La cabeza me dolía tanto que podría compararlo a el dolor de cuando te golpeas el pie con un martillo, ¿o sólo a mi me pasó?
quería vomitar, dormir y comer, no era buena combinación, ¿cierto?Sentía como si tuviera piedras atadas a los parpados y me impedirán abrir los ojos, solté un bufido e intente levantarme de la cama, me senté en el borde y como pude deslice las cortinas del balcón, la luz de la puesta de sol me cegó unos instantes, parpadee varias veces y camine hacia el baño.
Me mire al espejo, parecía un mapache, bueno, en realidad no, compararme con uno sería ofender al pobre animal, olía a alcohol y no se a cuantas cosas más, hice una mueca de asco y me saqué el vestido para darme una ducha rápida.
En realidad una parte de mi cabeza seguía "ida", sabía y no sabía que había pasado la noche anterior a ese día, pero lo que no recordaba no quería hacer esfuerzo por hacerlo ya que, como mencioné me dolía terrible la cabeza pensaba que en cualquier segundo podría haberme explotado.
No se cuanto tiempo pasó cuando salí de la ducha pero debió ser mucho, ya que cuando volví la noche ya había caído y una rubia con un vestido en color celeste me esperaba caminando de lado a lado ansiosa, cuando me vio salir pude ver una pisca de ¿miedo? En ella, aunque no comprendía bien el porque, antes de preguntar algo se encamino a mi y me abrazo con fuerza, no respondí su abrazo y pude escucharla sollozar.
—Estás en tu derecho de decirme el montón de mierda que merezco, sé que debí decirte lo de... lo de Dylan, pero... pe-pe—tartamudeo al final y no pudo contener algunas lágrimas que arruinaban su bonito maquillaje.
Sentí un pinchazo en mi corazón prestado, casi la abracé, casi le decía que estaba bien... pero es que lo que hizo, no lo estaba.
—No hay problema, ¿te molestaría dejarme sola?—ella me miraba con tristeza e incredulidad, nego y volvió a acercarse a mi pero esta vez retrocedí.
—Quiero cambiarme, quiero dormir—ella abrió la boca pero la cerro de golpe cuando mi madre entró, un vestido rojo largo y elegante como ella misma la vestía, sus labios de un color nude y su maquillaje impecable, sonreía como para posar en una revista y tenía más que nunca ese porte que hacía que muchas personas se sintieran pequeñas a su lado, incluída yo.
—Es hora de irnos—le informa a Lara—Dylan te está esperando abajo, si no te molesta, Lara, quiero hablar con mi hija—la rubia dudó, pero terminó haciendo lo que mi mamá pidió, no sin antes dedicarme una mirada de la cual no supe bien el significado.
No sé que me dieron más náuseas, si escuchar el nombre de un maldito idiota interesado o la sonrisa falsa de mi madre.
—Escucha con atención que no voy a repetir nada de lo que te diré—estaba sería y hasta algo molesta al hablar, como si le repudiara tener que dirigirme la palabra, sin embargo jamás perdía su porte arrogancia—Vas a ponerte el vestido que esta justo ahí—señaló a la cama, donde yacía un vestido en color verde esmeralda, largo con escote de corazón, elegante y bastante lindo.—Te maquillas, te pones unos tacones, te montas en el auto con Edgar y llegas justo antes del brindis familiar, ¿estamos?—aún estando en sola una bata, la mire con la misma altanería que ella a mi.
—¿Quién te dijo que voy a hacer lo que tú o papá me digan?—se acercó a mi con su particular sonrisa, parecía el gato de Alicia en el país de las maravillas, desde niña los comparaba y el gato me daba miedo.
—Lo harás—su voz fue firme, acababa de sentenciarme.
—¿Y si no?—ella sonrió con más ganas, juro que en verdad parecía a ese horrible gato de la caricatura.
—Tú más que yo sabes que no te conviene, ahora, deja de hacerte la interesante chica rebelde, no te queda, Maddie, te ves más patética que de costumbre cuando intentas desafiarme—sonrío triunfal y salió de mi habitación dejandome al borde de las lágrimas.
