Lo haré por ti.

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#Mía.

Me quito el cinturón nada más escuchar sus palabras, y sin dejar apartar la mirada de la carretera, estira su brazo impidiendo que me mueva. Dios, no es el momento para frustrarme Marcos.

-Dos minutos cielo, dos minutos y aparco. -Hago caso a lo que me dice, aunque la verdad es que no sé cuánto me va a durar la fuerza de voluntad para apartarme de él.
Por eso, en cuanto aparca dos minutos después me levanto de mi asiento para poner cada una de mis piernas rodeando su cadera. No nos movemos del asiento del copiloto porque no es necesario, estamos tan desesperados el uno del otro que lo último en lo que pensamos es en eso.

- Joder Mía- le escuchó decir en cuanto me muevo un poco sobre él. Enseguida entiendo el porqué, está tan preparado como yo. Sus manos acarician mi cuerpo, aprietan mis nalgas, me aprietan contra él y un gemido sale de mí.

- ¡Ahh! - Entonces me mira fijamente por unos segundos y después comienza a mover con sus manos mis caderas haciendo que nuestras partes se rocen aún con la ropa puesta. No sé dónde estamos ni tampoco me importa, y sé que a él le pasa lo mismo en cuanto me quita la camiseta y me desabrocha el cinturón. No pasa ni dos segundos cuando su boca ya está besando mis pechos, cuando sus labios ya están rodeando mis pezones, succionándolos.

- Me vuelves loco, joder. Me vuelves loco. - Mi cuerpo responde ante sus palabras haciendo que mis partes se contraigan sin dejar de moverme sobre él. - Así nena, muévete. Más fuerte. Así.

Sus manos dirigen mis movimientos, siento el auge roce de mi tanga mojado a medida que nos movemos. Él lo sabe, sabe lo que está haciendo, sabe cómo me está haciendo sentir. Y sonríe, sonríe porque sabe que me vuelve loca. Que me fascina.

-Marcos- gimoteo.

- Quítate el pantalón- me dice con tono autoritario. Yo me muevo hacia el asiento para despojarme de la ropa que me queda y poder quedarme desnuda mientras observo como él se baja los pantalones sin llegar a librase de ellos sin apartar los ojos de mi cuerpo. - Ven aquí.

-Umm- digo en cuanto coge mi cara para besarme con fuerza. Sus manos aprietan mis mejillas, su lengua se mueve bruscamente buscando la mía. Es un beso tan excitante...

-No- me dice cuando cierro los ojos. No puedo evitarlo.

-Marcos yo...- No puedo seguir porque la Palma de su mano en mi culo acaba de dejarme sin palabras. Le miro fijamente a los ojos, ahora estoy mucho más excitada, el gris intenso de sus ojos ahora es negro. Sus ojos emanan deseo, piden por más, está tan necesitado de mí como yo.

- Dios, lo estoy viendo en tus ojos nena. - Me vuelve a azotar con su mano.

- ¡Ahh!

-Eso es cielo, gime para mí. Siempre he sabido que los polvos sucios eran tus favoritos. - Vuelve a azotarme y yo pongo los ojos en blanco del placer, mi cuerpo reclama tenerle dentó. Le necesito.

-Marcos.

- Dime mi vida. - Me sonríe, sabe lo que quiero, pero le encanta torturarme. Lo sé en cuento empieza a moverse sin adentrarse en mí. Así que solo mí queda cogerle de la barbilla con una mano, colocar mis labios sobre los suyos y susurrarle.

-Lo quiero dentro de mí. Ahora.

Marcos vuelve a juntar sus labios con los míos duramente mientras dirige sus manos a mi cadera y entra en mí. Siento mi interior arder, necesito que se mueva, necesito sentirle, estoy tan cachonda que grito de placer cuando enreda mi pelo en su mano y echa mi cabeza hacia atrás para lanzarse a mi cuello y hacer gemir de placer mientras hace que mi cuerpo bote sobre él.

- Me encanta verte gemir Mía. Me encanta ver como tu cuerpo reacciona a mi toque, a mi voz. Estás tan sedienta de mí como yo de ti. Estás tan preparada, preciosa para mí. - Siento lo cerca que estoy del orgasmo, sé que él también lo está, tiene la polla tan dura...

- ¡Dios! - le digo cuando llego al clímax. Mi cuerpo tiembla sobre él que me atrapa rápidamente en sus brazos y me llena de besos.

-Eres tan increíble para mí... - yo levanto mi cabeza de su cuello para poder mirarle. Sus ojos han vuelto a su gris natal, es tan guapo... que es abrumador.

- No, no tengo palabras Marcos. Cuando estoy contigo siento...

- Sé lo que quieres decir. Supe que estabas hecha para mí desde el primer momento en que te besé. -Me quedó recostada en su pecho unos minutos mientras que los dos guardamos silencio, escucho como late su corazón de fuerte. Si supiera a qué velocidad va a el mío...

- Vamos cielo, ya es la hora. - ¿Qué? ¿De qué es la hora?

- Toma Marcos, límpiate- le digo avergonzada mientras le extiendo clínex y toallitas de las que llevo siempre en el bolso. Él simplemente las toma de mi mano con una sonrisa en la cara.

- ¿Sabes? Siempre me ha vuelto loco tu capacidad de ser tan inocente a ratos y tan descarada en otros. - Yo me sonrojo mientras decido quedarme callada. Él se ríe y sale del coche ya vestido, yo hago lo mismo minutos después.

Quizá esto era lo que menos me esperaba, en nuestra relación la detallista era yo, pero esta vez Marcos me había traído a uno de los sitios más altos de la ciudad. Estábamos en mitad de la montaña y todo lo que nos rodeaba eran árboles, pero si mirábamos al frente podíamos ver la ciudad al completo, el mar de fondo y un precioso atardecer ante nuestros ojos. Era precioso, y significaba mucho viniendo de él.

- Es precioso- le digo sin dejar de mirar hacia el mar.

-Sabía que te iba a gustar. Es sin duda el lugar más bonito de la ciudad.

- Sí que lo es. - Me giro para mirarle, no ha apartado sus ojos de mí desde que hemos salido del coche. Hace frío, pero creo que es bastante soportable desde aquí, todavía sigue dando el sol.

- Además, no pienses que eso es todo. -Le veo abrir la puerta trasera del coche, no me había dado cuenta de que no lo había apagado en todo este tiempo, la música sigue sonando. Observo como saca una manta y se dirige hacia mí.

- ¿Vamos hacer un picnic? - Él se ríe de lo que digo, pero yo no tengo ni la más mínima idea de lo que tiene pensado hacer.

-Yo no soy de picnics, nena. Estoy siendo romántico, pero eso ya es demasiado cursi para mí. - Me río sabiendo que lleva razón, eso no es lo suyo. Entonces veo cómo se echa la manta por encima y se tumba sobre él capó mientras enciende un cigarrillo. Yo lo contemplo, con el atardecer y el mar de fondo parece salido de una película.

- ¿Es que no piensas venir o qué? - Sonrío ante sus palabras y me subo en el capó con él, que me tapa con la manta echando un brazo sobre mí.

- Gracias, el día de hoy está siendo perfecto Marcos. -Entonces gira su cuello para mirarme primero y después mirar hacia el cielo mientras suelta el humo del cigarro.

- Ganaré esta noche, y lo haré por ti.

ERES MÍA, PRECIOSA. (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora