Capítulo 25

1.5K 79 8
                                    

Saque su estúpido saco y comencé a desabrochar su camisa, comenzamos a ir hasta mi cama, pero toda la magia se perdió en cuanto la luz fue prendida por accidente.

Lo observe unos instantes, negué y me separé de él, borracha o no, eso no estaba nada bien y mi conciencia no paraba de gritarlo en ese momento, todo el peso del mundo callo sobre mis hombros cuando mire su cabello revuelto, sus labios hinchados y note su dificultosa respiración.

—Vete de aquí—cerre los ojos con fuerza intentando no echarme a llorar, Dios, era la peor de las zorras, no sólo acababa de besarme con el novio de mi mejor amiga, si no que me bese con mi medio hermano, mierda, merecía el premio a la descarada del año.

No dijo nada, después de unos segundos escuche la puerta cerrarse y una lágrima cálida se deslizó por el lado izquierdo de mi rostro, no sabía porque me sentía dolida, hizo lo que le pedí sin chistar, oh, aguarden, fue eso lo que me caló.

Me quité el vestido, me senté frente al espejo y quité todo el maquillaje, pase mis dedos por la cicatriz en mi pecho para después soltar el aire que contenía abrazar mis piernas y dejar que el aire melancólico hiciera efecto en mi.

(...)

Salí de mi habitación con la mochila colgando en mi hombro derecho, aún no se como logré levantarme tan a tiempo para ir al instituto.

Al entrar a la cocina me quedé quieta en mi puesto, pues justo en la isla almorzaban papá, mamá y Dylan.

Traté de pasar por alto esto, traté de no sentirme tan fuera de lugar pero me fue casi imposible, abrí el refrigerador y saque la jarra del jugo naranja para servirme un vaso y poder tomarme la pastilla para el maldito dolor de cabeza, no me molesté en voltear, hice lo que tenía que hacer en silencio y cuando termine me dirije a la puerta dispuesta a irme.

—Madisson—la voz de mi padre hizo que me detuviera en seco, me gire para poder verle—Edgar no vino a trabajar hoy, no puedo decirle Charles que te lleve porque en un momento tu madre y yo saldremos al aeropuerto, Dylan se a ofrecido a llevarte—pestañe varias veces y baje la cabeza unos segundos, cuando vuelvo la vista hacía mi papá le sonrió y asiento.

—¿Ahora va a vivir con nosotros? Mierda, olvidaba que somos la familia perfecta—mis padres me fulminan con los ojos.

—Esperaré afuera—no espero a que me detenga así que salgo disparada hacia la entrada, tomo asiento en un peldaño de la escalera de la entrada.

No puedo decir con certeza cuando tiempo paso porque no lo recuerdo, pero casi puedo asegurar que no fue mucho.

Salió de la casa con sus pantalones negros, camisa azul y ese cabello alboratado -al que aún no podía decifrar el color- me hizo una seña para que entrara a su ridículo auto, aunque no tuviera intención de obedecerle entre, ya que tampoco tenía ánimos de discutir.

Me pegué lo más que pude a la puerta, apoyé mi brazo en la ventana y segundos después mi cabeza, cerre los ojos esperando que el camino se hiciera cada vez más corto y llegará al segundo infierno -o preparatoria, como gusten llamarle- más rápido de lo que esperaba.

—¿No piensas hablarme nunca?—cerre aún más los ojos -si aún era eso posible- me dije a mi misma que estaba alucinando y jamás me había dirigido la palabra.

—Quiero hablarte Madisson, quiero que hablemos—abrí los ojos y me despegue de mi cómodo -no tan cómodo- puesto para mirarle y ponerle atención.

—¿Quieres hablar? Estoy contigo, en tu jodido auto, deberías agradecer que no he decidido tirarme ya a la calle—en verdad no pensaba tirarme, supe que esa vez había tenido suerte, de verdad pudo haber sido peor.

—Lo que paso ayer—dice ignorando por completo mi amenaza indirecta.

—No quiero hablar de eso, no quiero hablar de nada de lo que paso antes de que supiera que tú y yo... que tú y yo... somos lo que sea que somos, quiero un acuerdo, quiero que hagamos como si no nos conocieramos, que te alejes de mi lo más que te sea posible y yo haré lo mismo—no lo mire, no creo que me haya mirado.

—Justo así será—el ambiente que se sentía dentro del coche era pesado, incómodo, si me recargaba más en la puerta tal vez podría haberla abierto.

Justo cuando habíamos llegado al instituto, me apresure a tomar mis cosas y huir de él, porque si, huía, no me molestare en mentirles diciendo lo contrario.

Una chica rubia apareció en nuestro campo de visión antes de que pudiera desaparecer del auto, caminaba veloz hacía donde estábamos, sonreía con timidez mientras se abrazaba a si misma.

—Me alegra verlos—su vista se posa un segundo más en Dylan para después darme toda su atención.

Abrí la puerta obligándola a apartarse, me puse la mochila en el hombro y ni siquiera les dedique una última mirada, me dispuse a caminar, cuando estuve a una distancia prudente me giré y pude ver como ella se había metido en el lugar donde estaba, parecía charlar con Dylan, aunque esté no parecía muy interesado en el tema, tuve suficiente cuando ella se acerco y planto un beso en sus labios.

Me giré de nuevo y caminé lo más rápido que pude pero tratando de que no pareciera que huía aunque así fuera.

—¡Madds!—era ella, sabía que era ella desde antes de que pudiera verla—¡Madds!—su grito se escuchaba más cerca, un par de segundos más y se plantó delante mío, respiraba con dificultad pero me impedía el paso.

—Quítate de mi camino Hilary—soné dura al hablar, aún más de lo que quisé en realidad.

—¡No puedes ignorarme para siempre!—se quejaba mientras los ojos le brillaban por algunas lágrimas acumuladas en sus ojos color azul.—Escucha Maddie, sé, de verdad que juro que sé que me equivoqué, al no decirte de la cena, al engañarte, pero mi error más grande fue mentirte ocultándote lo de Dylan—una lágrima abandono su puesto y rodaba por su mejilla.

Las miradas de algunos curiosos comenzaban a molestarme.

—No quiero escucharte, ¿no crees que antes tuviste bastante tiempo para hablarme?—sin más la esquive dejándola ahí, con palabras en la boca y lágrimas atoradas en su garganta, o quiero creer que fue así.

Sabía perfectamente que no era solamente su culpa, que no debía juzgar sin antes escuchar su versión de los hechos completa, y aún después de escuchar no podría juzgar, porque claramente no era, ni soy nadie para hacerlo, pero sus mentiras, su engaño, su silencio, su traición tenía el poder de herirme como diez navajas clavadas el pecho.

>>>>>>>>>>>>>>>>>>>

Wuuuu ¿qué tal les pareció el capítulo?

Prohibido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora