Deseo de belleza

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-¡Finalmente hoy es el tan esperado día para las audiciones del desfile de talla nacional!- anunció una voz en off desde la pantalla del televisor de Suga-. ¡Este concurso será organizado por la compañía "Lives and Fantasies", conocida por sus maravillosos trabajos en la alta costura!- mientras la noticiera hablaba, la pantalla enseñaba imágenes y videos del concurso del año pasado-. ¡Y por primera vez en la historia de este concurso, se inaugurará una sección de menores, incluyendo a niñas desde ocho a quince años de edad!

Suga estaba emocionadísima. Era la primera vez que participaría en un concurso y estaba nerviosa.

En el evento, que ocuparía la calle principal, desfilarían las dieciséis mejores concursantes de la sección de menores, y la sección normal. Siendo un total de treinta y dos participantes.

Aunque estaba muy cómoda sentada en el sillón, acariciando a Layla, la perra, y a los cuatro cachorritos, sabía que tenía que levantarse y arreglarse. Así que se levantó con cuidado, para no asustar a ningún perrito, y se dirigió al baño para arreglarse y vestirse debidamente.

No le había dicho a nadie sobre esto. Ni a Aren, ni a su madre, ni siquiera a Álex. Quería que fuera una sorpresa. Volver a casa de su madre con una sonrisa en el rostro y un certificado de que participaría en el concurso. Después de eso, pedirle, o más bien exigirle, que la dejara trabajar en su empresa de moda.

Ya podía ver el triunfo en su cabeza. E incluso se alegraba de que Álex la fuera a felicitar. Tenía su mente centrada en eso.

Era una pena que Alexei hubiera vuelto a vivir en su casa con Frederick. A veces Suga lo extrañaba. Con los perros que encontró en la calle no se sentía tan sola, pero no era lo mismo sin Álex.

Tras un viaje en taxi, llegó al estudio donde concursaría. Apenas hoy era el día de eliminatorias. Se seleccionarían un total de sesenta y cuatro participantes. El número eventualmente bajaría a dieciséis, y de allí se buscaría una ganadora.

-Firme aquí, señorita- le suplicó una de las encargadas del registro.

Suga escribió su nombre completo y firmó. Llenó luego un pequeño formulario que exigía sus datos.

-No puedo creerlo- la encargada leyó rápidamente el formulario a fin de verificar que no haya errores-. ¿Es usted la hija de la famosa diseñadora Vitoria?

-Pues... sí. Y aproveché ya que ahora puedo concursar. Tengo muchas ganas de que mi madre me acepte en la compañía- confesó en voz baja.

La encargada le dio un pin con un número, el cual Suga no decidió pegarse. En lugar de eso, lo sostuvo en la mano. Ella era la número cuatrocientos treinta y uno.

La cantidad de chicas de todas las edades (dentro de la sección de menores), reunidas en un mismo escenario, con un aparente máximo de quinientas concursantes. No sería para nada un concurso corto.

-Hola- saludó un chica de pelo negro, ojos verdes y aspecto tímido y muy delgado a Suga.

-¿Qué tal?

Conversó un poco con la chica de cabello oscuro. Se llamaba Hannah, y también se veía muy interesada en el modelaje.

-¡Atención, por favor! ¡Les suplicamos a todas las participantes que presten atención por favor!- anunció un presentador de voz masculina desde los parlantes colgados en la pared. 

El anunciante comunicó que las participantes irían pasando en tandas de a veinticinco. De estos grupos, se seleccionarían tres o cuatro finalistas, las cuales pasarían las eliminatorias y entrarían al concurso real.

Suga tuvo que esperar más de una hora hasta que la llamaron a ella. Junto a las demás del grupo, caminaron hasta un escenario que tenía un pasarela.

Los tres jueces les explicaron a las veinticinco chicas la modalidad y el criterio de elección. Una a una, tendrían que resumir en pocas palabras quiénes eran y qué querían, y demostrar sus habilidades caminando por la pasarela.

-Decidida, confiada, y lista para ganar y hacer brillar al mundo- fueron las palabras que Suga eligió para describirse. Luego, con la gracia de un cisne y cuidando cada paso que daba, caminó hasta la punta de la pasarela. Regresó con la misma elegancia.

Una vez terminaron de pasar todas, los jueces pidieron que se volvieran a formar para anunciar a las finalistas.

-Bueno, muy bien- celebró el juez del medio-. Basándonos en las palabras, estructura física, y movimiento en la pasarela, hemos decidido que las finalistas que superaron esta etapa de eliminatorias fueron: la número cuatrocientos cuarenta y siete, la cuatrocientos veintidós, y la cuatrocientos treinta y cinco. Felicitaciones.

Suga quedó pasmada. Revisó su pinuna vez más. Cuatrocientos treinta y uno. No era posible. Sus palabras habían dejado asombrados a los jueces, ella lo notó. Y también supo que sus pasos habían sido perfectos. Entonces, ¿por qué no fue elegida? No había sido peor que las ganadoras...

Prefirió esperar a que las otras concursantes se fueran, la mayoría con caras largas. En cuanto tuvo la privacidad deseada, se acercó a los jueces. No podía preguntarlo directo y arriesgarse a quedar como una nena caprichosa.

-Señores jueces, ¿qué hubo de malo en mis pasos?

-Nada, querida- respondió uno-. Caminaste de maravilla.

-¿Entonces...?

-Es... ¡Ay! ¿Cómo decirlo, linda?- intentó explicar otra-. Es solo que creemos que tu cuerpo no se adapta a nuestros ideales de modelaje.


Suga salió del estudió lanzando el pin a un tacho de basura con mucha violencia. Casi llorando.

"¿Me acaba de decir gorda? ¿A mí? ¿Gorda?".

Mitad enojada, mitad entristecida, entró en su casa y lo primero que hizo fue correr hacia el espejo del baño.

"¡Yo no estoy gorda!- cerró los ojos por el enojo-. ¿O sí? ¡No! No lo estoy... no...".

Una creciente preocupación y un viejo temor hicieron que llevara una mano a los labios. Se largó a llorar a su cuarto.

A la media hora le llegó un mensaje de Alexei.

"¡Hey Suga! ¿Vamos al cine esta noche?"

"Perdón- respondió ella, sin muchas ganas-. Hoy no tengo ganas de comer".

"???".

Era lógico que Alexei no entendiera qué quería decir. Él no sabía qué había pasado hoy, ni que había pasado hacía cinco años. Sin embargo, Suga no tenía ganas de dar explicaciones, y menos ahora, así que lanzó el celular al otro lado de la cama.

Siguió llorando.

AlexeiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora