Capítulo 45

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Tres años después.

El pequeño bulto a mi lado piensa que no lo he visto todavía y aunque hace rato ya que lo encontré fingire demencia mientras camino de un lado a otro alrededor de este árbol ridículamente grande.

—. ¿Dónde está Elio?—bufo y escucho su risita, en automático, sonrió también—. ¡Clay!—grito y el chico que trae consigo helado corre en nuestra dirección.

—. ¿Qué sucede?—pregunta mientras me entrega mi helado sabor a fresa.

—. No encuentro a Elio en ningún sitio, se escondió bastante bien—escucho de nuevo como rié.

—. Supongo que se cansó de esperar el helado y se marcho a casa—se encoge de hombros—. Así que comeré su porción...—mi pequeño niño sale de su peculiar escondite para correr hacia nosotros.

—. ¡Aquí estoy! Mira mami, mira tío, ya vine—los tres nos echamos a reír.

—. Justo le decía a tu mamá que comer tu helado no me suena a que sea una mala idea—Elio cruza sus brazos e infla sus mejillas.

Pestañea muchas veces cuando suele molestarse, el sol hace que sus ojos azules resalten más en su blanca piel. Revuelvo su cabello negro y se sacude tratando de imitar a un perrito, saben, los perritos son lo que ahora más ama, tanto, que en ocasiones asegura ser uno.

Clay le pasa su helado y se sienta con nosotros a comerlo, charlamos de cosas que no tienen mucho sentido pero que a todos nos hacen feliz.

Estos años fueron complicados al inicio, pero logré salir adelante, logré ver la luz al final del túnel y aquí estoy ahora, con las dos personas que más me importan en el mundo disfrutando de un domingo en un parque con nada muy especial más que nosotros mismos.

Después de tanto puedo decir que soy feliz, supe que era verdaderamente lo que se sentía cuando vi sonreír a mi hijo por primera vez.

—. ¿Podemos ir a los columpios mamá?—asiento.

—. ¿Una carrera hasta allá? Si ganan, podemos pasar por una hamburguesa a Mcdonals, y si yo gano, vamos a cenar comida china—asiento y el pequeño a mi lado también.

Nos ponemos de pie y detras de una línea imaginaria, dándole una clara ventaja a Elio.

—. En sus marcas, listos... ¡fuera!—grita Clay y salimos disparados, tomo a Elio y corro lo más rápido que puedo, la tarea me es un poco complicada ya que no puedo parar de reír.

—. ¡Gané!—grita mi hijo—. ¡Gané hamburguesa!—reímos, trato de parar pero no puedo y menos viendo los pantalones con tierra de Clay, se calló y raspo sus rodillas.

—. ¿De qué te ríes Madds?—niego pero no ayuda mi ataque de risa.

Jala mi pierna haciendo que también caiga al pasto, una carcajada bastante fuerte hace que las personas cerca nos miren y aunque siento un poco de pena, ya no me importa. No más.

—. ¿De qué te ríes?—vuelve a preguntar mientras me hace cosquillas.

—. ¡Voy a hacerme pipí!—declaro y escucho reír también a mis dos hombrecitos.

—. Iugh, Tío, vas a hacer que mamá moje sus pantalones—escucho que Clay se parte en carcajadas y aprovechó eso para tomar el control de la situación.

—. No te metas conmigo Clay—le digo entre risas, haciendo una llave bastante mala.

Cuando logra incorporarse, me mira fijamente a los ojos y toda burla desaparece de su rostro.

—. ¿Tengo algo en la cara?—pregunto, niega y sonrié.

—. Es que...—desvía la mirada unos segundos—. Te veo y me cuesta trabajo creer que todo esto esté pasando, que estés aquí, que Elio esté aquí, que yo lo este, que seamos una familia, extraña, pero una a final de cuentas—sonrió.

—. Iré por más helado, señor sentimental —beso su frente—. Cuida a Elio por mi—asiente con una sonrisa.

Camino hacia el señor de una edad avanzada y le pido un helado de fresa, otra vez; tarareo una canción mientras echo un vistazo a como Clay juega en los columpios. Jamás voy a poder pagarle todo lo que ha hecho por nosotros, menos, todo lo que quiere a Elio.

—. Gracias—digo y le pago al señor.

Doy vuelta y me quedo quieta en mi sitio.

Mi corazón late con fuerza en mi pecho y siento mis piernas flaquear. De nuevo me siento tonta, solo porque él está aquí.

Durante años, o tal vez, toda mi vida, esperé amar y ser amada de vuelta, esperaba que una corriente eléctrica me recorriera el cuerpo.

Esperé por mucho sentirme completa.

No comprendía que el estar entera solo depende de una persona y es exclusivamente de nosotros mismos, no, no necesitas a alguien "que nos complemente" solo a una persona que nos apoyé cuando lleguemos a sentir que no podemos lograrlo por nuestro mérito.

Quizá lo que sentí no debió ser, o tal vez no era el momento, o simplemente no y ya está; ahora es curioso recordar todas las veces que me pregunté: " ¿Cómo puede estar mal algo que me hace sentir bien?"

Sin darme cuenta me encuentro caminando hacia él, y él hacía mi, sin darme cuenta de lo rápido que he avanzado.

De nuevo aquí estamos, uno frente al otro después de tanto, por un segundo podría pensar que el tiempo no ha pasado, miro sus ojos ahora y solo puedo ver a la chiquilla enamorada a la que su corazón la tenía amenazada con salirsele del pecho con su sola cercanía.

El peso del mundo cae sobre mi de nuevo cuando me doy cuenta que ya no somos los mismos, que el tiempo ha pasado y no ha sido en vano.

Parece mirarme como antes pero no quiero decirlo en voz alta por miedo a equivocarme una vez más, se acerca con pasos vacilantes en mi dirección, toma mi mano y sus ojos se vuelven llorosos.

—. Te encontré—dice.

Una lagrima cae de su ojo izquierdo, después le siguen tantas que no tengo tiempo para contarlas.

Me sonríe con tristeza y abre la boca para hablar aunque parece pensarlo dos veces.

—. Solo quiero que me respondas Madisson, ¿cómo le pongo un candado al corazón?

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