Me senté frente al gran espejo de mi habitación, la luces alrededor se veían más lindas de noche, comencé a peinar mi cabello y después de hacer algo por mi lamentable aspecto mientras los recuerdos de ayer -más que nada, las palabras- resonaban como eco en mi cabeza, mi maquillaje fue algo sencillo pero puedo decir que me gustó el resultado, como última cosa, me vestí después de un rato de que Edgar viniera a tocar mi puerta para poner más presión en mi, estaba lista.
Los ojos de Edgar me barrieron y yo no pude evitar rodar los míos mientras él sonreía como el estúpido que era.
Al bajar del auto, las luces de las cámaras me cegaron por unos instantes, sin embargo la voz de mi madre se hacía presente de nuevo en mi cabeza "Sonrié aunque no tengas ganas de sonreír, siempre tiene que ser así" y como si de verdad estuviera ahí hice lo que decía en mi pensamientos, posaba para las cámaras y después me adentre a donde era el evento, ahí estaba el gran edificio que gritaba lujo, dinero y elegancia -entre muchas cosas más- desde diez calles antes de poder verse con claridad.
Tanta gente desconocida a mis ojos que me veían y algunas saludaban como si fuéramos en realidad amigos de años, algunos conversaban, otros se dedicaban a beber y beber, justo en el centro donde la más captaban la atención estaba mi familia.
Los ojos de mi padre transmitían calma cuando me vio entrar y caminar hacoa ellos, puedo jurar que casi soltó el aire que no sabía que contenía, justo al lado de él mi mano estaba enganchada de su brazo sonriendo como una modelo de revista.
—Buena chica—dijo cuando estuve frente a ellos, enrosco su mano en mi brazo y me safe de su agarre con algo de brusquedad provocando la mirada de algunos curiosos.
—Que tomen la jodida foto de una vez, hagan su puto brindis y yo me marcho de aquí—sonreí con descaro y decidí desaparecer de su campo de visión.
Los ojos me picaban y no precisamente por las pestañas postizas o las sombras que tenía puestas.
Lara sonreía como si no hubiese mañana, los ojos le brillaban al hablar con la persona que tenía de frente, cuando él hablaba le prestaba tanta atención, su brazo estaba enroscado en el suyo y de vez en cuando parpadeaba, pero solo parecía hacerlo cuando recordaba que tenía que hacerlo.
Desvíe mi mirada, cuando sus ojos celestes dieron conmigo, me sentí sola y fuera de lugar, aún peor que otras ocasiones, en otros casos Lara y Clay eran quienes se quedaban conmigo y así no me sentía tan perdida, no, no estaba siendo egoísta si es lo que tal vez piensen, no es así, yo siempre bromee con la rubia acerca de que tener pareja no le caería mal.
Pero, lo que acababa de ver no podía -quería- entrar de lleno en mi cabeza, mi mente se rehusaba a aceptar que esa chica me vio la cara por sabrá Dios cuanto tiempo, eso, era lo que no dejaba de doler.
Me metí en unos de los baños, graciasl al cielo estaban vacíos, deje mi pequeño bolso en el lavabo y me mire en el espejo dispuesta a que mi reflejo me diera una buena razón para quedarme como estúpida en ese lugar.
—Tenemos que hablar—su voz a mis espaldas me sobresaltó, no lo había visto, me giré y él cerró la puerta detrás.
Negué repetidas veces como niña a la que regañaban, bueno, tal vez aún era una niña.
—No tengo nada que hablar contigo—contesté tajante dispuesta a salir de ese lugar que cada vez se me hacía más pequeño.
Traté de pasarlo de largo, pero me jalo por el brazo haciéndome detener.
—¡¿Qué mierda quieres idiota?! ¡¿de verdad te cuesta mucho dejarme tranquila?!—me liberó de su agarre con algo de brusquedad, no dije nada sobre eso, sólo lo retaba con la mirada.
—No vas a salir de aquí hasta que me hayas escuchado, después si te quieres ir a la mierda o más allá es tu jodido problema.
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Prohibido
Romance"-Y aunque tal vez sea pecado yo me siento en el puto cielo." Sé, Ambos sabíamos, que dolería, aunque lo que duró fue lo que más añoraría. A veces sobran ganas, pero faltan fuerzas. Y es que... ¿Cómo ponerle un candado al corazón? -------- #46 fuerz...