EPÍLOGO.

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#Mía

- ¡Qué crees que estás haciendo! ¡Eh! ¡Qué crees que estás haciendo! - me dice Marcos agarrándome fuertemente de la muñeca y juntando su cuerpo con el mío. Su respiración está excesivamente agitada, sus ojos están inyectados en sangre y su agarre en mi mano hace que se remueva todo en mi interior.

- Ma- Marcos, yo... - Mi voz apenas parece un susurro, pero creo que, aunque hubiese tenido un altavoz en mi garganta, no hubiera importado porque Marcos y la ira que irradia por todos los poros de su piel hace que me sienta diminuta ante él y me deja de repente sin palabras.

- ¡¿Qué pretendes?! ¡¿Volverme loco?! ¡¿Acabar conmigo?! - apenas puedo empezar una frase al verle así, y solo puedo llorar de impotencia ante ello. Si tan solo pudiese hacerle entender todo lo que he sentido desde esa maldita carrera.

- Marcos déjala, sabes que no debe pasar por situaciones como esta. Es muy peligroso. - Lili intenta ayudarme poniendo sus brazos a mi alrededor en un inútil intento por hacerme sentir mejor. Pero me recompongo al instante, tengo que afrontar esto yo sola.

- ¡Ni se te ocurra meterte en esto Elisabet Hotlan o te juro que no responderé a mis actos! ¡Has sabido todo esto desde un principio y me lo has ocultado a pesar de ver cómo estaba! ¡He tenido que montar un numerito en mitad del hospital para saber que estaba pasando!
¡Así que no me digas lo que tengo que hacer porque no respondo!

-Déjala, ella no tiene la culpa de nada- le digo al ver como descarga toda su furia sobre la pobre Lili, ella no tiene culpa de todo esto... Ni siquiera puedo imaginarme la que habrá montado en el hospital, mejor que no lo piense.

- ¡Por supuesto que no tiene la culpa! ¡Pero yo tampoco, Mía! ¡Yo tampoco, joder! ¡Yo no he hecho nada para que me hagas esto! - sus palabras caen sobre mí como un jarro de agua fría. Siento que estoy a punto de desquebrajarme.

- Es lo mejor para todos...- digo entre llantos sin importar qué Lili esté allí, expectante a nuestra conversación al igual que el resto de gente que entraban y salían del aeropuerto.

- ¿Lo mejor? ¿Lo mejor, Mía? ¿Quién mierda eres y que has hecho con la chica que conocí? No te reconozco. - Dice echándose el pelo hacia atrás con ansia. - ¿Cómo puedes pensar en dejarme? ¿Cómo puedes siquiera acabar con esto así? ¡De esta manera! ¡Después de todo por lo que hemos pasado! ¡¿Tan fácil de olvidar soy?!

- Marcos, escúchame.

- No, Mía, no te pienso escuchar- dice él -Tú eres la que tiene que hacerlo. Llevo una maldita semana sentado día y noche en la puta sala de espera de ese maldito hospital esperando cualquier noticia sobre ti, sin importarme si es buena o mala. Una puta semana esperando a que decidas si quieres verme o si vas a seguir mirándome con desprecio cada vez que me acerco a ti. ¡Me he odiado cada maldito minuto que ha pasado desde que supe que te habían llevado! ¡Tuve que ver cómo te habían dejado abandonada en mitad de una carretera a punto de morir! ¡Me he sentido despreciable a cada segundo desde entonces! ¡Ojalá hubiese sido yo él que pasase por todo eso y no tú! ¡Pero no es así! ¡Y no puedo hacer nada para cambiarlo!

- Basta- le digo intentando controlar mi respiración. No soporto verle así, ojalá las cosas fuesen más fáciles.

- No, no basta. ¡No basta Mía! ¡No basta! ¿Cuál es tu puto plan ahora? ¿Qué pensabas? ¿Largarte sin decir nada a nadie y criar a mi hijo sola? ¿Olvidarte para siempre de mi? ¿Hacer como si yo no existiera? ¿Como si nunca hubiese pasado nada entre nosotros?

- El bebé... arreglaremos las cosas cuando te sientas preparado. No voy a permitir que no estés cerca, formaras parte de su vida todo lo que quieras.

-Así que esto es enserio. No hay ninguna forma de hacerte ver las cosas. Te vas. - Asiento mientras veo como corre una lágrima por su mejilla y escucho a mi corazón partirse en dos.

- No me puedo quedar aquí. Apenas puedo pasar por la calle cerca de un hombre sin temblar. Y ese hombre... ese hombre sigue por ahí suelto. Sin saber quién es ni cómo se llama.

- Sabes que de eso me encargaré yo mismo si hace falta- Niego con la cabeza ante sus palabras. No ha entendido nada de lo que pretendo decirle.

- A eso me refiero Marcos, tú no lo vas a dejar estar nunca, y está vida siempre va a formar parte de la tuya. No es manera de llevar un embarazo de riesgo y mucho menos de criar a un niño.

- Sabes que eso no es verdad, Mía. Sabes que estoy haciendo todo lo posible por acabar con todo esto- Dios mío, si sigue hablándome así va a acabar conmigo. Apenas me quedan fuerzas para seguir añadiendo más peso a mi espalda.

- Por esa misma razón ha pasado todo esto Marcos, si no me hubiese desmayado esos tipos habrían llegado mucho más lejos y... - cierro los ojos intentando que mis pensamientos se esfumen rápidamente ante su cara de dolor- Lo que quiero decir es que ahora me ha pasado a mí, pero no estoy dispuesta a dejar que le pase nada a este bebé.

- Ya no me quieres ¿verdad?, es eso ¿verdad Mía? - afloja su agarre en mi a medida que habla y siento que me voy a desplomar en cualquier momento.

-No somos buenos juntos, Marcos. Solo nos hacemos daño todo el tiempo. -Me cuesta respirar

- ¡De eso se trata el amor, Mía! ¡De pelear y arreglar las cosas juntos! ¡Superar todos los obstáculos que se nos pongan de por medio juntos! - él grita mirando al cielo y yo necesito acabar ya con esta conversación.

-Pero a mí no me quedan fuerzas para seguir luchando- digo en un susurro.

Él no vuelve a contestar, ni siquiera vuelve a dirigir su mirada a mí, solo se enciende un cigarro mientras acumula el llanto en sus ojos. Miro a Lili, que también llora observando la escena y le indico con la cabeza que es el momento, necesito salir de ahí. Así que cojo la maleta con mis manos y le dirijo una última mirada al hombre que me ha hecho perder la cabeza tantas veces. Él me devuelve una mirada de tristeza, de dolor, mientras me preparo para irme. Y de un momento a otro estoy entrando en el aeropuerto, preparada para subir al avión y dejar atrás la historia de amor de mi vida.

ERES MÍA, PRECIOSA. (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora