Capítulo 34

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El insomnio era de mis mejores aliados, los ojos me ardían por estar mirando la pantalla de mi computadora más tiempo del recomendado, limpié algunas lágrimas que corrían de mi ojo derecho y parpadee varias veces.

Estaba desperdiciando mis horas de sueño en algo que valía totalmente la pena, mis fotografías lo valían y las personas que aprecian en ellas lo hacían aún más.

Hacía un año desde entonces que había entrado a un concurso de fotografía en Canadá, quedé en tercer puesto y desde ahí decidí que me esforzaría lo más que me fuera posible -y aún más- para lograr ser la mejor.

Estaba feliz con mi puesto, sabía que había dado todo mi esfuerzo para lograr lo que había logrado, cuando le conté a mamá ella se puso a reír para después callarse, mirarme con hostilidad y decirme en su tono de voz sarcástico " —No sé que es lo que celebras, ser patética no es ningún logró, deberías de dejar de perder el tiempo con tu camarita y enfocarte en algo que valga la pena."

Cada que tomaba una fotografía la palabras llenas de veneno que mi madre lanzaba hacía mi me herían como nada, su falta de confianza me había sentir más torpe de lo que en si era, me cuestione varias veces el porqué seguía adelante con eso, tal vez ella tenía razón y no era tan buena como pensaba.

A pesar de eso, no abandoné la fotografía y estaba feliz de no haberlo hecho.

El sonido de mi puerta siendo abierta me trajo de vuelta al aquí y al ahora, bueno, ustedes entienden, ese aquí y ese ahora. La imagen de su cuerpo recargado en el umbral me puso los bellos del brazo de punta, tenía una sonrisa que me recordaba bastante al gato de Alicia en el país de las maravillas, sus vagaban por mi habitación pero yo solo podía concentrarme en la tarea que me era tratar de calmar los latidos frenéticos del corazón.

No veía al idiota de ojos celestes desde hace algunos días, la noche anterior a esa no llegó a dormir y aquello me alteraba más de lo que quería admtir.

—Saliste y no dijiste adiós—arrastraba tanto las palabras que me di cuenta al instante que estaba hundido en alcohol—¿El catrin ese es tu nuevo juguete?—reía mientras se acercaba más, se tambaleaba un poco pero no tanto como para caerse.

Me quedé quieta unos instantes, al estar más cerca me levanté de golpe y traté de poner la silla de mi escritorio como barrera, como si eso fuera a salvarme de él, recuerdo como mis piernas comenzaban a temblarme.

—Vete a dormir—soné más decidida de lo que pretendía y no podía estar más agradecida internamente por ello.

—Se supone que soy yo quien da las órdenes—mi rostro no debió de reflejar más que asombro en ese momento.

—¿Según quién?—fue inevitable reír ante sus estúpidas palabras.

—Según tu padre, me dejo a cargo de ti y de todo esto que tienen, que curioso ¿no?, la vida da muchas, pero muchas vueltas—había quitado la silla de por medio, se acercaba al tiempo que yo retrocedía—Siempre tuve carencias de cosas que ni siquiera podrías imaginarte en un millón de años—reía sin humor, yo estaba apunto de chocar con el cristal del gran balcón—Naciste aquí, con una cuna y chupón de oro—m iespalda impacto con el cristal frío.

—Debes irte a dormir, no es correcto que tú...—puso su mano sobre mi boca.

—¿De cuando acá tú dices que es lo correcto?—se reía cerca de mi boca—¿Sabes que no es correcto?—no le di respuesta, solo quité su mano de mi—No es correcto que estés así de mojada tan solo con mi cercanía—me quedé quieta.

¿Qué?

—Sal de mi habitación, ahora—sus manos se anclaron a mi cintura, traté de quitarme pero era casi imposible, obviamente era muchísimo más fuerte que yo aún estando ebrio.


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