Capítulo 24

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Sentada, ebría, estúpida, con el maquillaje probablemente deshecho y con ganas de llorar... acabo de describirme en ese momento ¿se dieron cuenta?

—Otro trago por... favor...—no estoy muy segura ahora de que lo que haya dicho fue entendido, arrastraba tanto las palabras que apenas podía decir "Hola" y no confundirse con otra palabra como... "zorra"

—Llámame entrometido pero, Señorita Morgan perdí la cuenta de sus tragos después del décimo tercero—mi atención se fija en los ojos color miel y ese rostro cubierto de pecas que hace que todo fluya con ese cabello rizado en color caramelo.

—Dime por favor que esto es un jodida casualidad—en verdad rezaba internamente para que fuera una puta coincidencia estar sentada en la barra con Mike atendiendome desde hace más rato del que quisiera recordar, pero vamos, sabía que no era casualidad, ya nada podía serlo.

—Bueno, si, contrataron la agencia de camareros sexys donde trabajo, puedo decirte con certeza que el que esté aquí mirando tus bonitos ojos es una mera coincidencia—me levanté de donde estaba dispuesta a irme a donde fuera, o vomirar, lo que pasará primero, pero, me tomo con delicadeza de la mano.

—No estoy juzgando tu manera de beber Madisson, sólo era un chiste, te ves apagada y de las veces que he coincidido contigo... bueno, me atrevería a decir que no eres así—ruedo los ojos al cielo pidiendo al mismo paciencia... prudencia.

—¿Dónde guardas el micrófono?—su entrecejo se frunció y me miraba con diversión—¿O es sólo una cámara?—soltó una risita que por un momento me reconforto, aparte la mano y volví a sentarme.

—Tus pecas parecen chispas de chocolate, son lindas—por las distintas luces —y mi borrachera- no podía enfocar su rostro, pero podría haber jurado que se sonrojo ante mi comentario—Eso no te quita lo estúpido, yo no soy una muñeca, eso significa que ni tú ni el idiota de ojos celestes puede jugar conmigo, ¿entiendes?, ¿por qué? ¿Por qué cara de galleta?—había una pequeña sonrisa en su rostro.

—¿Por qué que Maddie?—ruedo los ojos como si lo que le pregunté hubiera sido obvio, bueno, tal vez lo era y él sólo se hacía el loco.

—¿Por qué no me dijiste que ese pedazo de mierda es mi... ? lo que sea—bufé para no llorar de nuevo.

—Debería irme, si, me iré ahora y mañana espero no recordarte cara de galleta, ni a ti ni a nadie en este maldito lugar, tus amigos y tú me dan...—mi estómago ya reclamaba todo lo que bebí, intenté correr al baño pero fracase tremendamente al chocar con alguien -con ese alguien- con mi ahora pesadilla.

Su entrecejo estaba fruncido, como no, caminé un poco lejos de la vista de todos, o no estoy segura, ya todo parecía más brillante, los pasillos más angostos y el clima aún más caliente.

Logre vaciar mi estómago en un baño, ¿cómo? No estaba segura, lo que sabía era que si no me iba a de ahí pronto tendría varios problemas.

—Levántate—decía ella con un tono de voz dulce—voy a pedir que nos lleven a tu casa, ¿de acuerdo? Me quedaré contigo Madds—negué.

—Vete, de verdad, vete—la voz me temblaba, pero estaba tan ebría que no se notaba o si lo hacía se justificaba perfecto con eso.

La miré decidida, no sé de donde, o como, pero saque fuerza y equilibrio suficiente para salir de donde estaba, haría lo más coherente que podía hacer.

Irme en un taxi.

Trataba con todas mis fuerzas no perder la conciencia, no podía salir porque al hacerlo los paparazzis me dejarían ciega con su flash, estaba sentada, aparentando sobriedad y felicidad por lo que sea que estuviera pasando a mi alrededor.

—Hueles a alcohol desde dos metros de distancia—mi madre me tomó con fuerza del antebrazo, hablaba entre dientes mientras trataba que nadie la viera.—Es hora de que te vayas, no quiero que arruines este momento—me reí cínicamente.

—Yo me hago cargo—mis párpados me pesaban, hablar para protestar me daba pereza, mi cerebro no cooperaba conmigo para decirme de quien era esa voz.

Fui guiada tomada por el mismo antebrazo donde mi mamá me jalo, fui depositada en auto y comencé a reír como si no hubiera un mañana, ¿qué me causaba gracia? No lo recuerdo con exactitud.

—Deja de mirarme feo—lo acuse aunque ni siquiera estaba segura de que me estuviera mirando, ya que, tenía los ojos cerrados por el mareo.—Voy a golpear directo a esa cara de modelo frustrado que tienes idiota—de nuevo volví a reír.

—Estás demasiado ebría Madisson—abrí los ojos unos instantes y lo mire, me reí sin humor.

—Algo me dice que no eres muy listo eh Anderson-sentí un pinchazo en el estómago, negué y puse mi atención al frente—Eres un Morgan—estaba demasiado borracha, pero, hasta en ese estado sentía la presión e incomodidad en el aire.

Cuando menos lo esperé aparcamos y ya estaba frente a la casa, intenté salir sin ayuda, casi tropiezo, el alcohol ayudaba a que la vergüenza fuera casi nula.

Reí como estúpida hasta que sentí sus brazos en mi cintura, me aparte de inmediato y ahora si, caí al piso sin poder hacer nada al respecto.

Me levante como pude y me adentre a esa casa que en ese momento sentía menos mía que antes, jamás había contado los minutos que faltaban para irme a estudiar a Nueva York.

—Ya no tienes cinco años Madisson—se me planto enfrente y aproveche para abofetearle de nuevo.

—Callate ya, tu voz desde si no sale de mi cabeza—me sente en el tercer peldaño de la escalera y lo mire expectante, esperaba su disculpa aunque no fuera a perdonarle, no tan fácil.

—Estoy esperando a que disculpes idiota de ojos celestes—mi revelación pareció hacerle más gracia que un chiste ya que se echó a reír.

—No tengo motivos para querer pedirte una disculpa cielo—juro que quisé vomitar.

—¿Disfrutas verme así de patética? Tome demás y probablemente fue por tu puta causa—me le plante enfrente y apesar de la poca iluminación lograba ver a detalle sus lindos ojos del color del cielo.

Estábamos demasiado cerca, tal vez más cerca de lo que era prudente, pero no me importaba, nada en ese instante parecía importarme tanto como lo que quería que pasará  y lo que hice que sucediera.

Plante mis labios en los suyos en un casto beso, me separe y él me miraba con ¿anhelo? Nadie se atrevió a abrir la boca de nuevo, ahora fue él quien me beso y mierda, podía jurar que nada se sentía tan bien como eso.

El beso se hacía más intenso, las caricias más urgentes, nosotros más necesitados del contacto del otro, la ropa comenzaba a estorbar.

Mordio el lóbulo de mi oreja, mi piel se puso de gallina, hizo que lo mirara, desde ahí comenzaron las conversaciones con nuestros ojos, lo bese, esa era mi respuesta, la mejor que podía darle en ese momento.

Me tomo de la mano y lo guié escaleras arriba hasta mi habitación, una vez dentro sus manos acariciaban mis músculos, su boca estaba en mi cuello y mis uñas comenzaban a clavarse en su espalda.

Qusiera decirles que la culpa fue de tanto alcohol, pero mentiría.

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