Capítulo 12

2.1K 93 2
                                    

Estaba sentada sobre mi cama, la luz estaba apagada, mi vista y mi mente vagaban por la nada.

No recuerdo exactamente cuanto me tarde en levantarme del peldaño, entrar a la casa, subir las escaleras que separaban mi habitación del segundo nivel y caminar por el pasillo hacia mi lugar.

Hacia rato que me había dado una ducha, pero me resultaba algo complicado consiliar el sueño.
La charla con Clay no dejaba de hacer eco en mi mente, ya hasta me dolía la cabeza de tanto darle vueltas al asunto, en realidad jamás pensé que aquello me afectaría más de lo que alguna vez quise admitir.

Había decidido apagar mi celuar, no quería recibir llamadas de absolutamente nadie, prefería quedarme sola en mi oscuridad para pensar y tomarme mi tiempo a solas del mundo que me rodeaba.

Cerré los ojos con fuerza y me deje caer por completo en la cama, me había prometido no abrirlos hasta que fuera hora de despertar en unas horas.
Es curioso como para poder dormir tenemos que finjir que lo hacemos, es curioso como tenemos que tratar de engañarnos para creer y hacerlo una realidad ¿no creen?

No puedo decir con exactitud cuanto tardé en despejar mi mente de pensamientos torturosos para sumirme en un sueño profundo sin ninguna clase de interrupción.

(...)

Algunos rayos de sol se colaban por el balcón de mi habitación golpeandome de lleno en el rostro, por aquello me vi obligada a abrir los ojos y levantarme de una vez.

Siendo un poco algo como sonámbula me metí en la ducha y así pude espabilar por completo después de unos cuantos minutos.

Luego de salir de la ducha, aún cin la toalla envuelta en mi cuerpo, me senté en la silla que se encontraba frente el tocador donde solía maquillarme.
Las ojeras se veían más marcadas que ayer y mi piel siendo tan blanca como la porcelana no ayudaba a disimularlo, mis ojos estaban un tanto hinchados y apesar de haberme duchado quedaba un poco de grumos del rimel que traía ayer.

Comencé a peinar mi cabello para pasar a hacerme una coleta en lo alto de mi cabeza, después me di a la tarea de lograr verme un poco menos demacrada.

Ya que termine, me levanté y deje que la toalla cayera al piso.
Lo primero que mis ojos buscaron en mi reflejo fue la cicatriz que yacía en mi pecho, con dedos temblorosos trace la línea, para luego apartar mis ojos de esa imagen que tanto me atormentaba, que tanto dolor y malos recuerdos traía a mi mente.

Sin más, me vestí lo más rápido que me fue posible para bajar de inmediato y devorar lo que sea que Matilde -- cocinera, y alguien a quien en verdad llegué a tomarle un especial cariño -- hubiera preparado para mi.

—Buenos días Señorita.—saluda Esther --el ama de llaves-- cuando me ve entrar a la cocina.—¿Va a comer aquí? O ¿prefiere que le lleve el desayuno al comedor?—niego sin poder evitar hacer una mueca.

—Voy a comer en la isla de la cocina, gracias igual.—ella me regala una sonrisa amable y desaprece de mi vista unos instantes después.

—Hice waffles.—anuncia Matilde captando mi atención.—Pero, si quieres puedo prepararte otra cosa.—dice y yo esbozo una sonrisa.

—Los waffles suenan grandiosos.—ella me devuelve el gesto y hace un ademán para que me siente.

—Dijo Edgar que te esperaba afuera.—decía distraída mientras ponía el plato con comida frente a mi.—Disfruta.—dice y se aleja para segundos después llegar con un batido de fresa entre las manos.

Distraída vi la hora en celular, faltaban quince minutos para las ocho de la mañana, al ver la hora casi me atragante, abrí los ojos como plato y después de tomar un sorbo de mi batido --que por cierto, siempre recordaré lo increíble que le quedaban a Matilde-- le metí velocidad al asunto, devore todo en cuestión de escasos minutos.

Prohibido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora