy yo, Alexei!

Nadie contestaba.

"No puede ser que haya salido- dedujo comenzando a preocuparse-. Ella siempre está aquí para esta hora".

En un acto infantil pero lleno de amor, le preguntó a uno de los cachorritos dónde estaba su dueña. Este fue corriendo escaleras arriba y cuando llegó al final, esperó a Alexei.

Sorprendido el muchacho, siguió al perrito que lo dirigió a su habitación casi riendo por la situación. Lástima que, en cuanto entró, se le borró la sonrisa de la cara.

La habitación estaba hecha un desastre. Las cortinas tiradas y la cama deshecha. Todo tirado. Y con Suga boca abajo, en el piso. Estaba vestida con su pijama rosado de manga corta.

Descalza, podía ver lo increíblemente delgados que estaban sus talones, mucho más delgados de lo que estaban cuando vivían juntos. Lo mismo con sus brazos.

Pegó un grito por la desesperación. Este grito hizo que Suga se diera vuelta débilmente.

Alexei corrió hasta ella. Se agachó.

-Álex...- sonrió con los ojos llorosos.

-¡Suga, dios no! ¿Qué te pasó?

-¿Verdad que ahora me veo más bonita?

-Ay, Suga...- Alexei estaba al borde del llanto.

Suga volvió a cerrar los ojos y Alexei entró en pánico.

"ESTÁ INCONSCIENTE. ¿QUÉ HAGO? ¿QUÉ...?".

No. Debía calmarse. Sentía otra vez cómo Dementia lo envolvía. Y con mucha fuerza. No podía permitir eso en este instante, pero su mente estaba bloqueada.

Hizo lo primero que se le ocurrió, llamar a Frederick. No atendía el teléfono. Debía estar entrenando. Pensó entonces en llamar a Aren. Aunque no se llevaban muy bien, esta era un situación de vida o muerte. Se tragó su orgullo y marcó su número.

-Alexei, ¿Qué pasa?- atendió-. Estoy trabajando. Más vale que sea importante.

El muchacho se estaba conteniendo para no gritarle por su prepotencia.

-Aren, escúchame. Es sobre Suga.

-¿Qué pasó?- preguntó, levantándose bruscamente de su silla al oír el tono serio de Alexei.

-Hoy fui a su casa y...- hizo una pausa-... la encontré tirada al borde de la inconsciencia en su habitación. Se veía débil, y raquítica. Aren, escúchame, voy a llamar a una ambulancia para que...

-¡No! No llames a nadie.

-¡¿Pero que mierda te pasa?!- explotó-. ¿No ves que su vida está en peligro? Y tú quieres que la deje aquí. Tirada.

-No es eso. Escúchame. Tú vete, yo ahora mismo voy a ir para allá.

-Ni loco. No voy a dejar a Suga sola, ni un instante. Y menos sin saber qué es lo que piensas hacer.

-¡Imbécil! Soy su hermano. Jamás tendría malas intenciones para con ella. Es mi familia.

-Sí, algo me hace desconfiar. Dudo que la metas en la categoría familiar. Eso o la consideras una enemiga más, como a tu padre.

-Maldición. ¿Cómo...?

-Basta, Aren. Ahora no es el momento. No pienso irme de aquí, ni aunque tú estés. Ella es lo más cercano a una mejor amiga y la amo como tal.

Aren respiró hondo un par de veces. Desde el otro lado se notaba que estaba tomando una decisión.

-Bien- cedió-. Pero cuando llegue, y te cuente el porqué de esto debes prometer no odiarla a mi hermana, ¿de acuerdo?

-De acuerdo.

Colgó.

Alexei contempló a Suga tirada en el suelo. Le partía el corazón. Con sumo cuidado, la levantó y la apoyó en su cama. La cubrió con una manta y se sentó a su lado. Nunca la había visto tan mal.

Fue entonces cuando todo cobró sentido. El mensaje de texto que decía que no tenía hambre. El salir corriendo cuando la invitó a cenar. Y ahora esto. Se sentía tan idiota. Tan culpable. Tal vez si hubiera seguido viviendo con ella esto jamás hubiera pasado.

Ahora Suga estaba entrando en una especie de anorexia y él no podía hacer nada para detenerla.

AlexeiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora