Sorpresas y más sorpresas.

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#Marcos

Tuve que ver como nada más llegar a la entrada del hospital sacaban a la mujer de mi vida corriendo en esa camilla, al parecer la cosa había empeorado por el camino. Salí como una bala detrás de ella y de los médicos que la llevaban en cuanto Ryan aparcó, pero una enfermera nos frenó rápidamente el paso evitándonos avanzar.

- Lo siento, pero no pueden pasar, a partir de aquí solo puede acceder el personal autorizado para ello. - Esto tiene que ser una broma, si no se aparta ella pienso encargarme yo mismo de que lo haga.

- Mire señora, entiendo las normas de este maldito hospital, de verdad que lo hago, pero mi novia se está debatiendo entre la vida y la muerte en este mismo momento y si no me deja verla yo mismo me encargaré de que la próxima persona que esté en su situación sea usted.

- Marcos, para. Ella solo está haciendo su trabajo. -Inmediatamente dirijo mi cabeza hacia Ryan para fulminarle con la mirada. ¿De qué cojones va?

- Señorito, le ruego por favor que se lleve a su amigo ahora mismo de aquí o tendré que llamar al personal de seguridad.

- Hágalo- le digo sin titubear ni dos segundos. No iba a irme a ninguna parte, y estaba dispuesto a pelear con todo el que se interpusiera en mi camino.

- Deben esperar en la sala de espera, en cuanto sepan algo de su novia se lo comunicaremos. Ahora mismo necesitamos que se marche para dejar que los médicos hagan su trabajo.

- Vamos tío. -Me marché con Ryan al saber que nadie iba a dejarnos pasar y que lo último que quería era que, además, nos echasen de ahí.

- ¡Ha entrado en parada! ¡Necesito que aumenten la potencia! ¡Ya! - paré en seco al oír los gritos del doctor. Los ruidos de las máquinas que procedían de la habitación donde estaba mi novia retumbaban en mi cabeza.

- ¡Tres, dos, uno!

- Vamos- dijo Ryan sacándome del trance y llevando mi cuerpo hasta la sala de espera. Expulsé la respiración contenida en cuanto me senté en uno de esos incómodos asientos, ¿Es que acaso Mía se estaba... muriendo? Mi estómago se revolvió de tan solo pensarlo. Si a ella le pasase algo por mi culpa, yo... mi vida dejaría de tener ningún sentido.

- ¡Ryan! ¡Marcos! - levanté la cabeza al escuchar la voz de Emett para ver a todos nuestros amigos allí sin mostrar ninguna expresión. Estaba vacío, me sentía la peor persona del mundo, un miserablemente y desgraciado que había hecho daño a la persona que más cariño le había dado en toda su vida.

- ¿Cómo está? - pregunta Dani. Yo agacho la cabeza esperando a que Ryan conteste por mí, porque el nudo de mi garganta se ha hecho aún más grande al ver los ojos de Lili hinchados de tanto llorar. Ella también se siente culpable.

- Saldrá de esta- dice Emett poniendo su mano sobre mi hombro. Claro que va a salir de esta, tiene que hacerlo, no puede dejarme así. A mí no. No después de todo lo que hemos vivido.

- Son casi las ocho de la mañana. ¿Alguno quiere algo? ¿Un café? - dice Emma, que, aunque se dirige a todos, solo me mira a mí. Yo niego con la cabeza al igual que el resto mientras observo como se van ella y Alison a por el café.

Llevábamos más de dos horas aquí solos, en la sala de espera sin saber absolutamente nada de ella. Lili se levantaba en busca de algún médico o enfermero para ver si había alguna noticia nueva, pero la respuesta siempre era la misma, nos informarían en cuanto supieran algo. A medida que pasaba el tiempo sentía como iba perdiendo las esperanzas, sintiéndome más desgraciado a medida que pasaba cada minuto en el maldito reloj que colgaba en la pared que había frente a mí.

- ¿Familiares de Mía Hills? - todos nos levantamos inmediatamente.

- Yo.

- ¿Y usted es? - ¿Qué más da quién sea? ¿Por qué no me dice ya cómo está Mía?

- Su novio- le digo tajantemente mientras los chicos escuchan atentamente nuestra conversación sin soltar ninguna palabra.

- ¿No hay ningún familiar más directo? - Dios santo, está mujer está colmando mi paciencia.

- Perdone señorita, pero es que sus padres se encuentran en otro país, nosotros somos su familia y amigos aquí. - Ella suspira ante las palabras de Emett y mí atenta mirada.

-Bien, en ese caso acompáñeme. Le informará de todo el doctor Méndez, Julio Méndez. - Hago caso a todo lo que me dice y le sigo en silencio por el largo pasillo dejando a los chicos en la sala de espera, la enfermera me hace lavarme las manos con gel desinfectante antes de tocar la puerta de la habitación donde supongo que estará el médico.

- Pase - la enfermera abre la puerta y me deja allí plantado sin ni siquiera despedirse mientras observo como se marcha por donde ha venido- Hola, usted debe ser el chico que tanto ha insistido en ver a la paciente. ¿Su novio cierto?

- Sí doctor.

- Llámame Julio.

- Marcos- le digo extendiendo mi mano hacia él, que me da un apretón antes de levantarse al ver que yo no me siento. Estoy tan nervioso que no aguantaría sentado ni dos segundos.

-Bien Marcos, seré totalmente franco con usted. La señorita Hills ha llegado en un caso extremadamente crítico, incluso ha habido un momento donde se ha dado un paro cardiaco, pero por suerte ha conseguido resistir y ahora se encuentra fuera de peligro. - En ese momento siento como mi corazón vuelve a latir a un ritmo normal. Estaba fuera de peligro, eso era todo lo que importaba.

- Entonces, ¿está bien? ¿Está despierta? - la esperanza de mi voz se disuelve en cuestión de segundos en el mismo momento en el que veo como el doctor niega la cabeza lentamente mientras me mira con pena. ¿Qué está pasando?

- Me temo que las cosas no son tan fáciles Marcos, probablemente la señorita Hills tarde en despertar, no sabemos cuánto, pero esperemos que sea poco por el bien de los dos. ¿Qué? ¿Qué dos? ¿Mía y yo? ¿Qué dice?

-Perdone, ¿a qué dos se refiere? - el doctor me mira sorprendido. ¿Qué pasa? ¿Tengo algo en la cara o qué? ¿Por qué me está costando tanto entender a este señor?

- Oh, vaya, creía que era usted consciente de este suceso. Marcos mire, su novia está embarazada. Probablemente de unos dos meses, es por eso que todavía no se le nota, su cuerpo es menudo y la tripa apenas empieza a hacerse notar hasta los cuatro meses.  - ¿Qué? ¿Mía estaba embarazada? ¿Iba a ser padre? ¿Yo? ¿Lo sabría ella? No, no puede ser, me lo habría dicho ¿no?

- Eso no es posible, Mía y yo siempre nos cuidamos. Somos muy jóvenes para ser padres. No podemos ser padres. ¡No quiero ser padre! ¡Tiene que haber un error! Mire bien que es lo que le pasa a mi mujer y asegúrese de no cometer ningún fallo más.

- Señor, no existe ningún fallo. Su novia está embarazada de casi tres meses, ese niño a pasado por mucho y aún está resistiendo. Su novia... - el doctor detiene sus palabras poniéndome a un más nervioso de lo que ya estoy... un bebé. Dios mío.

- ¿Qué? ¿Mi novia qué? ¡Hable ya!

-Su novia ha estado a punto de ser violada.

ERES MÍA, PRECIOSA. (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora