Capítulo 37

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De niña creí que cuando fuera mayor me iría de casa por razones muy diferentes por las que en ese instante estaba haciendo cuentas de lo que iba a necesitar para dejar todo atrás.

Me iría, me iría lejos para seguramente no volver.

Mentiría si les dijera que pensar en no regresar me dolía, porque en cierto punto de mi vida descubrí que quedarte a veces duele más que irse.

—¿En qué piensas?—la voz de Dylan me saco de las nubes de mi cabeza, negue y traté de sonreír, hacer una mueca despreocupada.

—Dos días fuera de casa no me fueron suficientes—reía.

Tomó mi mano—. Puedo prometer que trataré que la siguiente vez sean más—asentía—. Madisson, sobre lo que habíamos hablado, no quiero presionarte...—asentí de nuevo.

—. Sé que necesitas una respuesta—miaraba el enlace de nuestra manos—Y la verdad es que nunca tuve que pensarlo mucho, siempre quisé irme, ya sabes, uno siempre va a donde es feliz, en este caso, me iré con quién hace de mi alguien feliz—sentí un apretón en mi mano y sonreí con ternura al mirar lo feliz que él se veía.

¿Era yo quién ponía esa sonrisa en su rostro? ¿Era yo quién había logrado hacerlo feliz con tan solo unas palabras?

Siempre creí que la felicidad era algo que se podía dar conforme el tiempo, que era algo que se podría ir sembrando, aunque no se si tal cosa tenga sentido hay algo de sentido en eso para mi, lo había en ese entonces. La felicidad es un instante, un instante que puedes multiplicar por miles y si estás en el sitio correcto, por millones.

—. Deje a mis seguidores de Instagram sin prueba de que sigo viva—decía y él reía, no soltaba mi mano aún, aquello me llenaba el pecho de una emoción que ahora conocía perfecto, conocía perfecto la causa por la que mi respiración podía acelerarse con su cercanía, por la que me sentía más torpe de lo usual.

—. No tengo todo planeado, ni la situación de tu... de mi... de papá, resuelta aún, solo puedo confiar en que todo saldrá como creo—fue mi turno de darle un apretón a su mano.

—. Todo saldrá bien, y si no, ¿que no me tienes a mi y yo a ti?—reía, asintió después.

—¿Cuál era tu sueño de niño?—pregunté de repente, frunció el entrecejo pero sonreía.

—¿Qué cosa?—preguntaba sin saber muy a donde iba con ese cambio de tema repentino.

—Cuéntame, ¿qué soñabas ser cuando eras un niño?, ¿te gustan los animales?, ¿de dónde vienes?, ¿a dónde quieres llegar?, ¿tienes un sueño?, ¿puedes tocar tu nariz con la punta de tu lengua?, ¿en realidad...?—puso una mano en mi boca evitando así que articulará alguna palabra más, el reía de nuevo.

Lo hacía muy seguido ahora, cuando antes, ni siquiera me atrevía a asegurar que tuviera emociones guardadas en su interior.

—Una pregunta a la vez, ¿de acuerdo?—asentía y quito la mano de mi boca, también reí.

—De niño soñaba ser astronauta, me interesaba mucho caminar por la luna y tomar un pedazo, ya sabes, ¿tus papás nunca te inventaron esa historia sobre que la luna era de queso? Bueno, quería comprobarlo—una sonrisa triste se había pintado en mi boca, me acomode solo para poder escucharlo mejor—Amaba los animales cuando era un adolescente, cuando estaba en el duelo de la perdida de mi madre, un gato al que llame Shels fue mi fiel compañía, un año antes de encontrarme con tu padre murió por vejez—sonreía con melancolía.

—Te conté alguna vez, cuando te conicí quizá, recientemente, no lo sé—lo miraba con incredulidad, claro que lo recordaba, yo estaba segura de ello—Vengo de una familia pequeña, integrada por dos personas, mi madre, y yo; Cuando era un niño la escuché llorar en alguna navidad, nunca supe el motivo hasta que cumplí diecisiete, bien, la razón era una carta, una carta la cuál había escrito alguno de sus hermanos, ahí decía claramente que todo el apoyo de la familia no le sería dado, que era mejor que se abstuviera de prestarse más a la casa con su bastardo—por inercia, mi mano acarició la suya.

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