Capítulo 1

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Hace algunos ayeres, aunque  no importa cuantos para ser exacta

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Hace algunos ayeres, aunque  no importa cuantos para ser exacta...

Abrí los ojos, no reconocí donde estaba pero eso no era nuevo, me giré para poder, con más atención ver el rostro de la persona que dormía a mi lado.

Moreno, tatuajes por casi todo el cuerpo, alto y abdomen trabajado. Nada del otro mundo.

Me levanté con la sábana blanca cubriendome mientras levantaba mis pertenencias del piso de lo que creía era el lugar del sujeto.

—. ¿Ya te vas?—preguntó con voz ronca mientras se estiraba, intentó alcanzarme por la mano, pero había logrado huir de un movimiento ágil.

—. Así mismo mi estimado—decía en un tono de voz monótono, tal vez, desinteresado sin tener que causarlo, salía naturalmente de mi.

Volví a ponerme el vestido azul que traía cuando llegue esa noche, lo cierto es que, no había rastro alguno de mis bragas pero tampoco me detendría a buscarlas.

—. Puedes quedarte un rato más—escuchaba, lo sentía detrás mío, había logrado girarme y negar con una sonrisa encantadoramente falsa.

—. Pudiera si, pero ya no sería divertido—me encogía de hombros mientras volvía a lo mío.

—. Podríamos hacerlo divertido—depositaba besos en mi espalda, una risita escapo de mi boca.

—. Una no colorea dos veces el mismo dibujo—colgué mi bolso en mi antebrazo y caminé tomando distancia.

—.Vaya chica—dijo pasándose el dedo pulgar por sus labios hinchados.

—. ¿Cómo dijiste que te llamabas?—preguntó e hice un movimiento con los hombros.

—. No te dije lo dije, porque ciertamente para lo que hicimos no importa cuál sea mi nombre ni cuál sea el tuyo— ponía algo de labial en mis labios, rosa pálido, después solo caminé a la salida del lugar.

—. ¿Alguna puntuación? Por lo menos —preguntó entre risas antes de que pudiera marcharme.

Sonreía descaradamente y me límite a decir:

—. Digamos que en una escala del uno al diez—gesto de fingida inocencia—. He tenido peores veces, no te preocupes cariño, siempre se puede mejorar—guiñe un ojo y cerré la puerta detrás de mi ignorando los gritos -insultos- que provenían de dentro del lugar.

No me tomo bastante tiempo bajar por el ascensor y tomar un taxi.

Perdida en mis pensamientos mi celular no dejaba de sonar, entre el ruido de la ciudad y el de mi cabeza en casi automático contesté, aunque después quisé no haberlo hecho.

—. ¿Aló?—conteste distraída mientras miraba por la ventana del auto.

—. ¿Puedo saber donde estas?—se escuchaba calmado, calma que al momento de oírlo yo ya no tenía.

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