Capítulo 20

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Su mirada se posó en mi y sus ojos reflejaban algo que no supe descifrar del todo bien, era ¿confusión? O ¿terror?

—Acompañanos por favor—papá rompió el silencio, él, después de saludar a todos se dirigió hacia mi, aunque conmigo sus movimientos al inicio fueron más torpes.

—Es un gusto—dijo y apesar de que quisé preguntar que mierda pasaba asentí con desinterés como respuesta, él se encamino al lugar vacío, que quedaba a lado de Lara y frente a papá.

Todos tomamos asiento y el silencio que se hizo me puso los nervios de punta, sentí ganas de salir de ahí y vomitar.

—Bien, tal vez se pregunten el motivo de esta reunión—hablo finalmente el gran Erick Morgan, todos posaron su atención en él, hasta yo.—En realidad es simple, pero quería que ustedes estuvieran aquí, Elias, Elizabeth, Lara, ustedes son parte de la familia.

Siguía sin entender que mierda pasaba.

Papá exhalo y mi paciencia llegaba a su fin.

—Bien, ¿podrías decirme para que estamos todos aquí?, ¿quién y por qué esta él aquí?—sin tener claro un motivo la rabia en mi se hacia paso.—Es demasiado joven y dudo mucho que sea uno de tus nuevos socios.

Tal vez porque mi supuesta mejor amiga me había traído aquí a base de mentiras a sabiendas de que si mis padres me pidieran que fuera no aceptaría de ninguna de manera.

—Tengo una gran noticia, hija—hace mucho que no me llamaba de esa manera, me extrañó, tanto que mi entrecejo volvió a fruncirse, él miraba al idiota quien estaba serio en su puesto, no pude pasar por alto como Lara se quedaba viéndolo como si fuera una clase de Dios griego.—Necesito que tengas la mente bien abierta y no hagas ni digas nada mientras explico—no dije nada pero él asiente con pesadez.

—Años atrás, yo...—creía que trataba de buscar las palabras correctas, la persona a su lado se tensa y desvió la mirada unos segundos.—Tuve un hijo—suelta y sentí que me costaba respirar—jamás me enteré de su existencia hacia apenas unos años— años, la palabra resono en mi cabeza como si de eco se tratase.—Yo...—lo interrumpo soltando una carcajada.

—¿Años? ¿Y apenas nos lo dices?—miré a papá con toda la rabia que pude y después pasé a mi madre, quien en lo absoluto parecía afectada, aquello hizo que la cabeza me doliera y diera vueltas unos segundos.—Porque bueno, tú no lo sabías, ¿verdad mamá?—ella abrió sus grisáceos ojos como platos y parpadeo varias veces.

Su silencio era la mejor respuesta.

—Madisson, él es tu hermano—explica Danae como si no fuera obvio, lo que no podía hacer era procesar todo esa información de golpe, me levanté de la mesa de repente captando varias miradas curiosas aunque no me imporataba demasiado.

—¿Y qué quieren? ¿Qué haga como si nada y de buenas a primeras le diga hermanito a este idiota que tengo enfrente?—no necesité mirarlo para saber que tenía sus celestes ojos en mi.

—Te dije que me aburrí de jugar a la familia perfecta—tomo mi bolso dispuesta a salir del lugar que comenzaba a afixiarme.

—Siéntate ahora mismo—dijo papá entre dientes, de nuevo volvió a ser él mismo.

Hice una mueca—No tengo ganas—me encongo de hombros.

—Madds, deberías escuchar a tu papá, él tuvo sus razones y creo que es conveniente que las escuches—habla por primera vez Lara, la miro con incredulidad.

—Eres como ellos, ¡me traicionaste! ¡tú sabías de él y no me lo dijiste!—mis ojos se llenan de lágrimas pero aparto la mirada y parpadeo varias veces.

—Podrías sentarte y hablar las cosas como la dama que eres—escucho su inconfundible voz y vuelvo a reír, sabía que ya casi todos me miraban.

