El comienzo de todo.

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Era domingo y hacía sol en Madrid. Por fin iba a empezar la universidad, había conseguido que me admitieran en una de las mejores universidades del país. Mis padres aún no se hacían a la idea de que su única hija se marchara de casa, pero yo ya me había despedido de todas las personas a las que quería, había hecho las maletas y estaba totalmente preparada para marcharme.

Era la oportunidad de mi vida, había conseguido llegar hasta aquí y ahora iba a prepararme en una de las mejores facultades de empresariales del mundo. Tenía todo por delante. Este iba a ser mi año y no iba a dejar que nada se interpusiera en mi camino.

- ¡Papá! ¡Ayúdame a bajar las maletas por favor! - Le gritó desde el inicio de las escaleras, ¿Desde cuándo pesan tanto las maletas?

-Ya voy Mía, ya voy. Todavía no me puedo creer que te vayas tan pronto de casa. - No por Dios, ya empieza- Y mucho menos que tu madre me haya convencido para dejar que te vayas. En Madrid hay universidades muy buenas hija, todavía te lo puedes pensar solo necesito hacer una llamada a un viejo amigo y te unirás al curso- dice mi padre mientras toma una maleta y yo niego con la cabeza. Por una vez había llegado hasta donde estaba por mí misma y no por su dinero, así que no iba a tomar el camino fácil una vez más.

- Yo no soy uno de tus socios a los que puedes engatusar para manejarlos a tu antojo- él suspira sabiendo que ha perdido esta batalla y le veo mirarme con tristeza, me va a echar de menos - No pongas esa cara papá, te prometo que os llamaré todas las semanas ¿sí? - mi padre me mira fijamente, sabe lo dejada que he sido siempre para esas cosas- cada dos días si es lo que quieres- le sonrío. Papá siempre me verá como a una niña de cinco años, por algún motivo, es como si su imagen sobre mí se hubiese quedado estancada en ese momento de mi vida.

-Solo espero que no te enamores de ningún descerebrado...

- Papa ya soy mayor de edad, sé cuidarme sola- me río mientras le abrazo. Quiero mucho a mi padre, pero no soy de porcelana y algún día lo tendrá que entender. - ¿verdad mamá? - grito. Mi madre aparece al instante bajando las amplias escaleras de nuestra casa, cualquier persona que no la conociera pensaría que Leonor Hills tenía diez años menos de los que indicaba su DNI.

-Mi vida, nuestra hija tiene razón. Mía ya no es la niña que solo quería jugar y jugar. Ahora en vez de pedirnos que le regalemos un perro, nos pide dinero para fiestas y ropa nueva- gracias a Dios, alguien que me comprende- Además, Héctor, dudo mucho que nuestra niña sea una de esas chicas que acaban con algún adolescente macabro o algo así- me mira a los ojos mientras habla cogiéndome la cara.
Si fuese por ella me casaría con algún hijo de los socios de mi padre. Eso le haría la persona más feliz del mundo, ella siempre había tenido una vida cómoda y no quería menos para mí.

-Mamá, si no nos vamos ya, el avión saldrá sin mí.

-Tienes razón, Carl te llevará al aeropuerto- yo pongo los ojos en blanco. Quería a Carl, ha sido mi chofer desde que tengo uso de razón, pero creía que por esta vez, solo por esta vez, mis padres iban a estar a mi lado para despedirme.

-¿No vais a venir a despedirme?- mis padres se miran entre ellos en una lucha de miradas por ver quién de los dos es capaz de darme una respuesta.

-Mía hija, - dice mi madre- tenemos una reunión en quince minutos y de ella depende que nos elijan para remodelar el siguiente hotel. Estamos hablando de ganar mucho dinero por hacer negocios con una de una de las mejores cadenas de hoteles de nuestro país. - Yo suspiro, siempre es igual.

-Está bien. Me voy, Carlos ya ha metido las maletas en el coche.

-Lo entiendes ¿verdad? - me dice mi madre con las lágrimas en los ojos. Yo asiento. Estaba acostumbrada a esto, nunca habían sido padres de los que van a las reuniones del colegio o recogen a sus hijos de clases, eso ya lo hacía Carl.

- ¡Adiós mamá! ¡Adiós papá! ¡Os quiero mucho! - Les grito desde el coche, y en cuanto Carl arranca giro mi cabeza hacía atrás para ver cómo voy dejando atrás a mi familia y amigos para empezar una nueva vida.

Después de pasar toda la noche en el avión camino a los Estados Unidos, llegamos a nuestro destino donde nos espera un hombre con unas llaves de coche para Carl, mis padres se habían encargado de todo. Y aunque contamos con la suerte de no tener que coger un taxi en la ciudad, entre tanto tráfico de camino al campus Carlos y yo nos vemos perdidos.

-Lo siento señorita Mía, no me esperaba que este cacharro me tomase por tonto- intento no reírme. El pobre Carl siempre se ha llevado mal con la tecnología y el GPS no iba a ser menos.

-Preguntaré a alguien, no te preocupes. - Abro la ventanilla y buscó a quién preguntarle. - Perdone ¿Me podría decir donde está esta calle? - digo mostrándole un mapa a un señor.

-Sí, claro. Sube dos calles más y gira a la derecha.

- Vale. Muchas gracias.

Sigo los consejos del hombre hasta llegar a la Universidad. Cuando veo el campus me quedo pasmada, había adolescentes por todas partes, los chicos iban de un lado para otro en bicicleta, las chicas se reían entre ellas. ¿Es esto una película?

- Señorita Mía, he dejado sus cosas en la recepción de la zona residencial donde se hospedan los alumnos- yo me giro para hablarle a Carl de frente.

- Te voy a echar de menos Carl, tú siempre has estado ahí para mí- me lanzo hacia él para envolverle en un fuerte abrazo y él sin poder evitarlo me lo devuelve también. Siempre había sido como un padre para mí, a pesar de que tenía mujer e hijos.

- Ya está señorita Mía, no me ponga más triste que todavía estoy trabajando- dice separándome de él- Cuídese mucho, no se pase con el alcohol si sale de fiesta que ya sabe cómo le sienta. Y estudie mucho, estoy seguro de que en el futuro será alguien muy importante.

Y tras sus palabras veo a Carl marcharse entre la multitud, le voy a echar de menos.

ERES MÍA, PRECIOSA. (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora