Capítulo 9

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Llego el día en el que saldría con el idiota de ojos color celeste; hacía mucho que yo no me sentía tan nerviosa por algo tan simple como salir con una persona del sexo opuesto, en realidad, ni siquiera recordaba cuando había sido la última vez qu...

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Llego el día en el que saldría con el idiota de ojos color celeste; hacía mucho que yo no me sentía tan nerviosa por algo tan simple como salir con una persona del sexo opuesto, en realidad, ni siquiera recordaba cuando había sido la última vez que eso había sucedido.

Iban alrededor de veinte veces que me echaba un vitazo "rápido" al espejo para asegurarme de que: mi cabello, mi ropa, mis zapatos, mi maquillaje y todo en mi, se veía bien o medianamente decente.

Mientras yo me alistaba, sabía que faltaba una hora, iba a verme con él en una plaza que no me quedaba tan lejos; a ese punto, también habíamos intercambiado varios mensajes de texto a lo largo de la semana, aunque, a decir verdad, me frustraba hablar con él por este medio, ya que, me respondía horas bastante después, sus respuestas eran rápidas y podría decir que hasta ¿frías?, por eso es que había decidido decírselo, lo que respondió fue algo como:

"Entonces, si deseas hablar conmigo, llámame"

Y así lo hacía desde ese día que lo mencioné, le llamaba a eso de las doce de la noche para terminar de charlar a las tantas de la madrugada, no me pregunten como es que hablábamos tanto, no se pregunten como es que teníamos tanto tema de conversación si apenas nos conociamos, no se lo pregunten y no me lo pregunten, porque en realidad, tampoco lo sé.

Lo que pasaba en mi cabeza también me desconcertaba, '¿Hace cuanto no me arreglaba para alguien?' Siempre solía hacerlo para todas las personas que me pudieran ver, para impresionar a todos y no solo a una persona, '¿Qué estaba mal?' Sinceramente no lo sabía, pero había un montón de otras cosas que si sabía.

Tenía todo lo que necesitaba, así que recuerdo lo rápido que salí cuando deje de preocuparme tanto por los miles de defectos que veía cada vez que me miraba al espejo.

Me había encaminado hasta la planta baja, me dirigía a la cocina a tomar las llaves de el auto que papá me había regalado de cumpleaños en ese entonces, hacia apenas dos meses, entonces, me encontré con la silueta de Edgar.

Traté de tomar lo que necesitaba rápidamente y salir a toda velocidad pero él, se interponía en mi camino, como siempre solía hacer.

Un suspiro cansino me abandonaba,  frote mis cien antes de encararlo.

—. ¿Te importaría? — sin más, traté de hacerle a un lado, aunque él no se movia.

—. Si no mueves tu culo de mi camino no quieres ni imaginarte lo que haré—esboze una sonrisa.

—. Eres...—se detuvo en el instante en el que le miré con diversión.

—. Si, si, claro, ahora, quítate de mi camino— sonaba cansada, lo estaba, él, Edgar era un dolor de una
maldita patada en la entrepierna.

A fin de cuentas, hizo lo que le ordené y una sonrisa triunfal se pintaba en mis labios; sin perder más mi tiempo salía de la cocina para dirigirme a la cochera y treparme en mi auto.

Encendí la radio en un rídiculo intento de aminorar mis nervios repentinos,  ponía el vehículo en marcha, la vista estaba fija en mi camino, hacía de todo mi esfuerzo para que mi mente se mantuviera en ese aquí y ese ahora para que no ocurriera un accidente.

Veinte minutos después llegaba a la plaza, justamente a la hora que se había acordado; tres en punto, de alguna manera me sentía estúpida por estar en ese lugar tan puntual cuando él seguramente ni siquiera había llegado, saqué mi celular y me decidí a perder unos cuantos minutos en un juego ridículo.

Después de perder diez minutos entre partida y partida me arme de valor suficiente para bajar del coche y caminar a la plaza; avanzaba a paso decidido mientras le pedía a la vida al destino o lo que sea que no me hiciera  sentir más estúpida que antes.

Me había parado frente a la fuente más grande de la plaza, buscaba entre todas las personas del lugar a el chico rubio que literalmente me había estado quitando el sueño.

Primero esperé cinco minutos, después otrs cinco y comenzaba a sentirme estúpida conforme pasaban los segundos; pensaba y pensaba razones suficientes para no irme y en realidad no encontré ni siquiera diez, pero de igual manera decidí perder un poco más de tiempo. Porque, aunque me repitiera que no, esperaba algo de todo.

Sacándome de mis pensamientos, mi celular sonaba en mi mano, ponía mi atención en el aparato solo para notar que se trataba de un mensaje, un mensaje de él.

" Tuve un problema, ¿nos vemos luego?"

Me sentí tan estúpidamente patética que no tenía palabras suficientes que me alcanzaran para describir con claridad lo tonta que pensé que era.

—. Boo—susurraron cerca de mi oído, solté un pequeño grito, me giré solo para ver al idiota con una sonrisa que bien, podría haberle partido la cara en dos, su rostro se torno rojo por la risa, yo no podía dejar de verlo con cara de pocos amigos.

—. Juro que eres idiota— estaba lista para marcharme y pensé todos los motivos para irme de manera rápido.

"Primero llega tarde y me hace sentir como la chica más estúpida del planeta para después sacarme un susto tremendo"

Me había girado dispuesta a "irme" aunque en realidad solo quería que me pidera que me quedará.

Logro jalarme, estábamos cerca, estábamos muy cerca, aquello solo hacía que los cabellos de mi nuca se pusieran de punta.

—. Puedes besarme o seguir actuando como una niña de cinco años—susurraba cerca de mi boca, mis ojos no se habían despegado de los suyos, notaba como él miraba mis labios y humedecía los suyos.

En realidad en ese momento me perdí de todo, me olvidé que estábamos en un lugar público y cualquiera podría habernos visto si así lo hubiera querido.

No me dio tiempo suficiente de procesar una respuesta ya que sus labios se estamparon en la comisura de mi boca y reía por lo bajo contra mi mejilla.

Sin decirme nada más, solo me miraba y comenzábamos a andar por ahí, sin rumbo fijo en realidad; no hacía falta que le mirará para que sintiera esa sensación extraña que se apoderaba de mi sistema cada que estaba o hablaba solamente con él, era extraña si, pero para nada era algo desagradable, me sentía como una niña, pero es que bueno, todavía lo era.

—. Confesión—decía—. Eres mi primera cita formal, no se cómo sentirme ahora—arqueaba una ceja—. Tal vez lo sepa si vamos por un helado—reía.

—. No sé se esperamos para ir por el—la sensación aumentaba en mi pecho y estómago ante sus palabras, más bien, el como las decía.

(...)

Nos habíamos sentamos fuera de la plaza y comenzamos a comer nuestro helado, no decíamos nada pero no se sentía como si tuviéramos que hacerlo.

—. Aunque no lo creas, hace años no comía uno de estos—confesaba y el tono de voz que utilizaba por una instante me pareció... ¿melancólico?

Lo miré como si tuviera tres ojos en la frente, mi gesto de horror no pudo ser más grande en ese instante, él me miraba y reía después.

—. ¿Cómo es que no?—la pregunta salió de mi boca sin pensarla dos veces.

—. Es una larga historia—aseguraba y volvía a fijar su atención en su helado.

—. Tengo tiempo.

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Capítulo editado;)

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