—Tú—lo apunto—eres el menos indicado para hablar—tomo mi móvil y salgo del sitio.—Disfruten su cena, buenas noches.

Mi vista estaba nublada, tenía unas ganas inmensas de llorar, sin embargo sabía que hacerlo en ese lugar sería de las peores cosas que podría hacer.

Me senté fuera en una de las bancas en color cobre que hacían lucir al lugar ya más elegante desde lo que en si era, marque a un sitio de taxis y esperé los veinte minutos que me dijeron que tardaría tratando de no llorar, porque ninguna de las personas que estabam sentadas brindando por una nueva empresa y una familia de mentira merecía mis lágrimas.

Cuando el taxi llego me subí un tanto decepcionada, ¿saben? En algún punto ridículo de ese rato que estuve sentada esperaba que el idiota de ojos celestes me detuviera y tratara de explicarme porque me vio la cara de estúpida todo este tiempo.

Me dolía la jodida cabeza de tanto pensar, en realidad sólo quería llorar y dormir hasta que tuviera que levantarme porque mi vejiga me rogara ir al baño.

—¿Esta bien señorita?—escuche la voz del conductor y levante la vista para asentir con una sonrisa finjida, el simpático señor me miro por el espejo en un alto y me devolvió el asentimiento.

—Hace unos meses, me toco llevar a una señorita, quizá de su edad o un poco más pequeña, traía un vestido color beige, el maquillaje se le corrió de tanto que la linda chica lloraba, lo hacía como no tenga una idea, yo nada más veía como marcaba y marcaba por su celular y no le contestaban, le pregunté si podía ayudarla en algo, ¿sabe?, tengo la regla de no meterme en donde no me llaman, pero a veces en inevitable no querer hacer algo para ayudar, aún más cuando uno es padre, me imagino a mi hija en una situación así y si yo estuviera lejos de ella me gustaría que alguien la escuchará—asentí de nuevo y él me sonrío

—Ya no lloré, sea lo que sea lo que la haga llorar de verdad no vale la pena, piense que si sigue llorando el color de sus ojos se desgastara y se hará naranja—me reí por lo bajo y negue.

—¿Por qué naranja?—fue su turno de reír.

—Porque a las chicas suele no gustarles ese color—reí de nuevo y él me sonrió.

Los siguientes minutos los hicimos en un agradable silencio, ya no me sentía tan estúpida, aunque las ganas de llorar no se habían marchado del todo, sabía que en cuanto llegara a casa iba llorar tal vez hasta quedarme dormida.

—Treinta dólares por favor señorita—le pague y salí del auto, no sin antes agradecerle su amabilidad.

Al entrar traté de hacer caso a lo que me dijo el amable taxista, sin embargo era inevitable hacerlo cuando mi celular no dejaba de sonar con llamadas de Lara, tenía algo así como unas diez y mensajes quizá casi treinta.

Lancé la bolsa al sillón más ceracno de la estancia y me tire en la alfombra mientras pensaba más de lo que en realidad quería.

Comencé a tararear una canción en la oscuridad que me brindaba el lugar, tal vez casi caía del sueño pero me logré poner de pie en cuanto escuche mi celular sonar, conteste sin mirar quien me llamaba.

—¿Qué necesitas?—contesté fría y sin ánimos, quizá hasta la voz se me iba mientras intentaba hablar pero no me importaba mucho.

—¿Sabes dónde estamos ahora mismo? ¡Morgan! La fiesta de Kendra es hoy, ¿dónde te haz metido?—era Anna.

—¿Es dónde había dicho?—ella lanzó un grito y escuche como los demás le seguían.

—¡Claro!, te esperamos, no te tardes que no habrá trago para toda la noche—colgue y me encamine a la salida no sin antes volver a tonar mi bolsa.

Genial, también Lara me había mentido sobre la fecha de la fiesta para que yo mo tuviera a donde huir, ¿en serio hizo todo eso? ¿Por él? ¿me mintió por él?

Me monté en mi coche comenzando mi camino hacia lo que prometía ser una gran fiesta, esa siempre fue mi vía de escape, huir a la fiesta.

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